En un teléfono móvil sigue habiendo muchos componentes que esconden graves problemas ambientales y sociales. Esto lo conoce muy bien Miquel Ballester, uno de los integrantes del equipo fundador de Fairphone, la marca holandesa de móviles pensados para desmontarse por piezas y poder repararse de forma más fácil para alargar su vida. Como explica este diseñador industrial, que participó de forma reciente en un Laboratorio de Economía Circular organizado por Ballena Blanca y Signus, aunque resulta importante aumentar el reciclaje de los materiales usados en un teléfono móvil, no se puede dejar de mirar lo que está pasando en las minas.
¿Cuáles son los materiales más problemáticos de un teléfono móvil?
En un teléfono móvil hay unos 46 materiales distintos. El dato es de nuestro Fairphone 2, pero no varía mucho de otros, pues lo que cambia en nuestro modelo no son los componentes, sino su arquitectura en módulos. Después de estudiar estos 46 elementos, nosotros seleccionamos ocho que nos parecen prioritarios. No quiere decir que sean los únicos que tienen problemas, pero sí a los que nosotros damos prioridad desde el punto de vista de las oportunidades para actuar de forma más sostenible. Estos ocho son: cobalto, cobre, oro, níquel, tierras raras, estaño, tungsteno y plástico. El plástico no es un mineral, pero lo hemos incluido.
¿Qué ocurre con estos materiales?
Cada material es una historia distinta. Con el oro trabajamos en Uganda contra la explotación infantil, con el cobalto tenemos otro proyecto en el Congo más centrado en seguridad laboral, para que la gente tenga protección y un equipamiento adecuado… En la República Democrática del Congo hay un montón de minería artesanal, no es una empresa la que está detrás, sino miles de trabajadores independientes que se meten en la mina muchas veces sin ninguna protección y que luego venden lo que sacan en el mercado, llegando de esta forma a las fundiciones grandes.
¿Qué habéis visto en esas minas?
En algunos sitios es horrible. Hay agujeros sin ningún tipo de seguridad, de 60 metros de profundidad, que se pueden derrumbar en cualquier momento. Dependiendo del valor que tenga el mineral, hay mineros que se quedan a dormir dentro de la mina si no han recogido suficiente material para que les compense volver a subir. Es horrible. Y lo increíble es que esto ocurre en el Congo, el país más rico del mundo en recursos naturales, pero el último en producto interior bruto.
¿Qué está haciendo la industria electrónica con esto?
La industria electrónica se está moviendo con la minería, pero no tanto por cuestiones ambientales como por el negocio, para asegurarse el suministro y poder seguir fabricando sus productos. El cobalto, por ejemplo, es muy ‘hot’ ahora, porque se usa en baterías y con toda la revolución de la movilidad eléctrica se ha vuelto un material muy estratégico. Hace unos años nunca se nos hubiera ocurrido que grandes empresas de coches intentaran cerrar contratos directamente con las minas, en origen, cuando hay un montón de eslabones de la cadena entre medias. No quieren que llegue un punto en el que falte cobalto y no puedan tener baterías.
¿Qué porcentaje de estos materiales de un teléfono móvil se está reciclando?
Más o menos un 40% del peso del teléfono puede ser reciclado. Un material como el oro se recicla muy bien (más o menos un 98%), pero hay muchísimos otros que no se reciclan nada. Una de las vías para resolver ese problema es asegurarnos de que las diferentes partes del teléfono se puedan desmontar y se puedan enviar a procesos de reciclaje específicos. Nosotros como Fairphone aún no tenemos la escala para poder hacer eso, pero desde un punto de vista tecnológico el teléfono ya está preparado para hacerlo. Obviamente, tenemos que reciclarlo. Pero el reciclaje no es la solución. Es muy muy importante que exprimamos la vida de nuestros productos el mayor tiempo posible.
¿Por qué no es la solución el reciclaje?
Nosotros estamos ahora muy centrados en conseguir una transición a una economía circular [en la que los residuos se aprovechen continuamente como nuevos materiales], nos parece superimportante, y por eso queremos facilitar que haya más material reciclado en nuestro teléfono. Sin embargo, con la cantidad de materiales que necesitamos de forma global para fabricar todas las cosas que estamos consumiendo no nos da. Aunque reciclásemos un 100% de los materiales, lo que es técnicamente imposible, aún necesitaríamos material virgen para asegurar el suministro y responder a la demanda. Ahora mismo vuelve solo una pequeña fracción de los teléfonos, el resto se queda en cajones, eso es material que se podría reciclar. Podemos quitar el foco en la minería y centrarnos en conseguir una economía circular, pero entonces vamos a seguir dependiendo durante mucho tiempo de materiales en zonas de conflicto y del trabajo de gente desprotegida.
¿Qué hay que hacer entonces?
No nos podemos olvidar de la realidad de la minería en origen. Algunas marcas del sector están dejando esto y centrándose en moverse hacia una economía circular, porque así es un problema mucho más técnico y mucho más limpio. Reciclar más tugsteno de un teléfono es una cuestión técnica, pero lo que ocurre en el Congo no es un problema tecnológico, sino social y de geopolítica, mucho más difícil de solucionar.
¿Se está avanzando realmente hacia una economía circular?
La industria del móvil o la industria de la electrónica está avanzando hacia una economía circular, intentando, por ejemplo, que de una forma robotizada pueden desmontar los productos y hacer que ciertos componentes vayan a determinados procesos de reciclaje. Y está muy bien, lo que pasa es que va muy lento. Yo soy un ávido lector de los informes de sostenibilidad de todas estas empresas y cuando los leo me pregunto cómo no están yendo mucho más rápido. En el mundo en el que estamos hay que ser mucho más radical y transgresor.
¿Cuál sería el objetivo último de la minería?
El avance total sería que toda la gente que se dedica hoy a la minería se dedicara a otras industrias que sean más regenerativas. Al fin y al cabo, el objetivo es no tener que coger más recursos de la Tierra o movernos en una economía en la que no dependamos de esos recursos. Obviamente, eso no va a pasar de forma fácil.
¿Qué se puede hacer desde Europa?
Se debería legislar sin tanto miedo a los efectos económicos. Por las veces que he estado más involucrado en la Comisión Europea veo que mucho del conocimiento se usa para tomar decisiones viene de empresas y de grupos de lobby que están intentando defender su negocio. Creo hacen demasiado caso a las empresas. Que haya legislación ambiental más fuerte en realidad beneficia a las compañías grandes, porque quitaría del mercado a cualquier empresa pequeña que hace las cosas a medias. Por eso no entiendo muy bien por qué esta lentitud.
Esta sección en eldiario.es está realizada por Ballena Blanca. Puedes ver más sobre este proyecto periodístico aquí. aquí