La frustración de los vecinos que ponen placas solares pero no pueden conectarse a la red: “Las distribuidoras nos ignoran”
Una mañana de solazo de principios de julio, un grupo de vecinos de la calle de Gregorio Donas, en el sur de Madrid, mostraba con orgullo lo conseguido: poner una instalación de placas solares en la cubierta de su edificio. Ahí lucían, ocupando casi todo el espacio disponible, los paneles previstos para suministrar hasta el 80% de la electricidad que consumen las casas de 14 vecinos, el ascensor y las zonas comunes.
“Es para ahorrar en la factura de la luz, que tal y como están las cosas...”, se entusiasmaba en ese momento Teresita, vecina del tercero que se apuntó al proyecto. Hoy, la ilusión de estas personas, que han invertido una media de 3.000 euros –aunque esta cifra varía según el consumo de cada vivienda–, se ha convertido en una enorme frustración.
Ocho meses después de haberlas puesto, las placas siguen sin estar conectadas a la red eléctrica, así que, de los ahorros previstos, nada. “Estamos hartos. Unión Fenosa, que es la distribuidora de esta zona, nos ignora, pasa de nosotros olímpicamente; que si falta un documento, que si pone pegas…”, resume Andrés Almansa, vecino del ático que ha liderado todo el proyecto en su bloque. La empresa contesta a Ballena Blanca que “no ha sobrepasado en ninguna de las fases los plazos establecidos por la ley y ha aplicado en todo momento los criterios que esta marca para velar por la fiabilidad, seguridad y calidad del suministro”.
El 66% de la población del país vive en bloques de pisos, por lo tanto, cubrirlos es imprescindible si queremos llegar a una transición energética en manos de la ciudadanía
El boom de instalaciones de autoconsumo solar –que la ciudadanía produzca la electricidad que consume y vuelque a la red la que le sobra recibiendo una compensación económica en forma de ahorro en el recibo– está ocurriendo sobre todo en casas individuales, no en bloques de pisos. Sin embargo, cada vez más comunidades de propietarios se atreven a poner placas en sus azoteas, animadas por algún vecino en el que confían y por los altos precios de la electricidad.
“El 66% de la población del país vive en bloques de pisos, por lo tanto, cubrirlos es imprescindible si queremos llegar a una transición energética en manos de la ciudadanía”, incide Laura Feijóo, responsable del departamento de autoconsumo de Ecooo, la compañía instaladora que se ha hecho cargo de las placas de la calle Gregorio Donas.
Pero el entusiasmo de las comunidades de vecinos que dan el paso está chocando con la lentitud de todo el proceso, algo generalizado en el país, según diferentes analistas consultados. “No hay ahorro hasta que finaliza la tramitación, en la que intervienen las consejerías de Industria, la comercializadora y la distribuidora. Y esta última está ejerciendo su rol de poder; como no hay competencia, si no lo quiere hacer, no lo hace. Responde tarde, apura los plazos o pide trámites que a veces no son obligatorios”, comenta Feijóo.
Alejandro Pons hace la misma llamada cada semana desde hace meses. Este jubilado de 72 años, habitante del municipio de Godella (Valencia), marca el número de la distribuidora Iberdrola; le atiende un operador y explica que quiere pedir un punto de conexión a la instalación de placas solares de su bloque. Él y otros siete vecinos colocaron el pasado julio sobre la cubierta que comparten 22 placas solares con una potencia total de 10 kilovatios para cubrir parte de los servicios comunes de ascensor y aparcamientos y el consumo doméstico de cinco vecinos.
“Doy el número de expediente y me dicen que un gestor tiene que hacer la supervisión en un plazo de cinco días. ‘¿Me pasa con el gestor?'. 'No puedo’, me responden. Pasan los cinco días y nada; y así cada semana, es desesperante. Al final uno se pregunta si es incompetencia o que no quieren”, relata fatigado.
Juan Sacri, director de Sapiens Energía, que se dedica a promover comunidades energéticas a nivel nacional, explica que, en su experiencia, la conexión a la red eléctrica en autoconsumo para una casa individual tarda entre dos y cuatro semanas. “Pero en los proyectos colectivos no hemos tramitado ninguna en menos de seis meses”. Sin embargo, no cree que el retraso, que coincide en que es generalizado, se deba únicamente a la distribuidora: “Se atasca en la comunicación que hay entre esta y la comercializadora, no se dedican recursos ni formación suficientes, el proceso no está estandarizado”, incide.
Guillermo es de la misma opinión. Él es uno de los 16 vecinos de una urbanización de Majadahonda, a las afueras de Madrid, que por fin ha logrado conectar su instalación colectiva a la red después de un año. Describe el proceso como una tortura. “Cuando todo estaba validado y el contador dado de alta, llegó un momento que fue como la película Los Vengadores: todo desaparece; mientras no haya comunicación entre la comercializadora y la distribuidora, no ocurre nada”. En el caso de esta comunidad de vecinos, él fue quien tuvo la iniciativa, con un objetivo claro de ahorrar en el recibo de la luz. “A ver, tengo cinco hijos, lo mío no es una motivación ecológica como la de otros”.
Cuando todo estaba validado y el contador dado de alta, llegó un momento que fue como la película Los Vengadores: todo desaparecía
Los trámites se desatascaron solo cuando, después de entre 40 y 60 llamadas al servicio de atención al cliente de Iberdrola, el operador que le atendió le puso en contacto con el responsable de la distribuidora en esa zona. “Vino la contrata, puso un contador en cada casa, sincronizó algo y el contador ya funciona”. En cinco días estaba todo en marcha.
“Hemos detectado que en la fase denominada 'posibilitar contratación', que se produce tras la finalización de las obras, es donde se reciben la mayor parte de preguntas, peticiones y en algún caso reclamaciones. Lo cierto es que para emitir el contrato, la regulación obliga a que el cliente presente diferentes documentos que, según hemos podido ver, crean múltiples dudas y es el origen de gran parte de los denominados retrasos”, explica Iberdrola. También cuenta que en la fase de contratación debe firmarse un acuerdo entre todos los participantes del autoconsumo colectivo y que ahí “se pueden producir retrasos, puesto que la información entre las comercializadoras debe ser consistente”.
La ilusión de los pioneros
“Nos estamos cargando la ilusión de los pioneros, porque interés hay muchísimo; nosotros recibimos cada semana entre 10 y 15 peticiones de información. Convencer a los vecinos e instalar las placas al final está siendo lo más fácil”, explica Laura Feijóo, de Ecooo.
El problema de estos retrasos, en opinión de Joan Herrera, exdirector del Instituto para la Diversificación y Ahorro Energético (IDAE), es que impiden pensar a lo grande para que la ciudadanía tenga un papel en la transición energética hacia un modelo con renovables. Hoy, como actual director de Energía y Medio Ambiente del Ayuntamiento de El Prat de Llobregat, está pendiente de que Endesa conecte a la red eléctrica el proyecto de autoconsumo compartido por el que este consistorio ha adelantado un millón de euros para las placas que ha instalado en 22 tejados de edificios municipales, con una potencia de 750 kilovatios.
“Nuestra perspectiva es hacer una cesión de generación a favor de la ciudadanía, ya podríamos estar autoconsumiendo desde hace meses”, incide. La ley permite compartir la electricidad generada por autoconsumo hasta dos kilómetros de distancia del tejado donde se hayan instalado los paneles. “Eso es todo el ámbito doméstico de El Prat”, explica Herrera.
Para este jurista, la clave para agilizar todo el proceso estaría en desarrollar el papel de gestor de autoconsumo compartido, de modo que un solo interlocutor represente a la comunidad energética ante comercializadoras y distribuidoras, en lugar de que cada vecino tenga que comunicarse por su cuenta. “Esto existe en un Real Decreto Ley, pero no se ha desarrollado”.
Al final, quienes lo consiguen relatan que merece la pena, pero, como resume Guillermo, el vecino de Majadahonda: “¡Hay que ver lo que cuesta!”.
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