Correr no es algo que le guste a todo el mundo. Incluso hay gente que por sus condiciones físicas no puede hacerlo. Eso no significa que estemos condenados a la postración en el sofá de casa. Para ellos –y también para aquellos runners que tengan ganas de variar sus rutinas– existe una alternativa que va contando con más adeptos en España: se trata del power walking.
¿En qué consiste? Podría parecer que se trata solo de caminar, pero tiene truco: hay que hacerlo a un ritmo adecuado que permita quemar calorías con unos beneficios similares a los que produce correr.
Un estudio comparativo –realizado a lo largo de seis años– comprobó que los corredores y los que caminan de una forma energética experimentaban reducciones muy similares en sus cuadros de riesgo de presión arterial alta, colesterol, diabetes y enfermedades cardíacas.
El motivo, según el doctor Paul T. Williams, del Lawrence Berkeley National Laboratory y máximo responsable del estudio, es que ambas actividades físicas activan los mismos grupos de músculos y, si se consumen energías similares durante la práctica deportiva, los beneficios son muy similares.
Con el power walking se corren menos riesgos de caídas y lesiones. Por ejemplo, las rodillas –quizás el punto más vulnerable de todos los corredores– no sufren el impacto de la carrera.
Su éxito depende de tres variables: la frecuencia (no menos de tres veces por semana), el tiempo (un mínimo de 45 minutos para empezar) y el ritmo (debe ser ágil, pero conforme a nuestras capacidades físicas).
Hay otro factor importante: la postura. Los expertos recomiendan caminar con los hombros hacia atrás y abajo, cabeza arriba y pecho arriba también, intentando mantener siempre activado el abdomen para proteger la zona lumbar. También debemos movilizar los brazos y, sobre todo, elevar ligeramente a cada paso la punta del pie.