La ganadería industrial suma otro factor de riesgo: los visones almacenan el virus de la COVID-19
Los visones americanos han añadido en plena pandemia otro factor de riesgo al inquietante listado de efectos secundarios de la ganadería industrial, que ya incluye intensas emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación de las aguas por nitratos, la generación de resistencia a antibióticos en los humanos y la desaparición del modelo tradicional de ganadería familiar: esos animales actúan como reservorios del sars-cov-2, el coronavirus que provoca la covid-19, y está por descartar que no lo transmitan al ser humano, algo que se está investigando a raíz del doble brote registrado en una granja de La Puebla de Valverde (Teruel), donde resultaron contagiados siete de los empleados y buena parte de los 92.700 mustélidos.
La Consejería de Agricultura del Gobierno de Aragón “no puede determinar si existe transmisión de humanos a animales o viceversa, puesto que tal conclusión debe ser objeto de otro estudio”, señaló ese departamento, que a mediados de julio ordenó sacrificar a toda la cabaña “como medida preventiva” tras dar positivo 78 de los 90 ejemplares estudiados (86,67%) en el cuarto rastreo realizado en la explotación tras su inmovilización el 22 de mayo.
Los expertos apuntan a que la segunda vía de esos contagios “parece ser que sí” se da, según explicó Juan José Badiola, director del Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes de Zaragoza, a Faro de Vigo. Otros, como Ignacio de Blas, profesor del Departamento de Patología Animal de la universidad de Zaragoza, destacan que las condiciones de “ambiente cerrado y hacinamiento” de ese tipo de granjas “favorecen más la propagación” del virus.
“La empresa cumplía con todos los requerimientos en materia de sanidad animal” y de bioseguridad, aseguró el consejero del ramo, Joaquín Olona, que insistió en que desde la inmovilización de finales de mayo no entraron ni salieron animales ni subproductos de la granja, una de las mayores del país.
La versión oficial comienza a mutar
En Holanda no hay un diagnóstico, ni tampoco un descarte, sobre esa hipótesis, aunque algunas evidencias apuntan a que sí puede darse la transmisión de personas a animales y que es probable que también se dé en sentido contrario.
Sería la enésima zoonosis, tras otras como el SARS o algunas gripes, que pasan de animales a personas antes de eclosionar hasta una dimensión pandémica en el ser humano. De hecho, los científicos llevan meses apuntando a los murciélagos y al pangolín como el origen del sars-cov-2.
Los informes del Ministerio de Sanidad apuntan que, en las dos principales especies de la ganadería industrial, cerdos y aves de corral, “no se observó replicación activa del virus tras la inoculación experimental” del coronavirus, aunque sí dan por hecho que “es posible la transmisión humano-gato, y también existe la posibilidad de transmisión gato-gato y entre hurones”. “No hay evidencia de transmisión desde los animales a los humanos ni parece que la enfermedad en animales tenga una gran contribución en la epidemia”, añadían.
Eso ocurría el 17 de abril. Dos meses y medio más tarde, a primeros de julio, la versión oficial había comenzado a mutar: la ausencia de evidencias se transformaba en que “en este momento hay muy pocos casos descritos de transmisión desde los animales a los humanos”; es decir, que empieza a haberlos.
“Los hurones, los felinos (gatos, tigres y leones), los visones y los hamsters son susceptibles a la infección y pueden desarrollar la enfermedad y también los perros en mucha menor medida”, anotaba ese segundo informe, que también recogía que en Holanda “se pudo constatar la infección de dos trabajadores de las granjas afectadas en los que se atribuyó transmisión desde los visones enfermos”.
WWF pide cerrar todas las granjas, como en Holanda
Las autoridades sanitarias holandesas no han llegado a una conclusión, aunque han optado por sacrificar la cabaña de las 26 granjas de visones existentes en su territorio. En Dinamarca van tres, dos más que en España, donde siguen abiertas otras 38 cuyo cierre piden organizaciones como WWF, que ha lanzado una campaña.
“Son bombas biológicas y bombas sanitarias”, señala Cristina Martín, técnico de la organización ecologista, que coincide con Laura Moreno, de la misma entidad, en destacar que se trata de una especie declarada invasora en 2011 por sus efectos dañinos para otros animales y que, mientras las comunidades autónomas dedican recursos a combatir su presencia en los ecosistemas, se cría de manera industrial para fabricar artículos de lujo como los de la peletería.
“Ante el riesgo para la salud por contagios de coronavirus de visones a humanos y los graves impactos ecológicos de las granjas de visón americano, WWF pide al Gobierno el cierre inmediato y definitivo de las [granjas] existentes en nuestro país, acorde al peligro que supone esta actividad”, señaló en un comunicado la organización ecologista, que recuerda que “ha alertado reiteradamente de esta bomba para la salud y para la biodiversidad desde que se produjo el primer contagio de coronavirus en una granja de visones americanos en Holanda y ahora es una realidad en nuestro país”.
Más de medio millón de animales muertos cada año
En España se sacrifica cada año más de medio millón (hasta 750.000 según algunas estimaciones) de visones americanos, la especie preferida por los peleteros por tener todo el pelaje negro con la excepción de una pequeña mancha blanca bajo el hocico. Los animales viven alrededor de seis meses, ya que los partos tienen lugar en primavera y salen de las granjas antes de fin de año, antes de morir para ser despellejados.
Los últimos datos reunidos por WWF apuntan a que las 38 granjas que operan en el país reúnen un total de 135.575 madres, cuya camada media es de cinco ejemplares cada año.
El grueso del sector se concentra en Galicia, con 31 granjas en las que son explotadas una media de 2.744 madres. Le siguen en intensidad Castilla y León (tres cuadras y un promedio de 4.890 criadoras), Euskadi (dos y 5.615) y, ya con una, Aragón (17.651) y la Comunitat Valenciana (7.700). La única explotación que operaba en Madrid, con 1.100 animales reproductores, cerró hace unos años.
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