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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

Lloren y lloren, que al final reirán

Carles Puigdemont, en una imagen de archivo, en Laroque-des-Albères (Francia)
9 de diciembre de 2024 22:25 h

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“Es peligroso asomarse al exterior”, rezaban los carteles en los trenes del siglo pasado. Ahora añadimos y al interior. Lo mejor es no sacar la cabeza, meterse en la cama y taparse hasta la coronilla con la manta de Ezcaray, unos, con el edredón de Ikea otros, no asomar la jeta ni para comer, que dentro y fuera las cosas andan mal, muy mal, requetemal. Es que ni para el Este ni para el Oeste, ni para cerca ni para lejos tienen nuestros males remedio. Qué quieren, el Ojo tiene el día bobo y tendrá que sacar fuerza de su flaqueza habitual para que no convirtamos esta acostumbrada columna jaranera en una necrológica más triste que una intervención pública de Jaime Mayor Oreja, lloren conmigo. Mejorará al final, ya verán, que todo es ponerse a remontar el vuelo. 

Habría que empezar por Siria, la caída de un dictador, pero la temible llegada de más integristas, seguir por Gaza y Líbano, echar las pestes correspondientes sobre Israel y sorprendernos por Corea del Sur. Acortemos la vista, que ahí tienen Europa. Recuerden que hubo una vez un potentísimo eje francoalemán que impulsó a la Unión Europea a los primeros puestos de los rankings mundiales. Pero Francia es actualmente un país desnortado, con un fatuo Emmanuel Macron que ha ido acumulando errores tras errores. Aislado por unas urnas que le fueron francamente desfavorables, y agobiado por la presión de la extrema derecha, no quiso ceder ante la izquierda y ahora se ha encontrado con que ese centro soñado en una noche de verano simplemente no existe. Le espera un calvario hasta las nuevas elecciones, allá en junio. Un país con una situación económica difícil, volcada en su ridícula grandeur con esa inauguración de la nueva Notre-Dame, que bastaba ver los infames y falsos mondrianes con los que se disfrazaron sus cardenales y otras glorias de la cristiandad francesa para comprobar que algo va mal en aquellas cabezas. Pero claro, Francia, 67 millones de habitantes, el segundo país europeo. 

El primero es Alemania, 83 millones. Cercado por sus muchas dificultades de gobernación, el canciller socialdemócrata Olaf Scholz ha convocado elecciones anticipadas para febrero de 2025. Allá le espera el líder conservador Friedrich Merz, y cerca, muy cerca, la extrema derecha del partido Alternativa para Alemania (AfD). El cordón sanitario ha funcionado hasta ahora, y no sería fácil, por la memoria del horror que aún despierta el nazismo en buena parte de los alemanes, un pacto entre las derechas. Pero la continuidad de la izquierda socialdemócrata -tampoco es que sea leninista, la verdad- está muy en el alero. Incertidumbre, debilidad. En esto se ha convertido hoy, finales de 2024 el otrora imponente eje francoalemán. Y recuerden que el tercer país por población, 60 millones, es Italia, con Georgia Meloni al frente del Gobierno. Todo un panorama en esta Europa nuestra, de la que formamos parte sustancial, para recibir en enero al huracán Donald Trump, el gas naranja, la antipolítica como norma sagrada y la falta de principios como canon a seguir. ¿Aranceles, castigo a la OTAN? Seguro, y no será lo peor que nos pase a los europeos. Entre otras desgracias, no se olviden, el apoyo irredento a todos los partidos de extrema derecha de nuestro entorno. ¿Incluido Vox? Pues claro, qué se creían ustedes, aunque no descuidarán al PP, carne de su carne. 

¿Verdad que están a la vista todas las dificultades que nos esperan en el exterior, un entorno francamente hostil? Pero hay más, otras fuerzas más sutiles nos tiran a los ciudadanos -y a los gobiernos- de las extremidades como hacían los caballos con los pobres reos de tortura en la Edad Media. ¿Qué se puede hacer con las plataformas supranacionales tecnológicas, hablamos de Google, de Amazon, de Facebook? ¿Cómo defenderse de los fondos de inversión, más de 100.000 pisos en alquiler en España, pero el triple en Francia o Alemania? ¿Cómo legislar ante las grandes petroleras, por ejemplo, que deciden precios sin que los gobiernos puedan mover ficha? El dinero mueve montañas, y atraído por las garras de la derecha, han pasado a dominar, allá donde gobiernan, la sanidad o la educación, millones y millones contra los que un exiguo presupuesto público, siempre mordido por quienes no quieren impuestos, poco se puede hacer. Y ya puestos para que acabe de sentarles mal el desayuno, les cuento que están en manos de las redes sociales, con unos algoritmos miserables que el señor Elon Musk, por ejemplo, ese loco carioco con un inmenso poder maneja a su antojo y hace con usted lo que le da la gana. Más desinformación, más Trump. Es decir, un futuro terrible, con una derecha salvaje y un capitalismo enfebrecido donde la justicia social es un cuento para niños. 

¿Me siguen en esta carrera de juerga y jaleo, un dechado de felicidad que nos ahoga por doquier, todo son buenas noticias para el ciudadano de a pie, un guateque infinito, una parranda de burbujas de champán, alegres maracas y sonoros jajás? 

Decíamos de población. El cuarto de la Unión Europea es España, 47 millones de habitantes. Así que pasamos los Pirineos y llegamos a Aldama. Siempre hemos sido poca cosa, excepto cuando gobernaban los ídolos de Santiago Abascal, aquellos Reyes católicos que todo lo unificaban. De la grandeur a la miseria, del champán a La Casera, del solomillo Strogonof a las gallinejas. Para hablar de geopolítica estamos en esta piel de toro. Con un déspota gobernándonos, puro aprendiz corrupto de tirano, los niños muriéndose de hambre por las esquinas y los moros violando a nuestras santas esposas por todas las esquinas de nuestras peligrosas calles. Estrepitoso y ensordecedor el ruido y la pornografía que enarbola la derecha, toda la derecha, la dizque que centrista y la más extrema, en perfecta sintonía -¿cuántas veces se lo habrán leído al Ojo?- con unos jueces descendientes de la pata del caballo del rey, somos dueños del país, y todos ellos amplificados por una prensa canalla, la más establecida, la que leen los señorones cuando salen de misa a las doce, hasta la más pirata de los nuevos digitales, basurilla tras basurilla. ¿Unas televisiones adocenadas, cebadas para insultar al Gobierno, unas emisoras de la Iglesia amplificando mentiras y bulos? También, claro. 

Y es que tal desmesura nos impide, en ocasiones, centrar nuestra vista en los problemas reales, que existen y son muy graves. Deberíamos criticar con dureza las carencias del Gobierno en muchos aspectos. Somos incapaces de solucionar problemas que nos abren heridas. La dependencia, por ejemplo. Muchas leyes, muchas palabras, pero la gente se muere sin que les llegue la paga que les hubiera paliado sus últimos momentos. O tardan en llegar las ayudas a la Comunidad Valenciana -ya, ya sé del zote Mazón y sus muchas miserias- pero el Gobierno central es de quien es. Y, por supuesto, llegamos a la vivienda. ¿Cómo vamos a resolver el problema, cuando no podemos contar con las autonomías del PP ni con la ayuda de esos fondos buitres que antes citábamos, ni con unas reglas de mercado, reconocidas por la Constitución, que impide la mano dura que la emergencia exige? Pues aun así, habrá que lograrlo. Se lo exigiremos a Sánchez. 

Pero atentos, pífanos y atambores, que aquí, ahora, viene lo bueno. Menos mal que tenemos el Gobierno que tenemos. Si han sido capaces de leer hasta esta línea, ya habrán derramado todas las lágrimas posibles. Pues ahora hemos llegado al oé, oé, oé, vamos a ganar y a mí el pelotón Sabino que los arrollo, que gritó Belauste. Sabe el Ojo perfectamente que se trata de una referencia no ya viejuna, sino arcaica, pero a los jóvenes ignorantes no les costará nada buscarla en Google. Hala, a la tableta, que para eso la tienen. Precisamente por todo lo descrito hasta ahora mismo es por lo que hay que mantener el ánimo alto, el mentón levantado y la frente despejada. Así que algunas consideraciones.

Begoña, el hermano, el fiscal, la tríada que claman los sinvergüenzas. Bien. Mente analítica y un mínimo esfuerzo para entender caso por caso y comprobar la ignominia que se esconde en cada uno de ellos. La clamorosa inexistencia de delitos, la tergiversación de los datos, la desvergüenza de un defraudador de Hacienda y un jefe de gabinete desalmado. Aldama y sus miserias. Estemos atentos. ¿Hay corrupción en algún caso? A degüello. Pero mano firme para defenderse de las insidias de un delincuente confeso. Aquilatemos cada cosa en su justo término. No, este país no es un saco de inmundicia, como clama la derecha. En todo caso, los montones de mugre los acumulan ellos, con sus volquetes engrasados en sus terminales mediáticas y proclamados por sus voceros sin escrúpulos, para qué les voy a recitar sus nombres. 

¿Más problemas? Por supuesto. Un parrafito para los socios, que nos queríamos perder la juerga. Son malos los dolores de muelas, pero vaya alegría tener que discutir partida a partida, párrafo a párrafo, nota a nota, con los representantes de Sumar, de Podemos, del PNV, de Esquerra y de Junts. ¿Qué les ha parecido el sonido a navaja cabritera de esa petición de moción de confianza de Puigdemont, allá en su sitial de Bruselas? Todas las negociaciones, todas, una a una y uno a uno. ¿Se acuerdan de la imposibilidad de evitar a todos los coches de choque en aquella atracción que tanto nos divertía? Con uno girabas el volante, con otro te escabullías, pero un patoso venía por detrás y te sacudía. Aun así, sufrimiento y más sufrimiento, digamos lo siguiente: está bien el conglomerado, la variedad de fuerzas es sana, esta es la España real -progresista y plurinacional- y por eso reúne más votos. 

Y para que eso siga siendo así, es indispensable, perentorio y obligado que la izquierda de la izquierda cese en su dieta de adelgazamiento progresivo. Necesitamos para ganar un Sumar fuerte y un Podemos decidido, unidos o uno a Boston y otro a California, pero con capacidad de llevar entre ambos a muchos centenares de miles de ciudadanos, qué tal tres millones, a las urnas. Es tan evidente…

O sea, oe, oé, oé, vamos a ganar. 

Adenda. Nos hemos vuelto tontos de repente. Ahora resulta que para ser felices en estos días tan entrañables de navidad, mala peste acabe con ellos, hay que gastarse miles y miles de euros en horteras monumentos luminosos, árboles desmesurados y tonterías de similar arquitectura. Compiten los ayuntamientos como bobos, mi estrella es más grande que la tuya, yo he tirado a la basura más dinerales que tú. Y los vecinos del lugar, tan contentos. Venga a pasear bajo esos arcos gigantescos de leds multicolores, empujándose los unos a los otros, qué contentos estamos, feliz navidad, los peces en el río. 

Ahora decimos el número de pobres en España. Y me llamarán demagogo. Con razón.  

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