Han tenido que pasar 81 años para que Huesca asistiera a la primera exhumación exitosa de personas ejecutadas durante la Guerra Civil. La búsqueda de Mariano Cuello en el cementerio de Las Mártires ha conducido hasta los restos de tres represaliados más. La sorpresa que han deparado estos trabajos, desarrollados entre el 3 y el 8 de noviembre, es para sus impulsores “la punta del iceberg”. Los cuatro esqueletos articulados son una ínfima parte de las entre 800 y 1.000 personas que, según las estimaciones del Círculo Republicano “Manolín Abad” de la capital oscense, fueron enterradas allí entre 1936 y la inmediata posguerra. 545 oscenses fueron asesinados en la capital por republicanos y “rojos” durante aquel periodo. Los implicados en restaurar la dignidad de estos vecinos lo tachan de “genocidio”.
Las Mártires, un camposanto pequeño que ocupa menos de una hectárea de terreno, se encuentra a los pies del Parque “Mártires de la Libertad” y del monumento que recuerda a los republicanos asesinados en la ciudad durante la contienda. Se encuentra en desuso y hasta hace unos pocos años presentaba un abandono y daños que el Ayuntamiento ha ido paliando. Pero las heridas siguen abiertas. Allí se realizaron inhumaciones en masa, con prisas y nocturnidad para no dejar evidencias. Allí se encontraban, según las investigaciones realizadas por el Círculo, los restos de Mariano Cuello, apodado “El Chato” y asesinado junto a seis personas más el 11 de diciembre de 1936.
De él se conoce que tenía 38 años, que estaba casado con Presentación Sauras y que era panadero. Que fue denunciado por anarcosindicalista, fusilado y que su tumba era la número 262 de Las Mártires. Se trata del segundo gran proyecto de exhumación emprendido por la asociación republicana después del intento fallido de encontrar a Casimiro Malo en el cementerio municipal el pasado mes de julio. Una vez abierta la fosa donde todos los indicios apuntaban a que se encontraba Cuello, palada a palada aparecieron los restos articulados de cuatro personas, tres hombres y una mujer. Se quería devolver a “El Chato” a sus descendientes y, a falta de que lo confirmen las pruebas científicas, también se logrará con Tomasa Sarvisé, Pablo Rey y Pedro Barco.
Cuatro en el espacio de uno
Todos ellos fueron compañeros de saca y yacían en el espacio que normalmente se reserva a una única persona, por lo que dos de los cuerpos se situaron sobre la mitad superior de los otros dos y los rostros enfrentados en posición de cúbito natural. Las muñecas, atadas entre sí con alambres. Por las descripciones físicas se ha deducido que junto a Mariano Cuello se ubicó a Tomasa, una mujer de edad avanzada, y que Rey y Barco conformaron la otra macabra pareja. El equipo de arqueólogos liderado por Antonio Alagón, quien también dirigió los trabajos de búsqueda de Casimiro Malo, encuentra varios aspectos poco habituales en estas ejecuciones y enterramientos.
La sorpresa reside, según Alagón, en que sean “cuatro personas del mismo día y ajusticiados a la vez”. Uno presentaba el tiro de gracia, que solía realizarse en la cabeza, con orificio de entrada y salida; en otros dos cuerpos hay un orificio de entrada y se encontraron asimismo los proyectiles, de 9 mm. El cráneo de la mujer se hallaba mucho peor conservado. Los restos se encuentran ya en el laboratorio y en unos dos meses se conocerán los resultados. Lo habitual es hallar fosas en medio del campo o en las cunetas, no tanto en los cementerios. En Las Mártires, “abrieron una zanja con las mínimas dimensiones posibles y en el sitio de una persona hay cuatro. Seguro que hallaremos fosas en diferentes niveles”, sostiene el arqueólogo.
Las Mártires fue un camposanto empleado de manera habitual hasta el siglo XIX, cuando se edificó el cementerio municipal. En 1936 se retomó su uso porque la otra instalación se encontraba en el frente, en medio del asedio de los republicanos para tratar de tomar la capital oscense. A partir de 1939 se le continuó dando uso y se mantuvieron las ejecuciones. Cuando se derivaron tropas para la Batalla del Ebro y se rompió el cerco a la ciudad llegó la hora de las venganzas y la represión. “Se organizaban los sepelios de mala manera, desorganizados y muchas veces sin figurar en los registros oficiales para no dejar huellas y sin avisar a las familias, lo que dificulta su rastreo”, denuncia Alagón.
Documentos oficiales y fuentes orales
El Círculo Republicano “Manolín Abad” ha tenido que rastrear documentos oficiales y también fiarse de fuentes orales para iniciar esta campaña. Por ejemplo, se tenían indicios de que Mariano Cuello había sido inhumado junto a una mujer y la realidad lo ha confirmado. El investigador Toño Moliner aventura otras hipótesis que ponen trabas a esta labor: “Puede ser que haya restos que se llevaron los familiares en los 70 a sus pueblos o al cementerio municipal, o que se trasladaran al Valle de los Caídos. Nos pasó con Casimiro, que quizá los descendientes de otra persona ejecutada junto a él se los llevaron tras no identificar a quién pertenecían”.
Otros obstáculos son tan complicados o más de sortear. La Ley de Memoria Histórica no ha logrado abaratar estas operaciones, que cuestan entre 7.000 y 10.000 euros. La mayoría de familias no se lo puede permitir y hay que llamar a las puertas de la Diputación Provincial y el Ayuntamiento. “Además, hay familias que no quieren saber nada, a buena parte de la sociedad le sigue ‘picando’ y no hay dinero para nada y menos para las piedras”, añade Alagón. En el horizonte se encuentra un nuevo proyecto “con menos certezas que el de Mariano Cuello”, quien descansa ahora sobre la camilla de un laboratorio antes de encontrar el reposo donde su gente pueda llorarle y llevarle flores.