Comer en bares y restaurantes de Malasaña, además de otros apuntes gastronómicos.
Por Lu
En la zona de Noviciado, en la calle de la Manzana, la cual está muy mejorada desde que la han peatonalizado y le han puesto árboles, hay un chino, bueno, en esa zona hay muchos. Este se llama An dong ramen, y los dos primeros términos pueden estar vinculados al nombre de alguien, a un topónimo chino o a saber, pues yo no tengo ni idea de chino y las explicaciones que me proporciona la interné resultan bastante rocambolescas… Mejor dejarlo. El tercer término hace referencia al «ramen», que es el famoso plato de fideos japonés el cual, en realidad, viene de China y que podría ser una derivación de la palabra «lamian», tal como explicaba en este otro texto sobre el restaurante Lamian, vocablo que «significa La (estirar) y Mian (fideo), es decir, “estirar fideos” y se usa para hablar de fideos elaborados estirándolos, como es obvio. Qué obvio es todo.» Aunque no es tan obvio que un restaurante chino utilice un término japonés para referirse a un plato chino. Entiendo que cerca está el anteriormente mencionado restaurante Lamian, que la palabra «ramen» vende más pues es más conocida que el término «lamian» para referirse a fideos en sopa y, ah, sorpresa, también sin sopa en la versión china. Pues en el fondo estamos hablando de fideos estirados —no esnobs—, nadie está hablando de sopa si tenemos en cuenta la etimología más probable de «ramen», es decir, «lamian» y, bueno, «la parte contratante de la primera parte…» o «es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde».
Voy a poner un poco de música que realmente no tiene nada que ver con el lugar, sino con mi gusto musical, que es variable y heterogéneo y ahora va por esta vía, que tal vez no sea la recta, pero es una vía como otra cualquiera.
La decoración del local es sencilla, clara, ligeramente japonesa, por las cortinillas, levemente nórdica por las maderas, los blancos y las lámparas y con un toque chino-japonés con el Maneki-neko (en japonés) o Zhaocai Mao (en chino), ese gato de bienvenida emparentado por raza y estética con la famosa Hello Kitty, también de procedencia japonesa, nacida el 1 de noviembre de 1974 de las manos de la diseñadora japonesa Yuko Shimizu y modificada por dos diseñadores hasta obtener su aspecto más conocido gracias a las manitas de Yuko Yamaguchi. ¡Qué bonita es Hello Kitty, cuántas satisfacciones nos ha dado a algunas de las nacidas en los años 70-80! Es curioso cómo los locales chinos han pasado del rojo, el dorado y los dragones para atraer la buena fortuna a una estética sencilla y japonizada, donde el rojo y el dorado se pueden observar en pequeños detalles, como los gatos previamente indicados. ¡El minimalismo ya llegó! Es fascinante cómo los chinos han pasado de ofrecer una versión posiblemente totalmente desvirtuada de la cocina china con su arroz tres delicias y similares, adaptada al gusto de que cada país, para poco a poco ir introduciendo una gastronomía más real, con su picante según regiones o casquería. En este lugar, por ejemplo, ofrecen callos, oreja y tripas, así que ¡casqueriosos sois bienvenidos! Los chinos son muy adaptables, como se puede ver, a nivel decorativo, de denominaciones y de gastronomía, ¡a saber con qué nos sorprenderán en un futuro!
Para beber no nos apetece cerveza china, así que nos decidimos por un té-refresco, té oolong con melocotón (2,20 €). Te lo dan directamente en la botella que es rosita y con malakatones dibujados, tiene aspecto delicadín y modernín. El refresco de té con melocotón es rico, tiene un algo de melocotón y un algo de té, de flores, de camelia, de pétalos de rosa, con una burbuja fina, casi imperceptible, es un refresco típicamente oriental, es decir, más aromático que los refrescos de estas zonas. Es suave, algo dulce y especialmente floral, por lo que acompaña muy bien cualquier cosa. Al té oolong aquí se le denomina té azul, por el color de sus hojas, no por el color en infusión, y se encuentra, al parecer, a medio camino entre el té verde y el negro, también presenta una oxidación media y es de origen chino, pero se ha hecho muy conocido particularmente el de Taiwán. Bueno, esto es un refresco con té y melocotón, nada tiene que ver con un té propiamente dicho, pero resulta bien agradable y acompaña de forma curiosa y alegre la comidilla.
De primero nos ponen una ensalada de patatas ralladas de regalo, que es una ensalada ligera, algo picante, da la sensación de tener mostaza en grano, y resulta original.
Nosotros también escogemos una ensalada para empezar, pero un poco diferente: ensalada de oreja de cerdo (5,50 €). Yo no soy dada a la casquería, pero seguí la recomendación de Diego Casado (@esmadriz), gran conocedor de la gastronomía oriental y de los restaurantes orientales de Malasaña y de ultramalasaña, de probar la oreja, aunque tal vez no era en ensalada. Y bueno, la ensalada estaba estupenda a nivel de texturas y picante. Crujiente del pepino, tacto cartilaginoso de la oreja, un poquito de picante guindilloso y un toque de vinagre de arroz. Muy bien, sabor picante-dulce logrado, pero de fondo, siempre de fondo, se encuentra el cerdo, el sabor a cerdo, un sabor que viene de las papilas gustativas y penetra en la nariz y me horripila; el sabor a cerdo, que es más un olor a cerdo, es algo con lo que no puedo. Me invade la nariz y no, no puedo. Tomo un poco, pues me parece que es una ensalada excelente y abandono por ese algo porcino que me llega a la pituitaria y esta no tolera. Puedo con determinadas piezas del cerdo, solomillo, lomo, pero algunas partes utilizadas en embutidos, la oreja y otras con un sabor más marcado no las tolero. En cualquier caso, esta ensalada es perfecta para los casqueriosos, es muy particular, sabrosa, fresca y picantona.
Seguimos con plato de esos de siempre de restaurante chino, pero diferente, lomo de cerdo agridulce (7,95 €). Aquí el cerdo sí que me va, no tiene sabor profundo de ese que llega hasta la nariz y te descoloca. Es un cerdo ligerito, un cerdo educado y bien limpito, con un rebozado muy crujiente y una salsa de miel con un poco de ajonjolí. No se parece en nada al cerdo agridulce de toda la vida, por las piezas de cerdo, más finas, por la salsa, más dulce, melosa, que «agri», y el crujiente muy y mucho crujiente.
Y, bueno, luego elegimos unos tallarines con ternera (8 €). Y ahora toca seleccionar la forma de los tallarines, para lo cual nos proponen el esquema que se presenta a continuación.
Para los tallarines es recomendable mostrar el deseado en el esquema pues explicándolo puede ser que la cosa se complique y con la incomprensión mutua obtenga uno un tendedero o una lavadora sin comerlo ni beberlo. Y aquí hemos venido a jugar, pero no tanto. Así que señalamos el más finito y redondo y el más grueso y plano, los dos extremos, el primero para esta sopa y el otro para el siguiente plato. Y ahí se pone en marcha el señor estirador de pasta.
Pues no, pues ni señalando, no llegó el redondo y finito, tipo espagueti, sino unos tallarines finos, ¡la vida te da sorpresas! Vale. La pasta estaba estupenda en una sopa muy ligera, con más sabor a pollo, a cebolleta china y cilantro que a ternera. Llevaba por ahí unos trocitos de ternera cortada muy finita que realmente no aportaban nada. La sopa estaba riquísima, si obviamos que no era la pasta que habíamos pensado que habíamos pedido y que la ternera es simbólica en cuanto a gusto. El sabor es a pollo y verduras y realmente está excelente, leve, perfectamente desgrasada, y el cilantro, que a mí me encanta, a diferencia de a otros seres, pues estupendísimo, aportando su toque cítrico. Y ahí había un nabo que, como casi siempre, no aportaba nada. En cualquier caso, el conjunto ¡muy bien! Realmente, aunque viene hirviendo, por su gusto cítrico no diría que es una sopa invernal, es más bien una sopa primaveral.
Y seguimos con los tallarines con salsa y picadillo frito de cerdo (9 €). Estos son los tallarines más gruesos, estos sí que sí, ahí nos hemos entendido. Aquí vienen combinados con pepino ligeramente encurtido con vinagre de arroz que aporta frescor, alubias azuki (o soja roja) y un picadillo de cerdo con salsa marrón y densa. El conjunto, mezclándolo, resulta potente, intenso, con un marcado dulzor debido a la legumbre y la salsa del picadillo. Es un plato particular, invernal, u otoñal, por sus colores, un plato diferente y sabroso, donde el cerdo no prevalece, sino ese dulzor que casi recuerda, a lo lejos, al mole mexicano, sin el punto especiado de este último. Muy bien.
Pues An dong ramen —el corrector dice Antón Ramón, ¡la IA va a pedales!— está perfecto si pasas por aquí, si vives por aquí, si vas con amigos, si vas solo, si vas en pareja, si tienes frío, si tienes calor, está perfecto si quieres comida china interesante, sabrosa, diferente y a un precio fascinante.
An dong ramen se encuentra en calle de la Manzana 19.
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