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La paradoja de la leche de vaca

La leche entera puede ser más útil para adelgazar.

Martín Pérez

Ante el abrumador crecimiento en Estados Unidos del consumo de leche de procedencia vegetal (almendra, soja, avena…), la web gastronómica del New York Magazine, denominada Grubstreet, se preguntaba hace unos días si es necesario que los adultos beban –o no– leche de vaca y si hacerlo comporta riesgos o beneficios para la salud.

Hay motivos para la duda. Tras escuchar durante años distintas teorías sobre los peligros del consumo de leche entera (mayor colesterol, enfermedades cardíacas, etc.), hay cada vez más estudios científicos que ponen en duda esta tesis, hasta ahora, imperante.

Por ejemplo, un trabajo de diversos investigadores canadienses publicado hace poco por la revista científica The BMJ sugiere que las dietas ricas en ácidos grasos saturados no están ligadas a un riesgo mayor de enfermedades cardiacas.

Walter Willet, experto en Nutrición de la Harvard School of Public Health, ha llegado incluso más lejos. Hasta ahora, sus investigaciones le llevan a la conclusión de que, para cuidar del peso, la leche entera puede ser mejor que la leche desnatada. Y sigue investigando con profundidad al respecto. Es más, en una entrevista recientemente publicada, Willet sugiere que el consumo de grasas lácteas podría incluso disminuir el riesgo de enfermedades del corazón.

Lo denomina algo así como “la paradoja de la leche de vaca”.

Sus investigaciones le indican que los productos enteros sacian más que los desnatados y, en consecuencia, quien los consume ingiere cantidades menores y engorda menos. Además apunta la posibilidad de que los ácidos grasos presentes en la leche entera sean útiles para la regulación del peso y contra la obesidad.

El nutricionista de Harvard explica que la idea de que todas las grasas son malas surgió en los años 1950 y 1960, cuando la grasa saturada se relacionó con el colesterol alto y un mayor riesgo de enfermedades cardiacas.

Sin embargo, generalmente, cuando en una dieta se reducen grasas, se suelen sustituir por azúcares o hidratos de carbono, lo que, siempre según Willet, anula cualquier beneficio potencial sobre la pérdida de peso.

El científico de la Universidad de Harvard, sin embargo, considera que el debate aún no está cerrado. “La imagen real del impacto de los productos lácteos en la salud es complicada y hay seguir profundizando”, dice.

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