Se le atribuye al poeta romántico inglés Lord Byron la frase: “Cuanto más conozco a los humanos, más quiero a mi perro”. Yo no sé si diría tanto, pero cada vez que observo a Martin, más me doy cuenta de que es un gran ejemplo. Martin es mi Jack Russell. No es mi primer perro, pero quizá por mi edad soy ahora más consciente y estudioso de su comportamiento de lo que jamás lo fui de sus predecesores.
Hace unos días salimos los dos a pasear y llegué a la conclusión de que, quizá inconscientemente, es todo un ejemplo, un maestro incluso, de lo que para mí significa bienestar. Voy por partes. Lo primero que destacaría de Martin es que lleva una vida físicamente activa: el movimiento forma parte de sus rutinas, juega continuamente, corre, salta, se revuelca. Desde luego, no es nada perezoso a la hora de hacer ejercicio. Pero, curiosamente, la única gimnasia que hace ex profeso es el estiramiento, continuamente practica lo que en yoga llamamos la “postura del perro” y otros muchos estiramientos.
Martin solo vive en el presente, enfoca su pequeña mente en lo que le sucede en cada momento, no es capaz de agobiarse por el futuro ni se reconcome por el pasado. Su amor, además, es incondicional, no pide a cambio. Por lo visto, según un estudio publicado por el veterinario japonés Takefumi Kikusui, de la Universidad de Azabu, cuando un perro y su amo se miran, los cerebros de ambos comienzan a producir oxitocina, una hormona que es el ingrediente químico esencial para reconocer el cariño.
Además, Martin me recuerda que nuestra conciencia solamente capta una pequeña parte de la inmensa realidad que nos rodea. La gente piensa que hay que sacar a los perros para que hagan sus necesidades o para que se muevan, pero el gran estímulo de los perros cuando salen es su olfato, estimular su olfato. En los paseos me doy cuenta de que su olfato capta cientos de cosas a las que yo soy completamente ajeno y eso me recuerda la influencia negativa que para nuestro bienestar supone el enfoque estrecho que tenemos de la vida, dando por hecho que la existencia se restringe solo a aquello que somos capaces de captar con nuestros sentidos.
Por todo ello, muchas gracias, Martin.