El bucardo regresa al Pirineo tres décadas después de su extinción oficial

El bucardo vuelve a pastar en el Pirineo dos décadas después de su extinción oficial: la cabra montés han vuelto a ser localizada en la zona occidental del Parque Nacional de Ordesa 22 años después de que esta especie quedara extinguida de manera oficial con la muerte de Celia, el último ejemplar de la endogámica subespecie que habitaba la montaña aragonesa y cuyo último reducto se localizaba en el área más septentrional del parque.

La localización de uno de esos ejemplares tuvo lugar la segunda semana de noviembre, la que iba del día 7 al 13, en una de las laderas del pico de Mondarruego, un monte de 2.845 metros de altura también conocido como pico de Escuzana ubicado en la zona norte del valle de Broto.

La reaparición de la especie fue confirmada oficialmente el día 14 por el Organismo Autónomo de Parques Nacionales en su cuenta de Twitter, en la que daba noticia del avistamiento “por primera vez” de “una cabra montesa” en el parque oscense e incluía este vídeo en el que puede verse al ejemplar.

“Parece un macho joven que podría venir de los pirineos franceses, donde hace años se realizaron sueltas para recuperar la especie tras su desaparición”, señalaba.

El bucardo era el nombre con el que se conocía a la cabra montés en el Pirineo, aunque la palabra es una evolución local a partir de ‘buco’, que es como se conoce al macho de las especies cabrías en toda España.

La reaparición del bucardo o cabra montés en la vertiente sur del Pirineo se correspondería con una migración de ejemplares procedentes de las repoblaciones efectuadas en la norte, la francesa, con animales de esa especie procedentes del parque nacional de la Sierra de Guadarrama.

La especie y las subespecies de la cabra montés ibérica

Estas últimas sueltas, iniciadas en 2014 y que han incluido un total de 170 ejemplares, se llevaron a cabo dentro de un programa de cooperación entre los gobiernos de España, Francia y Andorra en materia de biodiversidad cuyo objetivo era la recuperación y el fortalecimientos de especies autóctonas y, al mismo tiempo y en este caso, resolver otros problemas como los de superpoblación que se daban con la cabra montés en la sierra madrileña.

¿Entonces lo que ha sido detectado de nuevo en Ordesa es o no un bucardo? Según se mire, ya que el bucardo, cuyo nombre científico era el de ‘capra pyrenaica pyrenaica’, era en realidad una subespecie de la cabra montés ibérica, de la que además de la pirenaica se extinguió también hace 130 años la variante portuguesa.

Lo que ha vuelto parece ser, en cualquier caso y a falta de confirmaciones técnicas oficiales, la cabra montés ibérica, que es la especie de la que formaba parte la subespecie desaparecida del bucardo.

También está por determinar si su presencia en Ordesa es estable u ocasional, aunque tanto en un caso como en otro parece suponer otro episodio de migración transfronteriza espontánea de especies de elevada vulnerabilidad por su escasez de ejemplares como ha ocurrido, también en el Pirineo y otras zonas de Aragón y de Catalunya, con el lobo alpino.

La tercera ‘resurrección’ del bucardo

La de este otoño sería la tercera ‘resurrección’ del bucardo de la que se tiene noticia. La primera tuvo lugar entre los siglos XVIII y XIX, después de que en la primera de esas centurias se le llegara a dar por extinguida como consecuencia de la presión cinegética a la que fue sometida por cazadores tanto de subsistencia como de trofeos, algo para lo que suponía un especial atractivo el hecho de poseer la cornamenta de mayor tamaño de todas las subespecies peninsulares.

La desaparición no debió ser tal, aunque la reducción de la cabaña sí fue intensa, ya que a finales del siglo XIX se mantenía en Ordesa una pequeña población que siguió menguando hasta que en el año 2000, casi noventa después de que en 1913 su caza quedara prohibida, murió Celia, el último bucardo, cuyo cadáver disecado se expone en el centro de visitantes del parque.

La declaración del parque, de hecho, tuvo como motivo principal la creación de una figura de protección que permitiera conservar esta subespecie de la cabra montés ibérica.

Celia murió en una avalancha, aunque la principal causa de la decadencia final de la especie fue la consanguinidad de los últimos ejemplares de la cabaña, mermados durante décadas por la caza tanto legal como furtiva y concentrados al final en el cañón del río Arazas.

La segunda ‘resurrección’ duró apenas siete minutos. Fue resultado de la fallida clonación impulsada por el Gobierno de Aragón a partir del ADN que poco antes de su muerte un veterinario extrajo a Celia. Tampoco la reintroducción de machos de cabra montés ibérica en los años 80 y 90 para que se cruzaran con las bucardas dio resultado.