“Las mujeres a las que les gusta recibir piropos están alienadas”

Irene Adiego (Zaragoza, 1992) y María Palacín (Zaragoza, 1993) nos confiesan que están nerviosas por la entrevista. Al verlas, con sus cuadernos y sus pulseras, no llaman la atención. Parecen solo dos amigas que han quedado a tomar un café y un poleo a mitad de una tarde en cualquier cafetería. 

Sin embargo, nos han propuesto este establecimiento teniendo en cuenta que es céntrico, que no sería bullicioso y que tiene zonas bien decoradas y con luz suficiente como para conseguir unas buenas fotografías. Cuando empiezan a hablar sobre feminismo, también se nota que han debatido a conciencia. 

Después de un verano horrible en casos de violencia de género, ¿luchar contra esa lacra vuelve a ser el objetivo prioritario de las organizaciones feministas? 

María: Sí, pero antes tenemos que luchar contra todos los comportamientos o actitudes que pueden conducir a esa violencia física 

Irene: El asesinato es la cúspide de la pirámide de las violencias machistas, pero en la base hay muchos otros comportamientos. Nosotras somos un grupo de formación y nuestro objetivo es acercar a los estudiantes una educación feminista que ahora mismo no existe. 

María: También nosotras estamos en continua formación. Leemos textos, comentamos nuestras experiencias... es un proceso continuo de desaprender y aprender. 

¿Falta concienciación sobre esos comportamientos machistas previos a la violencia? 

I: La gente no está concienciada porque a las mujeres de nuestra generación nos han hecho pensar que hemos nacido en un país con una sociedad igualitaria. Nos hacen ver que somos libres porque no tenemos impedimentos legales. En el franquismo, las mujeres necesitaban pedir permiso a su marido para abrir una cuenta bancaria. Ahora no hay tantas prohibiciones legales, pero sí normas culturales y presiones: el trabajo doméstico y de cuidados sigue siendo muy femenino, se juzga nuestra vida sexual, se relega a las mujeres al ámbito privado. ¿Qué representación hay de las mujeres en la política o en los consejos de administración? 

M: Además, las mujeres cobran menos sueldo por el mismo trabajo. 

¿Falta entonces dar un paso social, tras el salto legal de la generación anterior? 

I: Sí, aunque no todas las leyes son ahora mismo feministas todavía.  

¿La última reforma del aborto sería un ejemplo del trabajo pendiente todavía en el terreno legal? 

M: Claro, hay un grupo de población que queda totalmente desprotegido, que son las menores de edad. Esto, a pesar de que el porcentaje de chicas jóvenes que iban a abortar sin sus padres era solo un 10%, era mínimo. 

I: Lo que se busca con esta ley es relegar a ese pequeño porcentaje de mujeres a la exclusión social. Aparte de los derechos reproductivos, la famosa ley de Zapatero de violencia de género es insuficiente: las mujeres siguen enfrentándose a muchas trabas a la hora de poner una denuncia. Habría que mejorar la protección real de las víctimas. 

M: Otro problema son los menores. Las víctimas de violencia de género se ven condicionadas porque piensan que si siguen en el domicilio de su maltratador, podrán protegerles. Sin embargo, si se separan y se fija una custodia compartida, no podrán cuidar de sus hijos mientras los pequeños estén con él. 

I: Se ha avanzado legalmente, pero eso no quiere decir que las instituciones sean feministas, es decir, no buscan la igualdad. Para nada. Siguen siendo machistas. Las leyes y la historia han sido escritas por hombres. 

Más allá de la legislación, ¿qué otros micro-machismos denunciáis? 

M: Hay muchísimas actitudes que están muy 'invisibilizadas': pedir en un bar una caña y un café y que siempre sirvan el café a la mujer y la cerveza a su compañero. La idea de que el hombre 'ayuda' a la mujer en las tareas domésticas en lugar de pensar que está asumiendo la mitad de su responsabilidad. En entornos políticos o asamblearios, los hombres suelen tomar la palabra mucho más que las mujeres; nosotras nos sentimos cohibidas, se nos imponen... Esto supone que las mujeres manifiestan menos su opinión y, por tanto, el punto de vista predominante siempre es masculino. Por otra parte, la medicina está muy ‘masculinizada’ y ‘medicalizada’; esto puede provocar “violencia obstétrica”, la falta de humanidad en procesos propios de la mujer, como un parto o una revisión ginecológica. Como estudiante en prácticas de Enfermería, he escuchado en un paritorio reproches sobre su peso a una mujer justo después de haber dado a luz. Tampoco se debería utilizar en las consultas el calificativo de “promiscuas” para las mujeres que tienen varias parejas sexuales; son culpabilizadas. El piropo también es una forma de acoso muy normalizada en la sociedad. La mayoría de las personas no lo perciben como una agresión hacia la seguridad y contra nuestra integridad. 

¿No puede haber mujeres a las que incluso les gusten esos piropos? 

M: Si desde pequeñas nos dicen que lo único importante para conseguir una casa, un marido y unos hijos -que es el plan de vida que han trazado para nosotras- es tener el mejor cuerpo posible y estar perfecta para tu pareja; obviamente, un piropo no ofende porque parece lo mejor que te pueden decir. Esas mujeres a las que les gusta recibir piropos están alienadas. No se han dado cuenta de que ellas pueden aspirar a algo más que a ser piropeadas y usadas como un objeto. 

I: No podemos caer en el argumento de que las mujeres también somos machistas. Pues, claro, no vivimos en Marte; vivimos en una sociedad machista en la que todos somos machistas. 

En vuestro blog denunciáis que otro micro-machismo es que algunos temas sigan siendo tabús... 

M: Sí, por ejemplo, la menstruación. No puede ser que hoy en día una chica tenga que pasar un tampón a una compañera como si fuera un paquete de droga. Debería ser una situación normalizada: sí, tienes una mancha en tus pantalones, no pasa nada. No debería provocar asco ni rechazo. Al fin y al cabo es algo que nos ocurre todos los meses a todas las mujeres. 

I: Se podría hablar incluso de violencia menstrual. De todas formas, 'micro-machismo' no significa que sean temas menores, sino que están 'invisibilizados'. Las organizaciones feministas tenemos abierto el debate sobre si deberíamos eliminar el término 'micro-machismos'. Ha servido para acercarnos mucho a la sociedad, pero puede hacer pensar que no es algo importante. Violencia no es solo que te maten, también es que no te sientas libre por tener la regla. 

Como decíais, ya formáis parte de una generación educada en democracia. ¿Cómo pueden seguir repitiéndose estas actitudes?  

M: Yo creo que es porque se abusa de la comparación. Antes no podíamos votar ni conducir. O nos comparan con otras culturas: hay mujeres que no pueden salir de casa sin el permiso de sus maridos en algunos países. Claramente, estamos mejor que las mujeres de otras zonas del mundo o de otras épocas. Pero tenemos que compararnos con los hombres. 

I: El patriarcado es un sistema muy bien organizado. Es el sistema más antiguo del mundo y supo amoldarse al capitalismo para sacarse provecho mutuamente. El patriarcado beneficia al actual sistema económico, haciendo que las mujeres no seamos libres. Gracias al patriarcado hay un trabajo reproductivo que al capitalismo le sale gratis. Y este sistema patriarcal no nos quiere felices. Porque si somos felices, seremos libres. Cuando no nos importe lo que piensen de nosotras los demás, ya no seremos sumisas. 

¿No es excesivo lo de que el patriarcado quiere infelices a las mujeres? 

M: Nos hemos oído a menudo que somos unas exageradas o unas histéricas. Pero es que la justificación es simple: para que a una mujer se le ejerza una violencia física directa, previamente se le ha tenido que ejercer una violencia psicológica, tiene que estar en un estado vulnerable en el que no se acepte a sí misma, no se quiera, no se valore,... Y es el propio sistema quien nos empuja a tener una autoestima baja.