Tras las huellas de científicas del siglo XX es el libro de divulgación sobre las investigaciones científicas de doce mujeres que han publicado recientemente María José Barral Morán (Logroño, 1954), Carmen Magallón Portolés e Isabel Delgado Echeverría.
¿Qué aporta el libro Tras las huellas de científicas del siglo XX?
Habría que empezar por señalar de dónde partimos: la historiografía convencional ha omitido sistemáticamente todas las actividades e ideas de la mitad de la humanidad, es decir, se ha considerado que las aportaciones de las mujeres a la sociedad nunca eran relevantes. Partimos de que las mujeres han estado y están silenciadas; y, en ciencia, todavía más. Entonces, ¿qué queríamos aportar con el libro? Ya se sabe mucho de las vidas de las doce mujeres de las que hablamos en el libro, pero queríamos aportar sus investigaciones: incorporar a qué se dedicaron dentro de la ciencia y poner de relieve que esas investigaciones fueron realmente muy relevantes y reconocidas en su época y que algunas de ellas siguen siendo relevantes setenta u ochenta años después, porque hoy en día se siguen citando las investigaciones de estas mujeres de los años 20 o 30 del siglo XX.
Entonces, ¿se dio más valor en su época a las investigaciones de estas mujeres que después?
Desde luego. No sabemos por qué los hombres a los que también se dio importancia en su momento después sí han sido incorporados a la historia de la ciencia; me refiero a coetáneos de estas mujeres como Marañón o Vallejo-Nájera. A todos nos suenan esos nombres y, sin embargo, prácticamente nadie conoce los nombres de las doce mujeres del libro.
¿En qué doce mujeres se han fijado?
Ha sido una selección -es sólo una muestra, no queríamos hacer un catálogo- por proximidad a nuestras propias titulaciones: Biología y Ciencias Naturales, Física y Química y Medicina, Neurociencia y Psicología. Las doce mujeres del libro se han dedicado a estas materias. Queríamos que fueran de distintas zonas geográficas del país, queríamos que hubiera solteras y casadas, con hijos y sin hijos... que fuese una muestra lo más variada posible.
Aunque la selección sea variada, entre el total de las mujeres científicas del siglo XX, ¿había un patrón?
No. De hecho, en el libro hay cuatro solteras y ocho casadas. Y, entre las casadas, sólo tres tuvieron hijos. También queríamos que fueran de distinta extracción social. Es cierto que la mayoría son de familias acomodadas, pero hay, en concreto una, de familia muy humilde.
¿Qué destacaría de lo que aportaron estas mujeres?
Por ejemplo, Concepción Aleixandre, ginecóloga, hizo la primera patente de unos pesarios en nuestro país. Jimena Fernández de la Vega trabajó en intersexualidad, en determinación del sexo; es una de las genetistas más evidentes, llamada por Marañón y el gran patólogo del reino, que era Nóvoa Santos, para que explicara Genética a los médicos, porque ellos no sabían. Una muy particular es Josefa Barba-Gosé: la conocí como J. B. Flexner. Es decir, conocía sus trabajos sobre los mecanismos bioquímicos de la memoria del doctor Flexner, pero resulta que este doctor era una mujer, era española y era Josefa Barba-Gosé. Estos trabajos sobre la memoria siguen siendo citados ahora, en el siglo XXI. Y no por cualquiera: por ejemplo, por Eric Kandel, premio Nóbel de Medicina en el año 2000, por su investigación también sobre la memoria. Estamos hablando, por tanto, de mujeres relevantes. Además, son mujeres que estuvieron en todos los temas importantes nacionales e internacionales; estoy hablando del eugenismo, del higienismo... Algunas están en el nacimiento de la Psicología. No había titulación de Psicología en aquella época, pero algunas la obtuvieron formándose en el extranjero. Lo cierto es que todas hablaban varios idiomas, todas tuvieron estancias en el extranjero y todas publicaron a nivel nacional e internacional.
¿Todavía queda mucho por hacer en cuanto a recuperación de figuras femeninas olvidadas?
Lo que más nos interesa de este libro es que se vaya incorporando a las Facultades de Educación, para que los futuros educadores y educadoras las incorporen en la historia de la ciencia. Es decir, se trata de crear genealogía, de que estén en igualdad de condiciones con los hombres, porque tenían cualidades y reconocimiento para ello.
Supongo que no hay respuesta a por qué se han quedado olvidadas estas mujeres...
No tenemos respuesta, exacto. Luego, es curioso porque hay un comentario despectivo sobre que todo esto es “mujeres haciendo historia de mujeres”. Para mí, eso es un auto reconocimiento de que la historiografía convencional las ha olvidado, ha pasado de ellas. Por tanto, estos trabajos lo que hacen es mejorar la historiografía, completarla, porque está incompleta. Falta prácticamente la mitad de la sociedad.
A pesar de este olvido que comenta, ¿cree que ahora sí hay interés por recuperar a esta mitad de la humanidad?
Creo que sí. Muy lentamente, pero sí. La situación ha cambiado bastante desde los años 90, cuando se empezaron a publicar los primeros catálogos para rescatar los nombres de mujeres que habían tenido becas de la Junta de Ampliación de Estudios y que, por tanto, habían salido al extranjero en distintas disciplinas. Desde aquellos catálogos, ahora se va profundizando cada vez más y sí se va mejorando. Pero todavía falta. No queremos sólo sus historias y sus vidas, aunque muchas son muy interesantes. Queremos también que se conozcan sus aportaciones científicas, como se conocen las de sus compañeros hombres, porque estaban ahí y eran relevantes.
¿A veces pecamos de conformarnos sólo con nombrar a las mujeres?
En este caso, no. Este libro aúna sus aportaciones científicas. Por eso, hemos cogido mujeres afines a nuestras propias titulaciones: para poder hablar de sus investigaciones. No hemos cogido matemáticas; ninguna de nosotras tres podríamos hablar de investigaciones matemáticas. Queríamos desarrollar sus aportaciones y poner de relieve su importancia en aquel momento y, en muchos casos, su reconocimiento posterior. Lo de nombrar a las mujeres sin analizarlas en profundidad ha sido uno de los problemas. Inicialmente estaba bien: hacía falta rescatarlas, saber simplemente si eran mujeres o eran hombres -porque en muchas publicaciones hasta hace muy poco aparecían sólo sus apellidos-... En algunos casos, estos primeros catálogos o listados de mujeres se pudieron hacer sólo porque al lado ponía “señorita” o “mrs”. En primer lugar, había que rescatarlas. Pero el segundo paso es poner de relieve sus aportaciones científicas, que entren ya en la historia de la ciencia. Eso es lo que hemos pretendido con este libro, aunque es un libro de divulgación.