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Zaragoza ensaya un plan para que los vecinos aprendan a resolver conflictos

Recorren las calles de su barrio con un chaleco naranja y detectan comportamientos poco ejemplares entre sus vecinos. Son los llamados agentes comunitarios, empeñados en hacer de su barrio un lugar mejor para convivir. Para ello, utilizan una técnica ampliamente conocida pero poco practicada: la mediación como vía alternativa a la resolución de conflictos.

Se trata de la iniciativa ‘Conviviendo en el barrio’, que ahora celebra su sexta edición, organizada por la asociación A mediar. Lo hacen en colaboración con la oficina del Plan Integral del Casco Histórico (PICH), un programa de intervención comunitaria referente en Zaragoza. 

La suciedad en los espacios públicos o el ruido en las calles son las principales quejas y el origen de muchos de los conflictos que se dan entre vecinos. Esta asociación, que promueve su solución a través del diálogo, trabaja en los barrios de San Pablo, el Casco Histórico o La Magdalena, donde conviven personas de distinta nacionalidad, cultura y raza.

Desde este mes de septiembre y hasta diciembre, diez personas elegidas entre los candidatos seleccionados por los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Zaragoza participan en un curso de formación de 150 horas. Allí aprenden técnicas de comunicación y resolución de conflictos, así como aspectos de salud comunitaria. “Los formamos a ellos para que sensibilicen a sus vecinos y entre todos construyan un barrio mejor”, indica María Rivasés, de A mediar.

Han celebrado ya cinco ediciones, más la que se está llevando a cabo ahora, y el resultado no ha podido ser más satisfactorio, comenta. “Empiezan hablando con sus vecinos con cierta vergüenza y reparo y acaban resolviendo problemas que hacen difícil la convivencia”, indica.

“Este proceso de mediación evoluciona a medida que el curso avanza. No es fácil decirle a un vecino que no orine en la calle o que deposite la basura en el contenedor. Algunos pueden reaccionar bien, pero otros pueden tomárselo peor. De ahí que estos agentes porten un chaleco naranja cuando salen a sensibilizar a las calles. Con él se sienten reconocidos y amparados de alguna forma para actuar en este tipo de situaciones”, subraya.

A la hora de planificar el curso, la asociación A mediar intenta hacer un grupo mixto, es decir, mezclar a personas implicadas con su barrio con otras que no sienten esa inquietud para que entre todos aprendan. Cuando finaliza la formación, los asistentes acaban siendo los que mejor gestionan los conflictos, que van desde un repunte de chinches en una comunidad; a problemas de ruido, sobre todo en verano, o la suciedad en las calles.

Pero la clave del éxito de este proyecto está también en la participación de todos los agentes presentes en estos barrios del centro de la ciudad. Las trabajadoras y educadoras sociales imparten parte de estas clases, al igual que el centro de salud. Incluso otras asociaciones culturales como “Gozarte” participan y organizan un recorrido histórico por el barrio. En definitiva, se trata de una actividad colectiva para construir entre todos un espacio mejor, porque ‘cuidando nos cuidamos’, como indica un lema de la iniciativa.

En la capital aragonesa, este servicio de mediación solo se encuentra en el Casco Histórico. Allí conviven muchos vecinos de distintas nacionalidades, razas y culturas y concentra también un gran número de bares, además de ser una zona de paso. Todo ello influye de alguna forma en la aparición de conflictos, aunque desde la asociación A mediar insisten en que este servicio sería igualmente necesario en otras zonas de la cuidad.