Todo tiene su fin, cantaban Medina Azahara. Y el Catavenenos, también. Al menos por ahora, que nunca digas de esta agua no beberé ni este cura no es mi padre. Cierra pues este chiringuito que empezó un día de enero de 2024. Parece que fue ayer, eso que exclamamos cuando nos dicen que nuestro sobrinito nació hace ya 18 años y ahora es defensa en un equipo de rugby. Cree su autor, quizá cargado con todos los prejuicios del padre de la criatura, que se cierra el timbiriche con algunas de las metas alcanzadas. Y, también, con el convencimiento de que contado lo ya contado, todo iba ser a partir de ahora mera repetición de lo mismo: similares insultos provenientes de las firmas ya conocidas, que si Jiménez Losantos, que si Ussía, que si Savater, que si Inda, que si Caño, que si Ventoso, que si Naranjo, que si Prada, que si Trapiello, San Sebastián o Juaristi. Grima da recordarles.
Se trataba, en primer lugar, de mostrar a los inocentes lectores de elDiario.es, bondadosos de por sí, la maldad que habitaba en los sucios corazones de no pocos de los articulistas que pueblan la prensa patria. Y no me dirán que en este año, quien se haya atrevido a echar un vistazo a esta modesta sección dominical, no habrá encontrado villanos y malandrines suficientes hasta hacer imposible elegir al más inicuo de todos ellos, clasificación complicada a la vista de tanto odio y tanto rencor. Sólo tienen que releer la lista con la que acabábamos el párrafo anterior, y ya me dirán cómo destacar de entre ellos al más pinturero.
En segundo lugar, fueron artículos sin duda demasiado largos, el autor lo sabe bien, porque quería cumplir con otro objetivo: demostrar que esa villanía no era resultado de la mente enferma de cuatro o cinco descerebrados o extremistas rabiosos. Quiá. Aparecen a decenas los bribones, aquí y acullá, mostrando que los integrantes de la fiel infantería podrían organizar todo un batallón, una unidad militar táctica que suele tener alrededor de 1000 soldados (puede ir de 300 a 1500) formada, usualmente, por dos a seis compañías, al decir de la Wikipedia.
Un tercer objetivo era intentar que ustedes borraran de su ordenada cabeza la idea de que el ataque a la izquierda, al gobierno, a todo lo que suene a progresismos, entraba en los estrechos límites de unos pocos y señalados digitales de mucho ruido y poca monta, que si The Objective, que si Libertad Digital, OKdiario o El Debate, entre otras cabeceras de similar prestigio y prestanza. En absoluto, los medios de prensa escrita de Madrid, esos que las gentes de bien –Feijóo dixit– acostumbran a leer a la salida de misa de doce, digamos Abc, El Mundo o La Razón, son la cueva habitual donde moran personajes igual de siniestros, faltones y groseros como aquellos que navegan en los barquitos piratas que antes citábamos.
Quería el Catavenenos, en fin, mostrar cómo la palabra es en ocasiones un arma cargada de futuro, cierto, pero en otros una bomba de racimo que arrasa piernas y honras por donde pasa. Victor Klemperer, 1947, La lengua del Tercer Reich: “¿Cuál era el medio de propaganda más potente del hitlerismo? ¿Eran los discursos individuales de Hitler y de Goebbels, sus declaraciones sobre este o aquel tema, su agitación contra el judaísmo, contra el bolchevismo? (…) No, el efecto más potente se introducía más bien en la carne y en la sangre de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que imponía repitiéndolas millones de veces y que eran adoptadas de forma mecánica e inconsciente”. Es la perversidad de la propaganda para acabar con el contrario, para destruir a las personas, al enemigo político.
Y ellos son, los cornetas del Apocalipsis, muchos y variados, como ya han visto, la tercera pata necesaria para que la gran manada de la derecha, peguen ustedes el oído a tierra y oirán el escándalo de sus pezuñas atacando en tromba, constituida por una oposición política abrazada a la insidia y la calumnia, esto es, PP y Vox, al mando de los tenientes coroneles Feijóo y Abascal, a la vera de Agustina de Madrid, la inefable reina del vermú, junto a un selecto grupo de togados señalados por la gracia de dios para salvar al mundo del bolchevismo, se han aliado, pacto de sangre, para acabar con el infame gobierno de Pedro Sánchez. El poder es nuestro y unos desharrapados nos lo quieren quitar.
Todo sirve, y en primer lugar unos canallas esparcidos en los medios de comunicación, prensa, radio y televisión, pasto necesario para que las redes sociales multipliquen hasta el infinito las mentiras, los bulos y las insidias que allí se difunden. Y aún diría más el Catavenenos: si en el Abc, fíjense que si será serio que incluso lleva una grapa, se adjudican a las gentes del gobierno –y sus familiares– los brutales calificativos que ustedes han podido leer aquí, ¿qué impide a las educadas damas e instruidos señorones repetir esas mismas palabras en la mesa familiar, en el consejo de administración, en la reunión parroquial o en la barra del club? Lo ha dicho la prensa, dirán, dando un cierto empaque a la mugre que han mamado en los comentarios de la alegre muchachada.
Nosotros añadimos que lo ha dicho la prensa, sí, pero la indecente y repulsiva. Como aquí han podido leer durante un año, que no ha sido cosa de reír.
Felices fiestas, queridos amigos, y si en algún momento echan en falta los tósigos, no tienen más que ojear de vez en cuando las cabeceras que ustedes ya saben. Siempre cumplen. El mal nunca duerme, decían los serialillos de la radio.
El Catavenenos, o al menos así lo ha intentado, ha dado cumplida fe de todo ello. Gracias, muchas gracias a todos por su paciencia.
Todo tiene su fin, cantaban Medina Azahara. Y el Catavenenos, también. Al menos por ahora, que nunca digas de esta agua no beberé ni este cura no es mi padre. Cierra pues este chiringuito que empezó un día de enero de 2024. Parece que fue ayer, eso que exclamamos cuando nos dicen que nuestro sobrinito nació hace ya 18 años y ahora es defensa en un equipo de rugby. Cree su autor, quizá cargado con todos los prejuicios del padre de la criatura, que se cierra el timbiriche con algunas de las metas alcanzadas. Y, también, con el convencimiento de que contado lo ya contado, todo iba ser a partir de ahora mera repetición de lo mismo: similares insultos provenientes de las firmas ya conocidas, que si Jiménez Losantos, que si Ussía, que si Savater, que si Inda, que si Caño, que si Ventoso, que si Naranjo, que si Prada, que si Trapiello, San Sebastián o Juaristi. Grima da recordarles.
Se trataba, en primer lugar, de mostrar a los inocentes lectores de elDiario.es, bondadosos de por sí, la maldad que habitaba en los sucios corazones de no pocos de los articulistas que pueblan la prensa patria. Y no me dirán que en este año, quien se haya atrevido a echar un vistazo a esta modesta sección dominical, no habrá encontrado villanos y malandrines suficientes hasta hacer imposible elegir al más inicuo de todos ellos, clasificación complicada a la vista de tanto odio y tanto rencor. Sólo tienen que releer la lista con la que acabábamos el párrafo anterior, y ya me dirán cómo destacar de entre ellos al más pinturero.