Actriz, modelo, cantante, artista en definitiva, que es lo que ella dice sentirse. Rosa Elena García Echave, Rossy de Palma para todo el mundo, está estos días en Gijón, donde esta mañana protagonizaba el primero de los encuentros con público y prensa, del 62 Festival Internacional de Cine de Xixón, que además le ha concecido el V Premio Isaac del Rivero en honor a su “brillante” trayectoria artística.
De padre avilesino y madre navarra, pese a haber nacido en Palma de Mallorca por aquello del “boom inmobiliario de los 60”, Rossy de Palma pasó en Asturias todos los veranos de su infancia y sigue manteniendo un fuerte vínculo con el Principado al que vuelve cada vez que tiene oportunidad.
Feliz de estar en Gijón y dispuesta a responder a todas las preguntas que público y prensa tuviesen para ella, la icónica actriz estaba también contenta por el reconocimiento que le ha concecido el FICX, galardón que además lleva el nombre de su creador, fallecido hace cinco años. Sin embargo, entre risas, contaba que para sus padres, que no son nada “pantojiles”, la verdadera ilusión consistía en saberla en Gijón y que les hubiese comprado lotería de navidad de la ciudad.
A pesar de haber protagonizado papeles inolvidables, De Palma se resiste a considerarse actriz, ella es artista, “una artesana” que no entiende la vanidad en su profesión, pues “los artistas somos vehículos del arte, meros transmisores, no somos el arte”. Lo que sí entiende es que los “artistas potentes”, por ejemplo, las directoras y directores se vanaglorien de sus películas, en cuya elaboración llegan a invertir años.
La constancia, la obsesión, la voluntad de que algo suceda “sí son motivo de orgullo”. Aunque reconoce que nunca podría ser directora porque dirigir es la historia de una obsesión y ella es una “picaflor” a la que le gusta ir de un lado a otro. Eso sí, si en algún momento llegase a dirigir una película, sería una cinta con base social, sobre violencia de género, por ejemplo, que ella sufrió, según contó.
Cuando era pequeña su padre le dijo “yes mundial”, cuenta con su desparpajo tan característico, y ella se lo creyó, así que no entiende ninguna frontera, salvo las gastronómicas, asegura entre risas.
Desde que Trump ganó las elecciones estamos en una hiperrealidad donde los héroes han desaparecido y solo hay villanos
La hiperrealidad en la que dice se ha instalado el mundo tras la victoria de Trump le preocupa, es como las películas de héroes y villanos, dice, solo que ahora solamente hay villanos, “¿dónde están los héroes?”, se pregunta. El arte es la única tabla de salvación para el mundo tan complejo en el que vivimos actualmente, por eso no debemos olvidar, dice, que las mentes inteligentes son elásticas, llenas de dudas y están en personas bondadosas, frente a las mentes no inteligentes que son rígidas y están llenas de certezas equivocadas.
Durante su distendida charla con el público, Rossy de Palma, que ignoró el “timing” del festival, a pesar del nerviosismo de la organización del que ella, entre risas, era consciente, pero es que estaba “muy a gusto”, echó la vista atrás para recordar la década de los 80, su llegada a Madrid “con una mano delante y otra detrás”, las noches en La Vía Láctea y el Rockola o el momento en que conoció, siendo ya ambos artistas, a Pedro Almodovar. Fueron buenos tiempos, relataba, “éramos fideos de la misma sopa”.
Una anécdota del rodaje de Mujeres al borde un ataque de nervios, en el que ella se aburrió soberanamente, según dijo, hasta que tras quejarse de manera reiterada consiguió la escena del orgasmo, puso punto y final a 40 minutos de confesiones, historias y recuerdos que no decepcionaron a nadie.