ENTREVISTA
Fotógrafo documental cofundador de eulixe.com
Juan Teixeira: “La cárcel donde está Pablo González se conoce como el Guantánamo europeo”
El fotógrafo vigués, cuyo último trabajo internacional fue en Ucrania junto al periodista vasco que lleva 17 meses en prisión preventiva en Polonia, pide un “juicio justo, rápido y que se respeten sus derechos humanos”
Desde que el 28 de febrero del año pasado el fotoperiodista vasco Pablo González fue detenido en Polonia y encarcelado bajo régimen de prisión preventiva, Juan Teixeira recorre España y todos aquellos lugares donde lo quieran escuchar para exigir un juicio justo y el respeto de los derechos humanos de su amigo y compañero de trabajo.
Estos días ha estado en Gijón, en la Semana Negra, donde, en el marco de los encuentros de Fotoperiodismo, ha proyectado su montaje 'Antes de la guerra“, centrado en el trabajo que él y Pablo González desarrollaron en Ucrania durante años antes de que se desatase el conflicto con Rusia. Aunque ”conflicto ya existía“, dice con resignación.
Teixeira y González se conocieron en 2011 cursando un máster de periodismo en Bilbao y desde entonces no se habían separado. Siempre han trabajado juntos y desde 2014 lo hicieron en el espacio postsoviético, en el que Pablo González está especializado. La última vez que lo hicieron, pocos días antes de la invasión.
“Fuimos allí para ver un poco cuánto había de realidad o no en los rumores de que Rusia iba a entrar en el país. Estábamos por la línea de frente, en la zona de Avdivka. Pablo tenía un directo para televisión y nos colocamos delante de un complejo militar”, nos cuenta.
“Lo tuvieron esperando para entrar más de una hora y los militares se iban poniendo cada vez más nerviosos hasta que se acercaron. A mí me borraron las fotos de la cámara y nos hicieron copia de los pasaportes”, continúa.
Poco después de ese incidente el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) los llama para que se trasladen “inmediatamente” a Kiev donde, tal y como cuenta Teixeira, Pablo es interrogado durante más de tres horas y sale con una acusación “informal” de ser “un espía ruso”. Las pruebas que esgrimen “es que trabaja para el diario Gara y que tiene una tarjeta de la Caja Laboral Kutxa”.
Los dos se lo piensan y ante la ausencia de denuncia firme contra ellos y viendo cómo está la situación, creen que lo único que ha pasado es que las autoridades han querido darles un susto para que relajasen sus coberturas y deciden quedarse. Sin embargo todo cambia por algo que sucede a más de mil kilómetros de allí.
“Ese mismo día el CNI español interroga a Oihana, a su pareja, en su caserío del País Vasco”, nos relata Teixeira. “Llegan con dos furgones y hablan con ella, dejándole caer que lo están investigando y que lo están siguiendo, pero sin más”. Para ella no es un interrogatorio, simplemente lo entiende como “un aviso de... mira, estamos investigando a Pablo, tened cuidado”.
Este no es el único interrogatorio de la inteligencia española, ese mismo día, Teixeira cuenta que también se personan agentes en la casa de la madre de Pablo en Cataluña y de uno de sus amigos, en la ciudad de Barcelona. A éste, según palabras del fotógrafo vigués, le llegan a decir durante la charla que mantuvieron más de hora y media, “¿sabe que ha tenido un espía ruso en su casa?”.
Cuando los dos fotoperiodistas se enteran de lo ocurrido con sus familiares y amigos deciden volver a España porque todo les parece demasiado extraño. Y ahí es la última vez que Juan Teixeira está con su compañero, uno se va para Vigo y el otro para Bilbao. Y llega la calma.
Regreso para contar la noticia esperada
Durante diez días no se repite ningún episodio parecido con el CNI español y ante esa tranquilidad, Pablo González decide volver a Ucrania, porque está absolutamente convencido de su inocencia y porque no quiere perderse la que será posiblemente una de las noticias del siglo, la invasión rusa.
“Llevábamos trabajando sobre la zona más de ocho años”, cuenta Teixeira, “teníamos fuentes, medios. No como al principio, cuando nos costaba colocar el material que conseguíamos, y hasta perdíamos dinero”. Pablo González tenía ahora un nombre y creía que era donde tenía que estar porque, como señala su compañero “sabe muchísimo del conflicto ucraniano. Yo diría que es el periodista de habla hispana que más sabe sobre este conflicto”.
Llevábamos trabajando sobre la zona más de ocho años. Teníamos fuentes, medios. No como al principio, cuando nos costaba colocar el material que conseguíamos, y hasta perdíamos dinero. Pablo tenía ahora un nombre y creía que era donde tenía que estar
Teixeira no lo veía claro y así se lo trasladó a Pablo. Temía que ya en guerra y con las dudas que se habían sembrado sobre él, corría demasiado riesgo. Por eso Pablo decidió no ir a Ucrania y quedarse en la frontera, en Polonia. Espacio europeo y mucho más tranquilo y seguro.
“Yo soy inocente ¿qué voy a hacer? No voy a quedarme en casa”, cuenta que le comentó, “eso es lo que quieren”. Por eso viajó a la frontera y su último trabajo lo hizo desde una estación de tren, contando el tránsito de miles de refugiados ucranianos y también rusos que llegaban al país. “Desde allí incluso desmiente un bulo que decía que sólo dejaban pasar ucranianos en la frontera, él enseñó personas de color y lo desmintió”, nos dice.
Esa misma noche, la del 28 de febrero, cuando Pablo llega al hotel lo detienen y lo llevan a prisión. “Sólo le permiten hacer una llamada a su mujer y le dice que avise a su abogado Gonzalo Boye”, relata Teixeira que añade que sin embargo Boye no puede hablar con él hasta meses después. “Las dos primera semanas estuvo sin abogado, con dos de oficio que renunciaron, imagínate cómo lo vieron”, dice cabreado.
Dos pasaportes y dinero en efectivo
Desde ese día de febrero ya van 17 meses de prisión preventiva bajo una sólo acusación, la que emite entonces el Ministerio de Interior de Polonia que dice “detenido espía ruso en la frontera de Polonia” y, según cuenta Teixeira, basada en dos pruebas “que tiene dos pasaportes y dinero en efectivo”.
Porque Pablo González es también Pavel Rubtsov y sí, tiene dos pasaportes, español y ruso. Pablo es nieto de uno de los niños de la guerra y nació en Rusia, pero sus padres se separan y su madre se vuelve con él a España cuando tenía tan sólo nueve años. “Conociendo su historia familiar se desmonta fácilmente esa acusación de doble pasaporte, basta con ver su libro de familia, ahí viene todo”, comenta Teixeira, “y que yo sepa tener dos pasaportes no es nada ilegal ni extraño”.
Pablo está 23 horas al día encerrado en una pequeña celda, sin ventanas y sin luz natural. Sus tres hijos llevan 17 meses sin verle ni poder hablar con él. Puede salir sólo una hora al patio esposado
Además, Teixeira añade que para viajar y trabajar como periodista “logísticamente es mejor tener los dos porque hay lugares por los que te mueves mejor con uno que con otro”.
Pero para Teixeira lo más indignante ya no es la prisión preventiva que se renueva cada tres meses si no “el régimen de aislamiento al que está sometido”. “El está 23 horas al día encerrado en una pequeña celda, sin ventanas y sin luz natural. Entonces, claro, eso es lo complicado. Sin comunicación con con el exterior, Más que cartas y llamadas con el abogado y el cónsul, no puede”, cuenta con enfado.
Pablo González tiene tres hijos que llevan 17 meses sin verle ni poder hablar con él. “Puede salir una hora al patio únicamente, un patio de 20 metros cuadrados, esposado, y cuando lo vuelven a meter en la celda lo registran a fondo”, comenta con tristeza Teixeira, “está en una situación inhumana. Es cárcel es el Guantánamo europeo, así la llaman”.
Sin apoyo gubernamental
Una de las cosas que más molesta y menos entiende Juan Teixeira es el silencio del gobierno español. “Su mujer Oihana prácticamente no ha tenido noticias del Ministerio de Exteriores”, nos dice, “ha hablado con el cónsul pero nadie se ha comunicado con ella en ningún momento para darle explicaciones o blindarle apoyo, absolutamente nada”.
“Lo único que dicen es que los cargos son muy, muy serios y que la justicia polaca es independiente y que se están respetando sus derechos. Pero eso es mentira”, nos dice con enfado el fotógrafo vigués. “Polonia está dentro de la Unión Europea, y se han vulnerado más de 14 artículos de las convenciones de derechos humanos de la UE, así que es absurdo decir que se están respetando sus derechos cuando es evidente que no es así”.
Además Teixeira quiere que quede muy claro que “no hay cargos ni tenemos acceso al expediente completo de la acusación. Los cargos son gravísimos pero nadie dice cuáles son”. “Todo es muy surrealista”, comenta con desesperanza, “porque si tuviesen comunicaciones de Pablo con el Kremlin, pues no sé, que las presenten”.
“Lo único que nosotros exigimos es que haya un juicio rápido y justo y que se presenten pruebas, si es que las hay y si no, que lo dejen en libertad condicional”, sentencia. .
Hace poco más de una semana la Asociación #FreePabloGonzález viajó al Europarlamento y allí, durante dos días, en un acto organizado por Miguel Urban, Pernando Barrena y Ana Miranda, dieron a conocer el caso del fotoperiodista vasco. “Nos reunimos con europarlamentarios de cinco grupos diferentes y la verdad es que alucinan bastante con el caso porque no lo conocían”, comenta.
“La idea es ejercer un poco de presión desde el Parlamento, quieren organizar una visita a Pablo y poner en marcha diversos mecanismos burocráticos”, nos cuenta esperanzado, “ver cómo se puede acelerar esto”.
Lo que está claro es que ni Juan Teixeira ni todo el entorno de Pablo González tienen intención de rendirse hasta conseguir lo que buscan, que al menos pueda defenderse de algo, cuando conozca los cargos que hay contra él.
Un conflicto congelado
Para este fotógrafo documental, como él mismo se define, tan enquistada como la situación de su compañero está la guerra de Ucrania. “Es difícil que se acabe, ahora mismo ninguno de los dos va a dar el brazo a torcer y ninguno va a ganar. Entonces yo creo que se convertirá en en un conflicto congelado, en un estado fallido, que ya lo es”.
Teixeira, que durante muchos años estuvo trabajando sobre el terreno en la zona, ve complicado que se llegue a una “salida negociada” que él cree que ni occidente quiere y no entiende la postura de quienes apoyan el envío continuo de armamento a la zona. “No hay posibilidad de que ninguno de los dos gane sin utilizar armas de destrucción masiva. Entonces, no hay muchas perspectivas de solución, la verdad”, comenta con resignación.
A este gallego de ojos azules y aspecto tranquilo que no sólo ha estado en Ucrania, también ha cubierto la ruta de los refugiados en Grecia, el Kurdistán turco, Kosovo, Irán..., le preocupa la oleada reaccionaria que se expande y habla del cierre y protección de fronteras. “No sé qué más quieren endurecer, poner vallas de dos kilómetros de alto o algo así”, comenta, “ya existen zonas calientes de exclusión donde se tiene a las personas sin respetar sus derechos. Lo que hay que hacer es frenar el problema en origen”.
Nos habla además de lo complicado que es trabajar desde estas zonas y contar lo que está pasando. “En primer lugar, hay una censura económica, hacer frente a los gastos que supone moverse por ahí es muchísimo, porque si tienes un fixer, un coche, un mínimo de seguridad, pues igual te estás gastando 600 dólares al día en primera línea”, detalla en lo que él llama la primera barrera para los periodistas freelance. “Todo es más fácil si detrás tienes un gran medio”, añade.
Creo que también es una especie de aviso a navegantes, de decir, cuidado con lo que hacéis, cuidado de qué habláis. Tenéis que ceñiros un poco al relato oficial y los que os salgáis del relato oficial, ateneos a las consecuencias
Pero sigue apostando por estar porque asegura que cuantos más ojos haya para mostrar la realidad mejor, “así no permitimos que canalicen la información y que se difunda un pensamiento único”. Y ahí es dónde él vuelve a Pablo. “Creo que también es una especie de aviso a navegantes, de decir, cuidado con lo que hacéis, cuidado de qué habláis. Tenéis que ceñiros un poco al relato oficial y los que os salgáis del relato oficial, ateneros a las consecuencias”, señala.
“Antes de la invasión rusa, para mí allí ya había una guerra directamente. Murieron más de 15.000 personas. Entre 2014 y 2022 había tres líneas de trincheras separando las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk y Ucrania. Había bombardeos continuos”, recuerda. “Nosotros cubrimos desde el lado ucraniano pero también desde el frente ruso y lo que cubríamos allí, en Rusia, era prácticamente imposible de vender a los medios”, asegura.
Teixeira seguirá luchando por ese periodismo libre y por la libertad de su amigo y compañero y espera que sean muchos más los que se sumen a su causa. Lamenta, pero entiende, algunos silencios, sobre todo de los que siguen en el terreno, pero a los que están fuera de allí, aunque tengan dudas, les lanza un mensaje: “Aquí lo que hay que defender son sus derechos, sea o no sea culpable. Eso ya se verá después”.
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