La incidencia de la COVID-19 se disparó en Zaragoza dos semanas antes de las nofiestas de los pilares, cayó en la semana posterior a esas jornadas y creció de nuevo en la siguiente, en una sucesión de intensidades que, con un periodo mediano de incubación de 5,1 días y uno máximo de 11 según el Ministerio de Sanidad y vistos los datos oficiales de la pandemia, vuelve a poner sobre la mesa las enormes lagunas de conocimiento que presenta la ciencia sobre los mecanismos de contagio de esa enfermedad y sobre la difusión del coronavirus SARS-CoV-2 que la provoca más allá de que, como se ha documentado desde hace más de un siglo para cualquier patología de carácter infecto-contagioso, los contactos entre personas y las interacciones sociales favorecen su propagación.
De hecho, la palabra “contagio” significa “contacto” en latín, idioma desde el que fue incorporada a la lengua castellana a finales del siglo XIV, el mismo en el que la peste negra se expandió por Europa a través, principalmente, del comercio y las guerras del Mediterráneo.
Los datos sobre los repuntes de la incidencia de la COVID-19 en Zaragoza figuran en los informes sobre la detección de ARN del coronavirus en las aguas fecales de la depuradora de La Cartuja que desde finales de noviembre difunde el Miteco (acceda aquí), el Ministerio para la Transición Ecológica, junto con los de otras 31 estaciones de depuración de todo el país.
Esos informes registran sendos aumentos de la presencia de ARN de SARS-CoV-2 en las aguas residuales de Zaragoza en las semanas (de domingo a sábado) del 27 de septiembre al 3 de octubre y del 4 al 10 de ese mes, anotan una disminución en la del 11 al 17 y un nuevo aumento en la del 18 al 24 para, a partir de ahí, alternar dos de estabilización, dos de descenso y de nuevo tres con estabilidad y una ligera tendencia descendente.
Dos mediciones, registros y tendencias distintas
Esos datos del Miteco, a quien se los proporciona el Ayuntamiento de Zaragoza, no casan con los que difunden la consejería y el ministerio de Sanidad, aunque eso no deja de ser en el fondo algo previsible ya que miden cosas distintas y existen decalajes temporales entre las tendencias que pueden detectar unos y otros.
Así, la incidencia acumulada en la ciudad de Zaragoza cayó, según los datos publicados por el propio Gobierno, entre el 21 de septiembre y el 5 de octubre para repuntar a partir del 12.
Estos registros se basan en el conteo de los positivos detectados en la red de atención primaria mediante la realización de pruebas analíticas a quienes presentan síntomas de padecer la COVID-19 y a quienes fueron sus contactos admitidos en los días previos a esos positivos, asintomáticos incluidos.
Los de las depuradoras miden el nivel de ARN del coronavirus que excretan a través de las heces quienes se han contagiado, lo que, con las escasas excepciones de quienes no utilizan retretes conectados a la red de cloacas de la ciudad, incluye a la totalidad de los afectados, también de los brotes en los que nadie presentó síntomas.
Un “indicador epidemiológico de alerta temprana de propagación de COVID”
Los datos de las aguas fecales confirman el repunte posterior al puente de las nofiestas, en este caso con una semana de disminución de la incidencia en las jornadas inmediatamente siguientes, e incluyen uno anterior en las dos semanas previas a esas jornadas que para nada coincide con los registros de incidencia derivados de las pruebas epidemiológicas del sistema sanitario.
Las trazas de ARN del virus están presentes en los excrementos con independencia del desarrollo de los síntomas en el cuerpo de quien los expulsa, algo que ha permitido anticipar hasta en cinco días los rebrotes de la pandemia en localidades de Badajoz gracias al análisis de las agua residuales de su red de cloacas.
De hecho, los informes del programa aluden al “control biológico en aguas residuales como indicador epidemiológico de alerta temprana de propagación de COVID”, con independencia de que la propia web del Miteco se refiera a ellos como “una herramienta útil para el seguimiento y control de la pandemia, especialmente para comprobar la eficacia de las medidas en las posibles desescaladas, como control indirecto de la evolución de la situación sanitaria”.
Las lluvias intensas pueden alterar la fiabilidad de los resultados, aunque eso, en cualquier caso, no afectaría a las analíticas de esas fechas ya que las precipitaciones fueron escasas en la capital aragonesa entre mediados de septiembre y finales de octubre.