La catedrática de Historia Contemporánea Mary Nash (Limerick, Irlanda, 1947) ha participado esta semana en Zaragoza en la jornada “La guerra civil, ochenta años después: historia y memoria”, organizada por la fundación Manuel Giménez Abad de Estudios Parlamentarios y del Estado Autonómico. Habló sobre “Historia, mitos y memoria: las mujeres en la guerra civil”.
¿Qué papel jugaron las mujeres en la guerra civil?
Fue un papel fundamental, aunque poco reconocido hasta no hace mucho. Por un lado, defiendo que el papel más decisivo de las mujeres fue en la retaguardia, por sus aportaciones tanto en la producción de fábricas como, sobre todo, en servicios sanitarios y de comunicaciones. La historiografía ha demostrado que, si no funciona la retaguardia, las guerras terminan mucho más rápidamente. Las mujeres se hicieron cargo de esa retaguardia en un momento de enormes dificultades, de obstáculos y de racionamiento: eran retaguardias de ciudades sometidas a bombardeos y en las que también había que atender a miles de refugiados. Otra faceta destacable es el nacimiento o desarrollo de organizaciones como la Asociación de Mujeres Antifascistas o la anarquista Mujeres Libres. Estas organizaciones de mujeres lograron una movilización masiva de las mujeres, con unas 60.000 afiliadas en la Agrupación de Mujeres Antifascistas o unas 20.000 en Mujeres Libres. Es, por primera vez en la historia de España, una movilización organizada, una implicación, un compromiso por parte de las mujeres republicanas en la lucha antifascista. Estas asociaciones, más unas que otras, también defendieron demandas específicas feministas como la igualdad de trato a nivel laboral y dedicaron esfuerzos a la educación de otras mujeres.
¿Cree que la guerra civil española se prolongó en el tiempo por el funcionamiento de la retaguardia?
La retaguardia funcionaba lo mejor que podía, pero, obviamente, influyen otros factores: las enormes dificultades de abastecimiento, la falta de intervención y el escenario político internacional… En ese marco de dificultades enormes, la dedicación de las mujeres, muchísimas de manera voluntaria, fue una aportación importante para lograr la subsistencia y el mantenimiento de unos servicios básicos.
¿La presencia de las mujeres en la retaguardia fue novedosa en España?
En España sí es la primera vez que se produce. A nivel internacional, tendríamos el caso de la movilización de mujeres en Gran Bretaña durante la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, yo creo que España rompe los esquemas previos por lo masivo de esa dedicación de las mujeres a la causa anti fascista, a través de organizaciones o de forma individual. Ese es el gran cambio. Y otra novedad que rompe esquemas de género es la presencia de mujeres en las trincheras como milicianas, como soldados, como ciudadanas en armas. Es una opción de acción política de una minoría de mujeres comprometidas que entienden que su lucha debe ser semejante a la de sus compañeros y que, por tanto, también tienen un rol a desempeñar en los frentes de guerra. Esta figura de mujer soldado, armada, no la encontramos ni siquiera en la Segunda Guerra Mundial; no aparecerá hasta más tarde. Es una figura transgresora, obviamente, muy subversiva: aquellas mujeres adoptaron un rol que no estaba previsto para ellas.
¿El papel de las mujeres, teniendo en cuenta todos estos aspectos, llegó a ser tan importante como el de los hombres en la guerra?
En las trincheras y los frentes de guerra, en absoluto. Se trata de un fenómeno muy reducido en el tiempo, de julio a octubre del 36. Era una figura incómoda, así que se obligó a las mujeres a retirarse de los frentes. De hecho, a nivel simbólico, la España republicana empezó representando a estas mujeres como unas milicianas heroicas en su lucha contra el fascismo; sin embargo, esta imagen fue desapareciendo de los carteles para acabar imponiéndose una figura que quedará denostada, estigmatizada porque se les asocia a cuestiones escabrosas como la prostitución o un libertinaje sexual. En ese momento, todos los sectores políticos entienden que el lugar de las mujeres es la retaguardia. El franquismo también aprovechó esta idea generalizada para estigmatizar a las rojas, las republicanas y, entre ellas, a las milicianas.
¿Esa aportación de las mujeres a la retaguardia sí fue bien recibida en todo momento?
Muchísimo mejor. A nivel de imagen y representación, se pasó de la figura de la miliciana a la de la madre combatiente, que no solo es una madre que cuida a sus propios hijos y su familia, sino que es la madre social, que se dedica en la retaguardia a ofrecer todo tipo de servicios posibles: como decíamos antes, sanidad, atención a los refugiados, a la infancia, al suministro de alimentos para los suyos y para la comunidad. Yo entiendo que hay una mejora importante de su status social porque ya no se limita al ámbito doméstico de la familia, sino a la sociedad en su conjunto.
¿Cuáles serían los mitos de las mujeres en la guerra civil?
Ya hemos comentado el mito de la miliciana, que queda denostada prácticamente hasta la década de los 90. Hay otros grandes mitos, como la figura de La Pasionaria, Dolores Ibarruri, que desde la perspectiva de la izquierda y prácticamente del comunismo internacional, se convierte en representación de la España dolida, la España atacada, la España cuyo pueblo está asediado por el fascismo. O Federica Montseny, como anarquista y mujer que tiene que enfrentarse a contradicciones ideológicas: como anarquista plantea la eliminación del gobierno del Estado, pero acaba participando como ministra del gobierno de Largo Caballero. Otros mitos van resignificándose o sustituyéndose. El ejemplo más evidente sería Federica Montseny, que hoy en día ha quedado desplazada por las generaciones más jóvenes por la figura de Lucía Sánchez Saornil, una de las cofundadoras de la organización anarquista de Mujeres Libres. A Sánchez Saornil se le reivindica actualmente desde la literatura y también desde otra perspectiva que en ese momento se calló porque provocaba mucha incomodidad: ahora se sabe que era lesbiana y esa perspectiva ha suscitado interés en ciertos sectores interesados en modalidades distintas de transgresión. Lo que planteo es que cada generación hace su propia lectura o resignifica la importancia o la lectura de los grandes personajes históricos.
¿Estos avances de las mujeres en la guerra se mantuvieron después, aunque solo fuera en cierta medida?
No, todo se hundió. Por ejemplo, en Cataluña se había creado una organización oficial con el objetivo no solo de dar formación profesional a las mujeres, sino también como garante de la igualdad salarial y de oportunidades. O podríamos hablar también del aborto legal. Todos los derechos adquiridos por las mujeres durante la Segunda República desaparecen. El franquismo identifica a las mujeres como el gran sujeto que facilitó lo que ellos consideraron una decadencia. Por lo tanto, su planteamiento en el nuevo orden fue formular un estado que discrimina legalmente a las mujeres.
Supongo que estará de acuerdo en que durante el franquismo e incluso después desapareció la memoria del papel de las mujeres, ¿por qué hemos tardado tanto en volver a recordar ese papel?
Sí, hay una desmemoria, aunque no desde la perspectiva del mundo académico. Desde los años 70 en adelante, ha habido estudios constantes sobre las mujeres en la guerra civil. Por tanto, ha habido memoria académica; el problema estaba en la memoria popular, la memoria ciudadana sobre la guerra civil. Hoy quizá hay mayor interés, aunque ya en 1997 nació la asociación Mujeres del 36, mujeres mayores ya en aquel momento que iban a las escuelas y a las facultades para dialogar con los estudiantes, explicarles su experiencia durante la guerra y fomentar una cultura de paz. Fue ejemplar, quizá también poco conocido. El tema de la desmemoria, por tanto, creo que quizá habría que matizarlo.
En las películas y novelas de ficción ambientadas en la guerra, muchas veces las mujeres que se implican aparecen retratadas como esposas, novias o hermanas de los verdaderos líderes, ¿le parece injusto?
Sí, desde luego, soy muy crítica con algunas de las películas. La clave está en el reconocimiento de la subjetividad histórica de las mujeres. En algunas películas aparece esta figura tradicional de mujeres limitadas a actuar de manera subsidiaria, como novias, en función de los hombres. Ya hay suficiente documentación desde hace tiempo para hacer una lectura que dé el reconocimiento debido a las mujeres como sujetos históricos, como protagonistas con capacidad de decisión sobre sus propios compromisos democráticos y de lucha anti fascista. Por toda la documentación y todos los testimonios que tenemos, no podemos pensar en las mujeres como figuras subsidiarias ni mucho menos.
¿Cree que estamos cometiendo el mismo error de prestar menos atención al papel de las mujeres en las guerras de hoy en día?
Sí, creo que esto ha pasado muy a menudo y sigue pasando. Es esta noción de que las mujeres en las guerras son sólo una parte de la población civil que queda derrotada, cuando también hay mujeres que intervienen de manera activa. Otro aspecto que yo diría que también hemos olvidado a menudo es la función que han tenido las mujeres históricamente en muchas situaciones de guerra en cuanto a facilitadoras de pactos de paz. Me refiero, por ejemplo, al caso de Irlanda o el de los Balcanes. Las mujeres no solamente son víctimas, también protagonizan la capacidad de resistencia frente a situaciones de guerra.