“España ha sido un país líder en la transición del carbón”

Sharan Burrow (Warren, Australia, 1954 ) fue la primera mujer elegida para dirigir la Confederación Sindical Internacional, cargo que ocupa desde 2010. A esta australiana nunca le resultó algo extraordinario ser una mujer líder, lo que sí le sorprende es las pocas que hay. La organización que preside está metida de lleno en ver cómo se consigue transformar la actual economía de energías fósiles en otra de tecnologías limpias sin que sea una debacle para el empleo. Hablamos con ella a su paso por Madrid, donde esta semana ha participado en la celebración de la junta directiva de la European Climate Foundation, de la que es miembro.

¿Es consciente el mundo del trabajo de la transición energética?

Todos los países se ven ahora enfrentados a la realidad que nosotros vemos desde hace mucho tiempo. Es imperativo que lo que hagamos sirva para que el planeta sea habitable, pero de una forma justa para que la gente se sienta segura. Todos los sectores tienen que cambiar para parar la tendencia desastrosa que vemos, y esto no quiere decir que no habrá preocupaciones para las familias y para las comunidades, que quieren saber si tendrán trabajos seguros. Da a los gobiernos y a los sindicatos una responsabilidad colectiva para asegurarse de que la transición es justa.

Los gobiernos en general no parecen muy por la labor.

Todos sabemos que tenemos que hacer esta transición en todos los sectores, pero aún no hay suficientes comisiones de transición justa en el mundo. Y si los gobiernos no hablan a los empleados ni a la sociedad, no se construirá la confianza para hacerlo posible. En demasiados países se está retrocediendo, negando la responsabilidad respecto al clima, pretenden que no está pasando.

¿Cómo comunicar a la gente el tremendo cambio que supone transformar la economía? ‘Los chalecos amarillos’ en Francia han puesto en evidencia que se percibe como una amenaza.

A los gobiernos y a los líderes industriales les cuesta comprender que tienen que hacer el cambio, diseñar la forma de apoyar a los trabajadores y a sus familias. Esto fue exactamente lo que se vio con la crisis de los ‘chalecos amarillos’. No era que las personas dijeran ‘no actúen en el clima’, más bien el mensaje fue ‘el coste para nosotros y las decisiones que los gobiernos están tomando con nuestras vidas, que son muy vulnerables, son muy frustrantes, así que hacemos lo único que podemos hacer, que es protestar por el comportamiento de los gobiernos’.

Y eso no es algo malo, veremos protestas, pero también esperamos ver acuerdos en los que la gente se pueda sentir más segura, que podamos ver que no solo se protege el empleo, también las pensiones, que se invierte en formación para que nadie se quede atrás, así como en renovables. Sean las medidas que sean que la gente reclame, a menos que se le consulte y pueda confiar en que hay un plan, habrá ese nivel de protesta. El miedo es algo terrible.

¿Qué sectores se verán más afectados?

Habrá buses y coches, pero se moverán con una energía diferente. La transición hacia el coche eléctrico es inevitable y eso significa que será dolorosa. Si pasamos de un coche de combustión, que tiene cientos de partes, al coche eléctrico que tiene muchas menos, habrá que tener en cuenta muchas cuestiones en la cadena de suministro en la fabricación de esos vehículos. Son retos que los sindicatos tienen que afrontar, pero para nosotros se trata del compromiso de los gobiernos por el pleno empleo. ¿Tienen los gobiernos un plan de empleo combinado con un plan nacional para el clima? ¿Entienden los líderes industriales hacer esa transición para proteger el empleo e invertir en el futuro, en el diálogo con los trabajadores? Desde el punto de vista de los sindicatos, vemos que con una transición justa se puede construir la confianza necesaria para la esperanza, y ese es el camino. La gente aceptará el cambio si tiene una sensación de seguridad, de esperanza.

No se trata solo de pérdida de empleos, sino de dónde podemos invertir para generar nuevos puestos de trabajo, ser competitivos, que sean más eficientes. El desafío del futuro del trabajo es enorme.

¿Qué papel real tendrán los sindicatos? Las afiliaciones bajan.

Los cambios industriales han creado un ambiente en el que la gente cambia de empleo de forma regular y no es tan fácil para los sindicatos, por su propia estructura. Pero se están adaptando, estamos creciendo como movimiento global. Hay un fuerte debate, pero no soy pesimista sobre los sindicatos. En la economía hay ciclos y es increíble el activismo de la gente joven sobre el cambio climático en todo el mundo, al igual que vimos en los 70 el de las mujeres por la igualdad.  En los 70 vimos la última ola del feminismo, y para mucha gente como yo ese fue el nacimiento del activismo. Los sindicatos serán parte de eso, soy optimista.

Su perspectiva del empleo es global, ponga algún ejemplo de transición justa que haya funcionado.

España con el carbón fue un país líder. También existe una comisión en Alemania, y en Escocia, con un diálogo social en las mayores compañías para llegar a ser neutros en carbono. Nosotros lo que les pedimos es que lleguen a acuerdos con los trabajadores y tengan medidas para protegerlos, con formación a lo largo del proceso. Hay muchas compañías que ya están pensando en ello. No son suficientes, pero ya hay muchas.

En las zonas más vulnerables como Alberta, en Canadá, se ha invertido dinero para hacer una comisión de transición justa; en Australia también hay un acuerdo porque hay que reestructurar la economía. Hay muchos ejemplos, pero aún no bastan.

¿Han calculado cuántos empleos van a desaparecer?

Conocemos las cifras globales de cómo las inversiones se están retirando de sectores como el carbón. La cuestión es que no hay tantos empleos en el carbón como en su cadena de suministro, y ahí no es tan sencillo saber los puestos de trabajo que desaparecerán, pues muchos se transformarán. No quiero subestimar que en general será doloroso, pero si lo comparamos con cuando yo era niña, por ejemplo, entonces había buenos empleos, especialmente para las mujeres, eran teleoperadoras. Eso ya no existe. Muchas industrias cambian pero siguen existiendo, sigue habiendo telecomunicaciones, energía, coches, industria pesada, agricultura, construcción… ¿Perderemos empleos en el proceso? Sí, pero el objetivo es que esta transición sea justa y que cuidemos a la gente, que nadie se queda atrás.

Usted fue la primera mujer elegida para dirigir su organización.

Nunca he sentido que era algo extraordinario ser una mujer líder, pero lo que sí sé es que hay muy pocas mujeres en los puestos de liderazgo.

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