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Hola, 

¿Te acuerdas de cuando Feijóo, hace no tanto, aseguraba que los topes al precio de la electricidad eran “el timo ibérico”? Pues los números lo han vuelto a poner en su lugar.

Esta semana, la oficina estadística europea, Eurostat, ha publicado nuevos datos sobre las subidas de la electricidad: cómo cambiaron los precios entre el primer trimestre de 2022 –cuando se dispararon– y el primer trimestre de 2023.

Las cifras son muy reveladoras: España fue, de largo, el país de toda Europa donde la electricidad bajó más: un 42%. A los que les fue peor fue a los ciudadanos de los Países Bajos: allí la luz subió en ese año un 953%. O lo que es lo mismo: se multiplicó casi por diez.

Haz tú las cuentas, la próxima vez que te llegue el recibo de la luz. Ponle un cero más y pregúntate si lo podrías pagar. 

Dato importante: en Países Bajos gobiernan los liberales, en coalición con los conservadores. “¡Es el mercado, amigo!”, que diría Rodrigo Rato. 

Esta semana, PSOE y Sumar han pactado un acuerdo para reducir la jornada laboral. Ha provocado las críticas de siempre, ante cualquier medida que sea favorable a los trabajadores: que va a poner en peligro el empleo. Bernardo Vergara, en su viñeta de este jueves, lo resumía muy bien.

¿La realidad, a pesar de los malos augurios? Que España está hoy en su récord histórico de empleo: las cifras más altas de personas dadas de alta en la Seguridad Social y también las más bajas en precariedad, por la enorme reducción de los contratos temporales, gracias a la reforma laboral.

Aunque lo que más molesta a la derecha es la certeza, cada vez mayor, de que el acuerdo de PSOE y Sumar presentado este martes no es solo un brindis al sol. La certeza de que, en cuestión de semanas, habrá un nuevo gobierno de coalición. 

La negociación entre PSOE y Junts marcha bien. La ley de Amnistía está muy avanzada ya. A los negociadores les quedan muy pocos flecos por cerrar. Salvo turbulencias de última hora, todo apunta a que el acuerdo final entre ambos partidos se puede anunciar muy pronto.

El objetivo del Gobierno es que el debate de investidura se celebre en la semana del 6 de noviembre. Entre otros motivos, porque el 10 y 11 de noviembre se celebra en Málaga una cumbre de los socialistas europeos, a la que Pedro Sánchez no quiere llegar en funciones, sino como presidente de España. Aunque la fecha no depende solo del PSOE. Tampoco solo de Junts.

Si el PSOE alcanza un pacto con Puigdemont, habrá Gobierno casi con seguridad. Es ahí donde siempre ha estado la mayor dificultad para esta investidura. El acuerdo con Sumar está cerrado y es oficial. PNV y EH Bildu no van a ser un escollo, y están en línea ya.

Cuestión distinta es ERC, aunque dudo que vaya a torpedear la investidura en ningún caso. Si hay un acuerdo con Junts, si se pacta una amnistía, el partido que lidera Oriol Junqueras no puede permitirse votar ‘no’ y entregar a Feijóo y Abascal una segunda oportunidad: correrían un gran riesgo electoral. Pero los plazos para la investidura, por este lado, sí se pueden alargar. Entre otras razones, porque ERC necesita marcar agenda y sacar rédito político de una negociación donde la voz cantante, dentro del independentismo, la está teniendo Puigdemont. En este artículo de nuestro compañero Arturo Puente se explica bien qué pide ERC: una mejor financiación para la Generalitat. Y también la transferencia autonómica de Rodalies de Catalunya, los trenes de cercanías. 

Pueden pasar dos cosas: que sea rápido, que sea lento. Pero no creo que nos espere otro desenlace que no pase por la investidura de Pedro Sánchez este mes de noviembre. 

La siguiente cuestión –que es cosa mayor y no cosa menor, que diría Mariano Rajoy– es cómo será el nuevo Gobierno de coalición. Qué carteras. Qué reparto. Qué nuevo Consejo de Ministros llegará. 

Hay un paso inicial que condiciona todo: si vamos otra vez a un gobierno grande –con muchos ministerios– o si se fusionan algunas carteras creadas en la legislatura anterior para que hubiera más para repartir con Unidas Podemos. Si el Ministerio de Universidades vuelve a estar con el de Ciencia. O si el de Consumo vuelve a Sanidad.

En un primer momento, tanto Pedro Sánchez como Yolanda Díaz apostaban por esta opción: por reducir el número total de ministerios, aunque eso provocara que Sumar (y el PSOE) también tuviera menos carteras –manteniendo la proporción de poder y competencias entre ambos socios–. Pero esa primera decisión en la arquitectura del nuevo Gobierno hoy está en discusión.

Que Sumar mantenga las cinco carteras que tiene hoy permitiría que haya una para cada uno de los grandes partidos dentro de la coalición. Algo que en el PSOE hoy no les suena mal, porque creen que les ayudaría a pacificar la compleja situación interna de Sumar y su dura relación con Podemos –que esta semana volvió a aflorar con el choque entre Pablo Iglesias y Ada Colau–. Al PSOE le preocupa que una hipotética ruptura de los cinco diputados de Podemos complique aún más las negociaciones legislativas y, a corto plazo, los próximos Presupuestos Generales del Estado.

Si esta idea prosperase, y fuéramos a un gobierno grande, como el actual, con cinco carteras para Sumar, el reparto podría ser similar. La vicepresidencia con Trabajo para Yolanda Díaz, el ministerio de Sanidad, probablemente para Mónica García por Más Madrid, y que los principales partidos que ahora tienen ministerio pudieran mantenerlos: uno para los comunes, otro para IU, otro para Podemos. Es decir, una cartera para cada pieza importante de la coalición. Pero la discusión sigue abierta, y lo seguirá hasta la investidura.

El punto más espinoso es qué hará Yolanda Díaz con Podemos: si les integrará en el Gobierno, a pesar de la dura relación que mantiene con la dirección del partido y con quien sigue siendo su principal referente, Pablo Iglesias. Y en caso de que lo haga, a qué ministra o ministro nombrará. Es casi seguro que no será Irene Montero, como pide Podemos. Pero dentro de la dirección de Sumar, se debaten entre los que argumentan que es mejor intentar de nuevo un acuerdo con ellos o quienes creen que es imposible pactar, porque la ruta de Podemos pasa –haga lo que haga Yolanda Díaz– por la confrontación con su liderazgo y, a medio plazo, por una candidatura independiente en las próximas elecciones europeas, previsiblemente encabezada por Irene Montero. 

Pero los encajes internos dentro de Sumar no son la única incógnita del nuevo Gobierno. Hay varias cuestiones más. 

La primera, qué papel jugará Félix Bolaños, ministro de la Presidencia, pero en el organigrama oficioso de La Moncloa el verdadero vicepresidente primero del Gobierno y número dos de Pedro Sánchez. Hay quien cree que podría ser el nuevo responsable de Justicia, una cartera donde, de facto, ya es él quien toma muchas de las decisiones y donde se presentan muchos de los frentes importantes de esta nueva legislatura, por el bloqueo del Poder Judicial por parte del PP.

¿Seguirá Fernando Grande-Marlaska? ¿Y Margarita Robles? Son dos ministros cuya continuidad está en cuestión.

Otra gran duda es quién sustituirá a Nadia Calviño al frente de Economía, si prospera su candidatura como presidenta del Banco Europeo de Inversiones. Este nombramiento se decidirá a final de diciembre, así que hay otro problema más. ¿Hará Sánchez un Gobierno con ella dentro para sustituirla en un mes? ¿O la dejará ya fuera del nuevo gabinete, aún con el riesgo de que ese nombramiento no prospere?

Relacionado con esto, otra cuestión. En junio de 2024 se celebran las próximas elecciones europeas, y tras ellas se nombrará una nueva Comisión Europea: un nuevo Gobierno de la UE, al que Pedro Sánchez le da mucha importancia. España tendrá, con seguridad, un comisario de peso. Y muy probablemente será la persona que encabece la lista del PSOE en esas elecciones, como en 2019 fue Josep Borrell. Dentro del Gabinete de Sánchez, hay dos candidatas claras a comisaria o incluso vicepresidenta de la UE. Una es Nadia Calviño. La otra, Teresa Ribera. 

En ese organigrama oficioso de La Moncloa hay también dos nombres que mandan más que muchos de los ministros, y que podrían dar el salto al nuevo Gobierno: Oscar López, el actual jefe de gabinete, y Antonio Hernando, hasta hace pocos meses su segundo. Es probable que alguno de ellos pase en esta nueva legislatura a un papel más visible del que tienen hoy.

Todo esto aún está por definir. Porque cada pieza que mueva Pedro Sánchez le condiciona las demás, en unos equilibrios que en el PSOE siempre se suelen respetar: las distintas cuotas por territorios del partido, la obligada y necesaria paridad, los equilibrios internos y también la voluntad –en eso todas las fuentes coinciden– de recuperar en el Gobierno un mayor peso político, y menos técnico, respecto al Consejo de Ministros actual.

Lo dejo aquí por hoy. Espero que tengas una buena semana y que la que viene sea mejor.

Un abrazo, 

Ignacio Escolar

Hola, 

¿Te acuerdas de cuando Feijóo, hace no tanto, aseguraba que los topes al precio de la electricidad eran “el timo ibérico”? Pues los números lo han vuelto a poner en su lugar.