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“La inmensa mayoría de las mujeres ha visto que el feminismo también les afecta”

El movimiento 8 de marzo de todo Aragón se reúne este domingo en el Centro Luis Buñuel de Zaragoza, justo un mes después de la histórica huelga feminista. A ese encuentro acudirá, por ejemplo, Julia Cámara (Murcia, 1992). Con un Máster en Historia Contemporánea bajo el brazo, Julia Cámara forma parte desde hace algo más de tres años de Feminismo Unizar, una de las que organizaciones que empezó a trabajar con la mirada puesta en el 8M aragonés.

Tras el éxito de la convocatoria del 8 de marzo, ¿de qué están más orgullosas?

Por un lado, de haber logrado implicar a muchísimas mujeres que no estaban organizadas previamente, que no eran activistas feministas. Esto ha llevado a una participación masiva de mujeres y también a que muchos sectores hayan comprendido lo que estábamos reivindicando y proponiendo. El segundo éxito sería haber tejido redes entre grupos pre existentes porque, en los últimos años, en el Estado español ha habido un aumento del número de colectivos feministas y del número de mujeres organizadas incluso políticamente, pero había una desconexión importante por distintos motivos: por sectores generacionales, porque había colectivos que se dedicaban a aspectos concretos, porque las mujeres sindicalistas no estaban trabajando mano a mano con las que estábamos en los movimientos sociales... El proceso del 8 de marzo nos ha puesto en contacto a todas, nos ha hecho tejer redes y romper esa brecha, sobre todo, en lo generacional. En tercer lugar, estamos orgullosas de haber ayudado a transformar la imagen social del feminismo y del movimiento de mujeres. Creo que después de este 8 de marzo no es posible hablar de feminismo como se hacía previamente sin generar rechazo social y esto es importantísimo.

¿Por qué no habían trabajado a una hasta ahora esos movimientos de mujeres?

Una de las claves es generacional porque en el Estado español, aunque por supuesto hay mujeres en edades intermedias, existen básicamente dos cortes generacionales de activistas feministas. Por un lado, estarían las mujeres muy jóvenes, en torno a los 20 años o incluso menos, que se han autoorganizado en colectivos con sus amigas, con compañeras de clase... y responden a la nueva oleada a partir del 7N de 2015. El segundo corte generacional sería el de mujeres organizadas desde hace mucho tiempo, que perviven de una cierta militancia anti franquista o del feminismo de la transición, con dinámicas muy consolidadas. Son sectores muy distintos incluso en el modo en que se entiende la realidad y se interviene en ella. Hacía falta un proceso movilizador que les pusiera en contacto, era complicado que dos universos tan diferentes pudieran encontrarse por sí solos, por mucho que estuvieran peleando por lo mismo.

¿Qué tipos de mujeres se han incorporado a estos dos bloques?

Se han incorporado, para empezar, muchas mujeres mayores. Lo hemos visto en Zaragoza, son mujeres procedentes de los barrios o que no habían estado implicadas en ningún tipo de activismo. Estamos convencidas de que esto nos va a enriquecer. Otro sector muy interesante es el de las madres de chicas que se empiezan a organizar y movilizar muy jóvenes, universitarias o incluso estudiantes de instituto. Es un fenómeno muy bonito que realmente está haciendo que muchas mujeres, entre los 40 y los 50 y tantos, empiecen a escuchar y a mirar lo que están haciendo sus hijas: a ir a las manifestaciones con ellas, implicarse e incluso a ir a alguna asamblea.

¿Por qué cree que se ha tardado tanto en transformar esa imagen del feminismo que comentaba antes?

El feminismo, como cualquier movimiento de emancipación, revuelve cosas asumidas. Al final, asumir una transformación de esas situaciones que conocemos previamente siempre cuesta; es una cuestión de costumbres. Además, realmente, hay sectores sociales que se benefician económicamente de que las mujeres trabajemos por menores salarios, de que las mujeres racializadas estén haciendo un trabajo de cuidados en unas situaciones de ilegalidad o de precariedad, del trabajo reproductivo gratuito de las mujeres... Esos sectores, claro, han querido denostar el feminismo y generar una imagen de que el feminismo es algo agresivo que busca imponerse. El 8M ha sido tan grande que ya no es posible sostener eso, porque la inmensa mayoría de las mujeres ha visto que el feminismo también les afecta a ellas; ya no es algo de grupos reducidos de tipas que no tienen muy claro qué están proponiendo, sino una defensa de una vida digna para todo el mundo. Eso es imposible no defenderlo.

¿Cuáles serían los retos a partir de ahora?

Uno sería mejorar y avanzar en la coordinación estatal. El 8 M ha puesto en contacto no sólo a diversos sectores de mujeres, sino también a todas a nivel estatal y eso hay que afianzarlo. Avanzamos hacia un encuentro estatal del movimiento feminista antes de verano. Otro de los retos sería ver cómo ampliamos los marcos para tejer alianzas e incluir a diversos colectivos de mujeres: mujeres con mayor precariedad, mayor exclusión social o que viven situaciones más complicadas, como las racializadas o las que no entran dentro de los códigos de la heteronorma. Esos serían los dos retos: la coordinación estatal y las alianzas diversas para que el feminismo incluya a todas.

Coordinación y alianzas, ¿con qué objetivos prioritarios?

Para empezar, hay que tener presente que el avance tiene que ser colectivo. Esto no vale si llega una conquista de derechos para un sector reducido de mujeres y hay otras que se quedan atrás. Tejer alianzas servirá para que realmente nadie se quede atrás. También, porque es a través de la inclusión de todos los sectores de mujeres como realmente vamos a ser capaces de construir movilizaciones potentes y de generar conflictos reales en los diversos espacios de trabajo, en los centros educativos, en las calles... Y porque a raíz de esos conflictos es como vamos a avanzar en la conquista de derechos.

¿Ve peligroso que el feminismo se haya convertido en cierto modo, en tendencia?

Peligros hay, pero también hay potencialidades. Por ejemplo, yo veo muy bien que una cantante de moda salga al escenario reivindicando que es feminista. Luego discutiremos si ese feminismo es el que nosotras defendemos o no, pero eso puede hacer que muchísimas chicas se planteen qué es ser feminista y se planteen que pueden serlo. Claro, el problema está si el feminismo queda reducido a una marca que se pueda consumir: comprar camisetas feministas, escuchar cantantes feministas, ver películas feministas y acudir a bares feministas. La forma de contrarrestar esto es no quedarnos sólo en la batalla cultural y por la representación, aunque sea importante. No podemos renunciar a esa batalla, pero hay que pelear también por las batallas materiales: defender, por ejemplo, que acabe la semi esclavitud para las trabajadoras del hogar internas, que las compañeras en huelga puedan conseguir sus demandas...

¿Hay también peligro de que se sume al carro gente que realmente no comparte los principios feministas?

Sí, está pasando. Lo hemos visto en la evolución del discurso de Ciudadanos o de Cristina Cifuentes. Por eso, tenemos que plantearnos qué demandas acentuamos. Nosotras estamos defendiendo, por ejemplo, la ruptura del techo de cristal, esa situación que provoca que el número de mujeres en altos cargos directivos sea porcentualmente ridículo. Eso es algo a lo que, a lo mejor, Cristina Cifuentes se puede sumar. Pero también estamos defendiendo el fin de la segregación de empleos por género, la socialización del trabajo de cuidados... y eso es algo a lo que determinadas personas o posturas político ideológicas no se pueden sumar. Ahí está la vacuna.