Los colectivos desalojados del CSC Luis Buñuel de Zaragoza convocan una manifestación para defender “el tejido sociocultural vivo”

Han pasado tres meses desde que el Ayuntamiento de Zaragoza desalojara a los más de cuarenta colectivos sociales que formaban parte del centro social comunitario (CSC) Luis Buñuel de las instalaciones del antiguo instituto con el mismo nombre, pese a la negativa de miles de zaragozanos en numerosas protestas, concentraciones y marchas multitudinarias que congregaron hasta 3.000 personas. La próxima tendrá lugar este viernes, 26 de mayo, bajo el lema ‘Defendamos el tejido sociocultural vivo' y va a movilizar a asociaciones aragonesas de todos los ámbitos y a simpatizantes del centro.

Mientras que desde el consistorio, PP-Cs defendieron que el desalojo era para ofrecer a los vecinos del casco histórico un equipamiento público gestionado íntegramente desde el Ayuntamiento a través de un centro cívico; los colectivos han sostenido que más bien parece una estrategia para detener tanto la cultura comunitaria, como la autoorganización de los vecinos y vecinas que construyen sus propios espacios.

 “No son datos, son personas”, así se han pronunciado desde el CSC Luis Buñuel, y es que ,este centro gestionado por la ciudadanía ha servido, en los últimos once años, de sostén para 300.000 personas que han disfrutado de alguna de las 500 actividades que se han realizado. Además, también se han repartido más de 29.000 raciones de comida y más de 1.900 prendas de ropa, desde 2020. Por ese motivo, desde el colectivo invitan a los ciudadanos y colectivos aragoneses a unirse a la manifestación para recuperar lo social y comunitario.

“Creo que el mayor fracaso de la democracia es despreciar una labor ingente que se ha hecho en beneficio de la ciudadanía por tantos colectivos que abarcaba El Buñuel. Es de una ceguera tremenda y de una falta de cultura democrática increíble” , ha manifestado Mamen, del colectivo 8M de Zaragoza.

El desalojo no ha cesado la actividad

Aunque los 42 colectivos que formaban el CSC Luis Buñuel, estén como itinerantes a lo largo y ancho de la capital aragonesa, en especial en el barrio del Gancho donde se ubicaba el centro, los más activos intentan reunirse con frecuencia al mes para celebrar asambleas en las que se pone sobre la mesa la situación futura en conjunto.

El objetivo a corto plazo de estas asociaciones es encontrar un espacio, pero sufragar los gastos de un edificio que les de cobijo a todos resulta complicado. Por ejemplo, el colectivo de La Olla Comunitaria intentó alquilar un local para seguir sirviendo alimento a personas vulnerables, como venían haciendo desde la pandemia del covid-19. Sin embargo, una inmobiliaria les alquiló un bar en Conde Aranda (donde habían pensado ubicarse) y les comunicó que el lugar tenía cocina y salida de humos, algo que no resultó ser cierto. Ahora están en trámites judiciales tratando de recuperar los 1.500 euros que pagaron por dos meses de alquiler, uno de fianza y otro de inmobiliaria.

En la última asamblea, celebrada este jueves 11 mayo, en la librería ‘La Pantera Rosa’, los asistentes acordaron seguir buscando un espacio apto para todos y, mientras tanto, participar en todos los eventos reivindicativos de Aragón para sumar fuerzas y “demostrar que somos muchos”, como se ha visto en las últimas movilizaciones en defensa del Canal Roya.

Qué ha sido de los colectivos

La Olla Comunitaria es uno de los proyectos más conocidos en El Buñuel y, no es para menos, si se tiene en cuenta la labor que han hecho sus voluntarios desde la pandemia cocinando raciones cada sábado para las personas más vulnerables, entre las que se encuentran familias enteras desamparadas a nivel estatal. 

Una de las voluntarias, María, ha explicado a esdiario.es cómo esta asociación nació en las paredes del centro social cuando la pandemia acababa de comenzar, con el objetivo ayudar a todas las personas que en Zaragoza no tenían garantizado un acceso digno a la alimentación.

“Después de que nos han echado del Luis Buñuel, hemos ido a la vecinal del barrio y hemos estado organizándonos igual con todas las vecinas y voluntarios. Los comercios del barrio nos siguen ayudando, a los que se ha unido el Mercado Agroecológico que nos dan productos para sacar adelante La Olla Comunitaria” ha relatado María. 

La voluntaria ha agradecido el apoyo social para poder continuar con su labor y ha destacado también la colaboración de Solidaria Online por darles “la mitad de excedentes que les dan a ellos el Mercado de Zaragoza” y de una panadería del barrio que, desde los inicios, guarda a La Olla pan todos los sábados para que no falte en las raciones. 

Los voluntarios compaginan sus empleos con esta causa y participan los fines de semana en eventos ofreciendo comida pero, en estos casos, para autofinanciarse y poder seguir con la actividad. María lamenta no encontrar este apoyo en las instituciones y ha confesado que resulta muy difícil sin el espacio que tenían en El Buñuel. 

Cuando se anunció el desalojo, un gran sector de la población zaragozana manifestó su rechazo por el cierre de lo que consideraban uno de los pocos espacios en Zaragoza cuyas actividades han fomentado, en un largo plazo, una conexión intergeneracional donde lo prioritario era convivir, conocerse, compartir y aprender. 

Adolfo Allué, miembro de Plataforma Social Rastro, comparte este sentimiento comunitario y ha contado que gran parte de los beneficios que se obtenían con el mercadillo de segunda mano (celebrado el primer sábado de cada mes) iban destinados a otros proyectos como el de La Olla. Ahora se encuentra a la espera de que le den permiso en la expo.

Huguette Sidoine dirigía las clases de ‘Gimnasia suave para mayores’, una actividad que incluso estuvo financiada por el Ayuntamiento de Zaragoza al ser seleccionada en los Presupuestos Participativos de 2019. Ante la reclamación de estos vecinos de avanzada edad por seguir con las clases, Huguette ha tenido que desarrollar las actividades en el barrio a la espera de encontrar una solución al desalojo. 

En el caso de Maite, ella también trabajaba con mayores mediante clases de baile. Desea retomar su actividad El Buñuel, pero mientras tanto, su grupo de baile y ella han tenido que buscar un espacio por el que están pagando una vez a la semana y el resto ensayan en la calle, lo que dificulta el futuro de este proyecto. “Esto es una pena” ha expresado la profesora.

Siguiendo con la música, ‘Ritmos de Resistencia’ llevaba más de una década en el CSC. Son un colectivo que utilizaba los ritmos afro y brasileño para la acción directa no violenta. Ensayaban y dejaban sus instrumentos en el edificio.  En la actualidad, han conseguido que la asociación de vecinos y vecinas de Venecia les haya dejado un cuarto donde guardar los instrumentos, pero siguen sin espacio para ensayar.

Durante casi una década, Gonzalo Gatalinas ha transformado la realidad desde lo poético y la expresión en su ‘Laboratorio Anzabuto’ con actividades como ‘Rizoma Tajalemo’, donde ha asegurado ofrecer alternativas éticas a la monogamia. En este último año había estado trabajando en un teatro antropológico.  “El cierre del Buñuel ha sido realmente un desafío fuerte porque a la interperie a la gente le cuesta más abrirse y se ha perdido un poco de combate y, de alguna manera, el grupo de teatro se ha disuelto ” ha dicho.

Al no existir mucha continuidad, Gonzalo ha continuado su vida, aunque sigue atento a las novedades del Buñuel al que considera un proyecto con el que siente “mucha pertenencia y compromiso” por lo que sigue a la espera, por si “se va configurando de una manera estimulante y continúa la buena labor”.

En el CSC Buñuel también había hueco para autónomos como la ilustradora Mirea, del colectivo ‘Torna a Bolondrina’,  que realizaba cursos de ilustración sin coste para los vecinos y vecinas del barrio. Ha valorado que el centro le aportó todo “porque a parte de la gente y de todos los proyectos en los que se me permitió participar; me sentí realizada al ver como mi trabajo ayudaba a otros. Además, ahí también desarrollaba proyectos personales, estaba intentando autoeditarme un libro el cual sin espacio no lo puedo hacer.”

Para Mireia, perder El Buñuel ha significado perder personas y perder un sentimiento de artistas, de barrio y de comunidad. Ahora se encuentra sola en casa y su proyecto está parado. Según la ilustradora “no es lo mismo estar todos juntos en la calle”. 

Por otra parte, La Asamblea 8M de Zaragoza abarcaba todo tipo de actividades, desde reuniones y charlas de debate a encuentros del movimiento feminista. Una de sus integrantes, Mamen, ha relatado que lo que se hacía en El Buñuel fue enmarcado en un espacio de “solidaridad, convivencia y cuidado, construyendo con el resto de la comunidad una ciudad más justa, inclusiva y feminista”.

Aunque sus integrantes siguen reuniéndose en el espacio de La Revuelta, normalmente tienen que buscar y socilitar espacios en la ciudad que en tiempo y forma puedan favorecer lo que hacen desde la Asamblea. Mamen reclama más compromiso por parte de las instituciones para dar una solución al desalojo no sólo del edificio, sino también de todas las actividades que se han ofrecido en El Buñuel, en las que han participado “gente de todos los barrios y gente vulnerable” a la que han podido apoyar en diferentes ámbitos.