Gustavo GalaÌn es geoÌlogo y por su trabajo pasa largas temporadas fuera de casa. A su regreso de una de esas prolongadas ausencias, hace tres anÌos, descubrioÌ que teniÌa unos okupas. Para su estupor se habiÌan instalado en la jardinera de una de sus ventanas. “Yo ya me habiÌa percatado –relata Gustavo– de que tras llegar de algunos de mis viajes, de vez en cuando se posaba en el alfeizar de las ventanas un ave que me pareciÌa un halcoÌn; cuando estaba durmiendo notaba que se moviÌa, aleteaba... pero no fue hasta la vuelta de un viaje que me tuvo fuera gran parte del invierno cuando subiÌ la persiana de mi cuarto y vi que habiÌa cuatro huevos dentro de la jardinera”.
Hubo suerte. El halcoÌn peregrino, el animal maÌs veloz del mundo, dio con la jardinera y el propietario adecuados, porque Gustavo es sensible a la proteccioÌn de las aves. LlamoÌ a la Sociedad EspanÌola de OrnitologiÌa (SEO/BirdLife) y se personoÌ en su casa Arantza Leal, principal responsable del seguimiento de las parejas urbanas de esta rapaz en Madrid. La especialista certificoÌ que efectivamente aquellos huevos eran de halcoÌn peregrino, y Gustavo tomoÌ una sorprendente decisioÌn: acoger en su casa a la familia de okupas.
Mantenerlos no estuvo libre de sacrificios, pues durante la eÌpoca que dura la reproduccioÌn, entre finales de marzo y principios de junio, cuando los pollos echan a volar, no se les debe molestar. AsiÌ que nada de acceder a la jardinera, mantener bajada la persiana y hacer poca o ninguna vida en la estancia afectada. Los adultos de esta rapaz suelen tener el tamanÌo de una urraca (unos 46 centiÌmetros de longitud), pero los pollos enseguida adquieren un porte similar al de los padres, asiÌ que pronto comienzan una actividad freneÌtica de demanda continua de comida a sus progenitores. Gustavo, el vecino humano en el piso 24 de un edificio de la calle General PeroÌn de Madrid, situado justo enfrente del estadio Santiago BernabeÌu, aceptoÌ los sacrificios que fueran necesarios. Incluso renuncioÌ a dormir en su propio cuarto y se trasladoÌ al saloÌn por el bien de los cuatro polluelos de halcoÌn peregrino. “A medida que los pollos creciÌan armaban maÌs alboroto y daban aleteos contra las persianas, sin molestar en exceso, pero entonces me di cuenta de que el que posiblemente estaba molestando era yo”.
El halcoÌn peregrino estaÌ huyendo de sus lugares tradicionales de criÌa –cortados rocosos en valles fluviales–, por una nefasta combinacioÌn de contaminacioÌn por agroquiÌmicos, que echa a perder sus huevos y criÌas, la invasioÌn y destruccioÌn del haÌbitat y el expolio de los nidos. Cuando comienza a buscar lugares maÌs propicios, esta rapaz, que puede superar los 300 kiloÌmetros por hora en uno de sus picados de caza contra las palomas, se fija en lugares altos y tranquilos para nidificar donde haya presas en abundancia, incluidas dos especies consideradas invasoras: las cotorras argentinas y de Kramer. Las grandes ciudades surgen entonces como nuevas zonas de acogida, pero tambieÌn las dificultades para dar con lugares donde las molestias sean miÌnimas durante la criÌa.
“Aunque algunos vecinos no lo entendiÌan, en general la comunidad lo asumioÌ como algo necesario, gracias tambieÌn a la labor de nuestro portero, que se involucroÌ al maÌximo en que no les pasara nada malo. Con la ayuda de un policiÌa municipal, incluso recogioÌ a uno que se extravioÌ del nido y lo volvioÌ a subir a su sitio”, relata Gustavo. Los porteros se han convertido en intermediarios fundamentales entre Arantza de SEO/BirdLife y los vecinos. “Hemos creado un grupo de whatsapp con ellos, porque estaÌn pendientes de la llegada de los adultos cada febrero, de doÌnde se posan o de queÌ lugar eligen para instalar el nido, porque no siempre optan por el mismo; se decantan por aquellos donde no detectan actividad humana y eso hace que variÌen cada anÌo, en funcioÌn de si el piso estaÌ habitado o no. La colaboracioÌn de los porteros es vital porque acceden a lugares donde tuÌ no puedes llegar y te informan enseguida”, relata esta teÌcnica, que junto al bioÌlogo Carlos Ponce, de la misma organizacioÌn conservacionista, realizan una encomiable labor en torno a los ocho nidos que hay en Madrid.
JesuÌs MunÌoz es uno de esos porteros que se ha convertido en ornitoÌlogo voluntario. Trabaja en uno de los edificios maÌs altos de la ciudad, situado junto al parque del Retiro. “Yo tambieÌn tengo mis informadores, sobre todo las personas de mantenimiento, y asiÌ le voy contando a Arantza coÌmo siguen los halcones; hasta he aprendido a diferenciar las criÌas ya crecidas de los padres y los machos de las hembras”. A JesuÌs tambieÌn le ha tocado estar muy pendiente de los 'torpones', como se llama a las criÌas que se atreven a volar antes de tiempo y se pierden entre cornisas, aÌrboles y jardines.
Un momento esencial que no se le escapa a JesuÌs ni a ninguÌn portero es el mes de febrero, cuando la pareja regresa al nido para iniciar la reproduccioÌn. Como muchas aves, los halcones peregrinos son filopaÌtricos, teÌrmino que se utiliza en zoologiÌa para nombrar las especies que vuelven para reproducirse al mismo lugar de la temporada anterior, un viaje que tambieÌn emprenden los joÌvenes que nacieron alliÌ y que suelen ser expulsados por sus propios padres, duenÌos absolutos de ese territorio, hasta el punto de repudiar a sus propios hijos.
A partir de aquiÌ comienza el peregrinaje de Arantza y Carlos, prismaÌticos en mano. Visitan cada zona de nidificacioÌn, toman notas, hablan en persona con los porteros, cotejan con ellos la posibilidad de acceder al interior de los pisos. “Intentamos molestar lo menos posible a los vecinos –advierte Arantza–, ya que lo gordo llega cuando pasamos a anillar a los pollos, pero incluso ahiÌ andamos con mucho tacto, para que sea lo maÌs raÌpido y limpio posible; incluso les decimos cuaÌndo lo vamos a hacer, para que llamen a familiares y contemplen de cerca a los pollos y vean coÌmo los anillamos, pesamos y tomamos muestras de sangre, algo vital para hacer un seguimiento de la poblacioÌn”. En general, la gente es respetuosa y colabora, pero tambieÌn se han topado con contestaciones del tipo: “Yo lo que quiero es vender el piso y ni me importan ni quiero a los halcones”.
En Madrid nidifican actualmente ocho parejas de halcoÌn peregrino (no siempre todas a la vez con eÌxito reproductor). Desde SEO/BirdLife, Arantza y Carlos se implican al maÌximo para que todas tengan eÌxito, la mayoriÌa de las veces empleando un tiempo no remunerado dentro de sus responsabilidades en la ONG, porque ninguna AdministracioÌn pone un solo euro para sufragar un proyecto fijo y continuo en el tiempo para conservar a estas parejas de una especie catalogada 'vulnerable' en el cataÌlogo de la Comunidad de Madrid de especies amenazadas.
Nos citamos con Arantza este verano durante sus vacaciones, de las que invirtioÌ varios diÌas en limpiar algunos de los nidos. VeniÌa del hospital GoÌmez Ulla, de adecuar el nido para la proÌxima temporada. “TambieÌn lo hacemos con las jardineras de las casas particulares donde anidan, incluso como un gesto de buena relacioÌn con esas personas, porque seriÌa imposible sacar adelante cada anÌo a los polluelos de los ocho nidos de Madrid capital y cinco maÌs en grandes ciudades cercanas sin esa colaboracioÌn ciudadana”. En Madrid tambieÌn hay una pareja en el Museo de AmeÌrica y otra en la famosa torre de comunicaciones conocida como 'el piruliÌ'.
En cambio, en Barcelona la presencia de nidos obedece a un programa de reintroduccioÌn pilotado desde 1999 por la asociacioÌn Galanthus dentro de un proyecto de conservacioÌn de la biodiversidad en la ciudad que contoÌ inicialmente con el apoyo del Ayuntamiento. El nido maÌs famoso estaÌ en la Sagrada Familia, donde la entidad que gestiona su construccioÌn y mantenimiento “ha dado siempre todas las facilidades para el mantenimiento de la pareja”, afirma Eduard Durany, de la asociacioÌn Galanthus. “Y luego estaÌn los vecinos, que te informan y te dicen ‘hoy ha llegado el halcoÌn al nido a las siete de la manÌana’”, anÌade Eduard. En Barcelona todos los nidos han evolucionado bien y se ha conseguido una expansioÌn que ha permitido que ahora haya cinco nidos activos en plena ciudad y que no se liberen halcones desde 2004. En algunos casos, como la pareja asentada en el acantilado de MontjuiÌc, no ha hecho falta instalar una caja nido, pero Eduard comenta que igualmente hay personas cuya colaboracioÌn es indispensable: “Cada temporada de criÌa, agentes rurales de la Generalitat de Catalunya se descuelgan por el acantilado para recoger a los pollos y anillarlos”.
En la ciudad de Salamanca solo hay un nido, pero en su monumento maÌs emblemaÌtico: la catedral nueva. Una vez maÌs, que la dioÌcesis de Salamanca facilite el acceso y los trabajos de mantenimiento del nido se convierte en crucial para lograr el eÌxito reproductor. Gonzalo Criado, responsable del grupo local de SEO en Salamanca, explica que “esta colaboracioÌn ha sido fundamental, sobre todo porque en el primer lugar donde instalamos la caja nido se llevoÌ a cabo una rehabilitacioÌn para hacerlo visitable, por lo que habiÌa que cambiar su ubicacioÌn y para ello obtuvimos todos los permisos y accesos necesarios”.
Monjas, enfermeras, militares, vecinos y vecinas, sacerdotes, porteros, agentes rurales, responsables teÌcnicos de empresas, voluntarios de ONG... la lista de gente implicada en la buena marcha de los halcones urbanos es larga, pero Arantza quiere citar a alguien maÌs, porque “sin esta red de colaboracioÌn ciudadana, en la que nadie recibe un duro por su trabajo, seriÌa imposible hablar de eÌxito”. “Apunta por favor a Javier AlcaÌzar, director administrativo del Museo de AmeÌrica; a los veterinarios de Brinzal, que hacen los anaÌlisis en cada anillamiento y les suministran medicamentos o curan cuando hace falta; a los agentes forestales de la Comunidad de Madrid, que se descuelgan en algunos lugares para entregarnos los pollos y anillarlos; y al grupo de anillamiento Guefilos de AlcalaÌ de Henares, que construyen e instalan muchos de los nidos”. Apuntados.
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