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Las claves de la negociación con Puigdemont
La derecha se ha estrellado contra una isla que no esperaban, que no tenían cartografiada. Víctimas de su propia propaganda, pensaron que las elecciones estaban ya ganadas. Que la izquierda apenas lograría el voto de Txapote y poco más. Pero el proyecto para España del PP y Vox solo ha conseguido convencer a un 45% de los ciudadanos. Casi todos los demás, la mayoría absoluta de los españoles, tienen muchas diferencias entre sí pero algo muy importante en común: que no comparten el modelo de país que Feijóo y Abascal querían construir.
Ellos lo llaman gobierno Frankenstein. Un calificativo que, entre otras cosas, demuestra que nunca leyeron a Mary Shelley. Pero ese monstruo al que caricaturizan es, en realidad, España y su soberanía popular. Un país diverso y plurinacional, aunque no lo llame así la Constitución. Un Estado que no se puede gobernar contra Catalunya y Euskadi, que han sido claves para frenar a la extrema derecha (para enfado de algunos, como explica Andrés Gil en esta estupenda crónica).
No dirás que no te avisé. En mi carta del sábado pasado ya te conté que era optimista con estas elecciones, y no era solo por mi forma de pensar. También tenía datos: esas encuestas de los últimos días de campaña, que se siguieron haciendo aunque la ley no permitía su publicación, que detectaron una movilización creciente de la izquierda. Y también el último sondeo que publicamos en elDiario.es el lunes previo a la votación; una encuesta, de la empresa demoscópica Simple Lógica, cuyos resultados me creo más que otras porque la pagamos nosotros y sé que por tanto no responde a otros intereses espurios. Fue una de las que más acertó. Si repasas nuestro titular y los datos, verás que nos acercamos mucho al resultado final.
España hoy puede presumir de ser uno de los pocos países de Europa donde los ultras retroceden. Yo estos días –tal vez a ti también te pase– respiro más tranquilo y me siento orgulloso de mi país.
También estoy orgulloso de la cobertura que ha hecho elDiario.es en esta campaña electoral. Y quiero darte las gracias por tu apoyo: podemos mantener nuestra independencia y nuestra línea editorial porque nos apoyan personas como tú.
Qué hará Puigdemont
Pasado el 23J, tan amargo para la derecha, la gran pregunta es otra: si habrá investidura de Pedro Sánchez o una nueva repetición electoral. ¿Tú cómo lo ves? Puedes responder aquí, y argumentar en los comentarios tu opinión.
Te doy la mía. Sigo optimista, aunque no tanto como lo estaba el sábado pasado con el resultado electoral. Aún confío en que la izquierda logre la investidura de Pedro Sánchez, pero no descarto una repetición electoral, y no lo digo por ese último escaño que ha ganado el PP por el voto extranjero en Madrid. Creo que ese acuerdo será más difícil de lo que dicen los líderes de la derecha, que dan por hecho que el pacto entre el Gobierno y Carles Puigdemont ya está cerrado. No es así. Apenas acaba de arrancar la negociación. Y ya sabes que todo depende de Junts y ya no vale solo con su abstención: hace falta que voten ‘sí’.
Algunas claves para entender la posición en la negociación del partido de Carles Puigdemont:
- Hay quien le da mucha importancia a ese escaño en Madrid que ha pasado del PSOE al PP con el voto en el extranjero. No cambia tanto el mapa en realidad. Junts tiene que decidir si apoya o no apoya la investidura, y su voto es igual de caro si es un ‘sí’ como si es una abstención. Solo cambia la narrativa de la derecha y también complica futuras votaciones en el Parlamento. Pero no modifica las posibilidades de éxito o fracaso de la investidura de Sánchez. La situación es igual: el Gobierno de coalición antes dependía del voto de Junts, y ahora también.
- A diferencia de lo que ocurre con el PNV, EH Bildu, el BNG o incluso ERC, la mayoría de los votantes de Junts no parece que vayan a castigar a sus líderes si, por su culpa, hay un bloqueo que dé opciones a la derecha para revivir. El resto de los partidos saben que tendría un fuerte coste electoral votar lo mismo que Vox en la investidura de Pedro Sánchez y provocar otras elecciones. No pasa igual con Junts, que concentra el último reducto de un independentismo para el que no es prioritario la gobernabilidad de España o frenar a la extrema derecha.
- Junts no pide la transferencia de los trenes de Rodalies, ni tampoco más financiación o inversión pública para Catalunya. Sus líderes han cuestionado duramente a ERC, sus principales rivales dentro del independentismo, por “conformarse” con estas cuestiones. Tampoco quisieron participar en esa mesa de diálogo, cuyos avances han ridiculizado.
- Sus peticiones –el punto de partida de máximos– para aceptar la investidura de Pedro Sánchez son dos: un referéndum de autodeterminación y una amnistía para todas las personas procesadas penalmente por el procés. El primero dudo que ocurra, por lo que la clave está en el punto dos. Ellos aseguran que son “4.200 represaliados”, pero otros cálculos hablan de alrededor de 700. En esta información de uno de nuestros periodistas de la redacción en Barcelona, Oriol Solé, se detalla la larga lista de procesos judiciales derivados del 1 de octubre y personas que aún están por juzgar (y a las que, en ausencia de una condena, aún no se les puede indultar).
- Dentro de Junts hay distintas corrientes. La curiosa evolución de lo que en otros tiempos fue ese partido conservador y de orden que lideraba Jordi Pujol ha juntado en una misma organización a una parte de la derecha catalana del mundo de los negocios, más pragmática, con los movimientos ciudadanos más independentistas, partidarios del choque y del “cuanto peor, mejor”.
- Que exista un sector Junts más pragmático es una buena noticia para el acuerdo. La mala es que casi siempre pierden las batallas internas antes incluso de empezar, como pasó con el debate en el partido sobre si había que salir del gobierno de la Generalitat. O con el intento del exconseller Jaume Giró por liderar la lista al Congreso de Junts, que descarriló con solo un tuit de Puigdemont apoyando a la que finalmente fue la candidata.
- Puigdemont tiene siempre la última palabra. Lo que es muy relevante porque las organizaciones son más previsibles que los individuos (y esto no solo es así porque lo diga Isaac Asimov en su saga de la Fundación). Los partidos sin hiperliderazgos tan fuertes suelen tener comportamientos más fáciles de predecir, con un análisis de ganancias y pérdidas. Los individuos, por diversas razones, en muchas ocasiones deciden en contra de sus propios intereses.
- Hay quien cree dentro del movimiento independentista que la única manera de revivir el procés es, precisamente, con un gobierno del PP y Vox: que “vuelvan las tensiones a Cataluña”, como pronosticaba en campaña Santiago Abascal. Quienes apuestan por esta vía del conflicto también creen que, frente a los ultras, los votos del independentismo crecerán. No está claro que tal cosa vaya a pasar, pero la clave está en lo que crean en Junts.
- Al margen de los votos, Junts como organización también tiene que perder con un gobierno del PP con Vox. Si les preocupa su gente, los “represaliados” del procés, su principal incentivo sería pactar. Porque sea cual sea el acuerdo con el PSOE y Sumar, será mejor que lo que ofrezcan Feijóo y Abascal.
- Puigdemont acusa a Oriol Junqueras de mirar solo por su indulto, e insiste en que nunca buscará una solución personal. Pero también tiene su propia cuenta de pérdidas y ganancias, y no es solo si podrá regresar a Catalunya sin pasar antes por la prisión. Una de las primeras cosas que haría un Gobierno de PP y Vox sería modificar la ley electoral española para impedir que se pudiera presentar a las elecciones europeas. Puigdemont podría recurrir a los tribunales –es dudosa la legalidad de una medida así– pero la respuesta no llegaría hasta dentro de años, y a corto plazo, el líder de Junts dejaría de ser europarlamentario.
- En Junts están plenamente convencidos de que, incluso si pierde su escaño en Bruselas, Bélgica no extraditará a Puigdemont, a pesar del último revés en la justicia europea. Es posible que sea así, a pesar de lo que creen en el Tribunal Supremo –lo mismo que creían en tantas otras ocasiones en las que no ocurrió, como cuando lo detuvieron en Alemania–. Pero lo importante en este asunto es lo que crea Puigdemont, que confía en que su equipo jurídico evitará otra vez la extradición a España y su entrada en prisión.
Como ves, no es tan fácil como lo pinta Isabel Díaz Ayuso, que dijo que el acuerdo ya estaba cerrado cuando aún no habían pasado ni tres días desde las elecciones. No es así, y en los próximos meses viene una compleja negociación, que es difícil pero no imposible. Y donde creo que se puede encontrar una salida donde todos ganen: que no solo sea buena para Puigdemont o para el Gobierno, sino también para la gran mayoría de los españoles. También para todos aquellos que realmente defendemos la unidad de España, aun sin llevar pulseras rojigualdas ni votar a la extrema derecha.
La relación entre España y Catalunya siempre fue un problema político. Ni siquiera uno nuevo: llevamos siglos así. Y fue un gravísimo error convertir un problema político en un problema penal y judicial.
La relación democrática entre Catalunya y España está quebrada. Se rompió con la fatídica sentencia del Tribunal Constitucional contra ese Estatut que habían votado la mayoría absoluta del Parlamento español, la mayoría absoluta del Parlament catalán y la mayoría absoluta de los catalanes en referéndum. La crisis actual nació ahí, y se agravó después con el 1 de octubre catalán, con el irresponsable pulso lanzado por unos líderes independentistas que amagaron con una ruptura con España en contra de la otra mitad de Catalunya; con la nefasta respuesta por parte del Gobierno de Mariano Rajoy que echó más gasolina a ese incendio.
Es obvio que la situación en Catalunya es hoy mejor que la que había en 2017, gracias a medidas como los indultos. Ya no arden las calles de Barcelona. Pero en las manos del nuevo Gobierno está curar del todo esta herida. Dar una salida política a un problema político, que es la mejor solución para aquellos que creen en la unidad de España, pero que no la quieren imponer por la fuerza. Y restaurar también el acuerdo democrático entre Catalunya y España, que se rompió con la sentencia del Estatut. Desde el pacto y no desde la imposición.
Me despido por un tiempo: en unas horas, me voy de vacaciones con mi familia. Ha sido un año duro y necesito descansar. Volveré dentro de tres semanas.
Espero que disfrutes del verano tú también. Y que a la vuelta de las vacaciones tengamos una España realmente más libre y más plural que ese proyecto de país que representan el PP y Vox.
Un abrazo,
Ignacio Escolar
P.D. Te quiero pedir un favor. Esta semana, he escrito un artículo explicando por qué creo que es importante apoyar a elDiario.es. Si tienes un minuto me gustaría que lo leyeras y que lo difundas entre tus personas cercanas para animarles a que se hagan socios/as también. ¡Gracias!
La derecha se ha estrellado contra una isla que no esperaban, que no tenían cartografiada. Víctimas de su propia propaganda, pensaron que las elecciones estaban ya ganadas. Que la izquierda apenas lograría el voto de Txapote y poco más. Pero el proyecto para España del PP y Vox solo ha conseguido convencer a un 45% de los ciudadanos. Casi todos los demás, la mayoría absoluta de los españoles, tienen muchas diferencias entre sí pero algo muy importante en común: que no comparten el modelo de país que Feijóo y Abascal querían construir.
Ellos lo llaman gobierno Frankenstein. Un calificativo que, entre otras cosas, demuestra que nunca leyeron a Mary Shelley. Pero ese monstruo al que caricaturizan es, en realidad, España y su soberanía popular. Un país diverso y plurinacional, aunque no lo llame así la Constitución. Un Estado que no se puede gobernar contra Catalunya y Euskadi, que han sido claves para frenar a la extrema derecha (para enfado de algunos, como explica Andrés Gil en esta estupenda crónica).