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La sequía que amenaza Bolivia

Jaime Díaz y Óscar Aguilar

Equipo de Ayuda en Acción en Bolivia —

Si algo caracteriza a Bolivia es la desafortunada contraposición entre sus abundantes fuentes de agua y los pocos sistemas de distribución, así como sus serias limitaciones en el acceso a ésta en las zonas rural y urbana. Los glaciares andinos, formidables fuentes naturales de la provisión de agua y protagonistas de obras hidráulicas importantísimas, están amenazados por el calentamiento global; los que son claves para La Paz y El Alto están desapareciendo de manera acelerada, como  ya ha sucedido con el de Chacaltaya, inexistente desde hace un lustro.

La huella de las sequías está siendo dramática, desde 2015 hasta la fecha, siete de las principales ciudades del país han sufrido un déficit crítico de agua: La Paz, El Alto, Cochabamba, Sucre, Oruro y Potosí. Las cifras oficiales indican que esta situación afecta a más de 177.000 familias y 173 municipios están en situación de emergencia. También se estima que esta sequía afecta a más de 600.000 hectáreas de cultivos y casi 600.000 cabezas de ganado y las pérdidas agrícolas, según el Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras, alcanzan ya los 125 millones de dólares en la campaña de verano y otro tanto en la de invierno.

A finales del pasado mes de noviembre la Paz se quedó prácticamente sin agua y hubo que racionar la escasa disponible, esto afectó a 64.000 familias y a 188 escuelas. El Gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia decretó el estado de emergencia nacional por la sequía, publicando el Decreto Supremo nº 2987 que autoriza a todos los niveles gubernamentales para la asignación y reasignación de fondos destinados a dicha emergencia.

Antecedentes del acceso al agua en Bolivia

En el año 1999 el gobierno boliviano entregó en concesiones a la Empresa Aguas del Tunari, subsidiaria de la transnacional Bechtel, el servicio y la distribución de agua de la ciudad de Cochabamba; esto supuso la privatización de los servicios y una subida del 200% en las tarifas para el área urbana. Al mismo tiempo, en el área rural se alteraban los sistemas tradicionales de autogestión de riego. En abril del año siguiente, la rebelión popular conocida como “La guerra del agua en Bolivia” puso fin al servicio de la empresa Brechtel y años después el mismo hecho se replicaba en La Paz con la expulsión de Aguas del Illimani.

Ambos sucesos tuvieron importantes consecuencias. La principal, sin duda, la Nueva Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia incorporó el Derecho Humano al Agua para todos, se crearon  las Empresas Públicas de Agua Potable y Saneamiento (EPSAS) y Bolivia impulsó en las Naciones Unidas que este derecho fuera consagrado mundialmente, algo que sucedió en el año 2010.

Las deficiencias en la gestión pública del servicio del agua junto a la ineficaz gestión del problema han sido factores definitivos en la actual crisis del agua pero, junto a ello, hay otras causas que necesariamente han de tenerse en cuenta. Dos muy arraigadas son el desarrollo de la minería al pie de los glaciares y el sobreuso para el pastoreo de los bofedales -humedales de altura permanentes- que estabilizan los flujos de agua. Otra más reciente es el aumento del consumo de agua por el crecimiento urbano, a pesar de desarrollarse una conciencia de ahorro y buen uso doméstico. Y finalmente una amenaza, pasiva pero clave, la falta de la identificación de nuevas fuentes de agua.

Hasta este momento, el Gobierno ha destinado 21,5 millones de dólares como parte del Plan de acciones inmediatas ante el Fenómeno de El Niño y reasignaciones posteriores para nuevas amenazas identificadas. Al Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras se le han asignado más de 40 millones de dólares para la atención de la sequía, repartidos en: dotación de semillas, forraje de ganado porcino, vacuno y camélido e indemnizaciones de pequeños productores a través del Instituto Nacional de Seguro Agrario (INSA).

Bolivia, a través de la Cooperación Española, colabora con El Fondo del Agua que se ocupa de incrementar la red de distribución de agua y de instalar las infraestructuras de saneamiento, inexistentes en la mayoría de las ciudades del país, además de fortalecer institucionalmente al sector.

El trabajo de Ayuda en Acción en Bolivia

Ayuda en Acción trabaja en Bolivia desde hace 25 años en proyectos de desarrollo territorial para mejorar las condiciones de vida de las personas que viven en las zonas más desfavorecidas del país. Actualmente está presente en 26 municipios rurales en los que establece como uno de sus objetivos principales el uso y aprovechamiento del agua.

En estos años, hemos desarrollado e instalado sistemas aislados de agua segura para consumo humano en las comunidades; sistemas altamente eficientes en la captación del agua, ya que a partir de pequeños caudales se los colecta para su posterior distribución entre la población, pudiéndose también interconectar a las redes domiciliarias. Los Comités de Agua Potable y Saneamiento (CAPyS), a través de la autogestión, garantizan la distribución del recurso, así como el mantenimiento del sistema y el cobro por el uso. La experiencia nos ha demostrado felizmente que en comunidades donde la migración era alta por las malas condiciones de vida, estos sistemas rurales han contribuido a la repoblación y a fortalecer al autogobierno.

También trabajamos en la protección de las fuentes naturales de agua a través de las Áreas Naturales de Semilla de Agua (ANSAS). Allá donde se encuentra la fuente natural de agua, se realizan obras de protección y de forestación, ejecutadas por los propios campesinos. Para ello se establecen acuerdos intercomunales sobre los servicios ambientales de quienes cuidan y protegen las fuentes que luego benefician a otras poblaciones, “aguas abajo”, como ellos dicen.

Ayuda en Acción realiza en cada área rural acciones específicas de Información, Educación y Comunicación (Estrategias IEC) con las autoridades, en los domicilios y  en las escuelas. Cada vez es más común hablar del cambio climático pero la población lo ignora hasta que sufre un problema como el sucedido recientemente en La Paz. De ahí la importancia de divulgar la información en un lenguaje comprensible para las personas de las zonas rurales para que entiendan que es momento de adoptar previsiones y esperar instrucciones de sus autoridades.

De cara al futuro, el problema del agua se plantea como la cuestión fundamental. La población urbana seguirá creciendo y ocasionando una fuerte presión sobre este recurso. Por su parte, el campo incrementará la producción de alimentos y exigirá  mayor disponibilidad de agua para el riego y el ganado. Es el momento de tomar en serio las estrategias para prever estos potenciales problemas y reconocer que el cambio climático ha llegado para quedarse.

Si algo caracteriza a Bolivia es la desafortunada contraposición entre sus abundantes fuentes de agua y los pocos sistemas de distribución, así como sus serias limitaciones en el acceso a ésta en las zonas rural y urbana. Los glaciares andinos, formidables fuentes naturales de la provisión de agua y protagonistas de obras hidráulicas importantísimas, están amenazados por el calentamiento global; los que son claves para La Paz y El Alto están desapareciendo de manera acelerada, como  ya ha sucedido con el de Chacaltaya, inexistente desde hace un lustro.