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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

Todos sabemos qué es un gánster. Pues los hay a cientos

Manifestación en EEUU con una efigie de Trump y las palabras "cleptócrata" y "las manos fuera de nuestro país".
7 de abril de 2025 22:03 h

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Donald Trump, entre otras cosas y ninguna bonita, es un gánster. Dice la Wikipedia, tan sosa, que “algunos gánsteres, a veces llamados ‘matones´, están especializados en la extorsión, la intimidación, o el soborno”. Trump pone la pistola encima de la mesa –los aranceles– y escupe a su oponente: ahora, si te atreves, negocia. Lo dicho, un delincuente, un facineroso, un forajido, un vulgar arrebatacapas. Es, además, el jefe de una banda de cuatreros multimillonarios, el gang, que se dice, además de un fantoche reaccionario al borde, justo al borde y tirando hacia el interior, del más clásico fascismo.

Claro que todo el mundo –incluidos los estadounidenses que le votaron, haber elegido muerte– va a padecer al dirigente descerebrado, pero sufrirán en mayor grado los gobiernos de izquierdas de cualquier lugar del ancho mundo sacudido por este terremoto naranja. Razón evidente: las derechas mantendrán los privilegios de los ricos, como han hecho siempre, y dejarán que se pudran los más humildes, también para seguir con sus costumbres habituales. Pero las izquierdas deberán hacer encajes de bolillos para aguantar el chaparrón en forma de recesión y mantener a un cierto nivel, el que se pueda, el gasto social, inherente a su ideología. O sea, que nuestro gobierno de coalición las va a pasar moradas, si a ese tétrico panorama se le añade, además, una pizca –la que sea– de gasto en cañones y artefactos similares como nos corresponderá por formar parte –y servirnos de ella– de la Unión Europea. 

Y aún más sufrimiento cuando por estos pagos tenemos a una derecha bifronte como el PP, con un Núñez Feijóo, pobrecillo, amagando con dar la mano para ayudar al gobierno mientras con la otra se agarra como un moribundo a las fuerzas feroces de Vox, los siervos de Trump y enemigos acérrimos de esa Europa que Núñez dice defender. Una risa. Los próximos días 29 y 30 de abril celebrará el Partido Popular Europeo (PPE) su Congreso en la ciudad de València. Lleva Feijóo a la cita la indeseable mochila del cadáver de Carlos Mazón, pero debe añadirle, además, todos los enjuagues del susodicho con Vox para mantenerse en el cargo y que el propio Núñez, con el agua al cuello, no ha sabido o querido neutralizar. Una cita disparatada. Porque el jefe del PP tendrá que explicarle a su jefe de filas europeo, el alemán Friedrich Merz, cómo va a gobernar el PP valenciano, aragonés o murciano con los socios del húngaro Viktor Orbán, cuando los alemanes han cerrado a sangre y fuego el cerco contra la ultraderecha. 

Tiene además Feijóo otras asignaturas internas que aprobar para que empecemos a considerarle un político respetable. La primera, su exigencia –esa ridícula manera de hablar– de que Sánchez negocie con las autonomías las medidas anticrisis. Pero él mismo ha ordenado a las comunidades presididas por su partido que no acepten la quita de la deuda que les ha ofrecido el ministerio de Hacienda del malvado Sánchez. ¿Con qué recursos, si rechaza esos muchísimos millones, quiere hacer frente el sastrecillo valiente a la acometida trumpiana? La segunda: veremos cómo soluciona su pacto con la formación de Abascal, justo en estos momentos, esos patriotas que no saben qué decir ante los aranceles que van a machacar al campo español, el caldo de cultivo preferido por Vox que siempre ha pedido las consejerías de Agricultura allá donde ha gobernado con el PP. Ejemplo: el aceite. El año pasado se exportaron a Estados Unidos 113.000 toneladas, más de mil millones de euros. Haga el favor el inquilino de esa sede de Génova, pagada con dinero negro, por cierto, de explicar esas nimiedades, contradicciones ciclópeas, a herr Merz e incluso a la recia Ursula von der Leyen, la presidenta de la Unión y selecta representante de su partido.  

Es tan obvio y tan enorme el caos mundial generado por Trump, que está consiguiendo ahogarnos y distraernos de los muchos e importantes conflictos que requerirían la máxima atención de nuestros políticos para intentar solucionarlos. Estamos asustados ante la gravedad de la crisis de la vivienda, como este fin de semana se ha puesto de manifiesto en las calles de varias ciudades. Nada es sencillo de resolver y este tema, como es evidente, tampoco, bien lo saben en todos los países de nuestro entorno. Por supuesto que hacen falta grandes decisiones técnicas basadas en un conocimiento exhaustivo de todas las aristas del problema, pero al Ojo le gustaría advertir sobre el primer pozo en el que se hunde el Gobierno: el de la comunicación. No consigue Moncloa, y cuidado que lo ha intentado, llevar al ánimo de los ciudadanos que es este el principal problema –salvemos el caso Trump, otra dimensión– al que se enfrenta el Gobierno y del que dependen cientos de miles de votos. Saben ustedes de la impertinencia de este plumilla, así que no se extrañarán de que se atreva a señalar lo que es, para él, el primer problema de partida: no ha logrado Pedro Sánchez, suya es la responsabilidad, poner al frente de esta batalla a un –o una, claro está– titular de la cosa capaz de poner cara, ojos y hombros a la solución del problema.

Nada personal contra Isabel Rodríguez, quizá sea una persona de gran capacidad, pero incapaz de transmitir la seguridad y confianza que se necesita para demostrar al pueblo llano que el Gobierno es consciente y sabe la magnitud de la tragedia. Necesita Sánchez una Montero o un Puente, y ustedes ya ven clarito por dónde va el Ojo, para que creamos que Sánchez se cree la importancia de la que se nos cae encima. A lo mejor servía también, quizá, quizá, un Illa más serio que un empleado de funeraria. Pero pone cara de entendido. Imagen, señoras y señores, amigos todos, busquen ustedes al Superman o la Catwoman que haga creíble que todos y cada uno de los integrantes del Gobierno, incluido por supuesto su presidente, no duermen, angustiados por el tsunami constructor. Sería un primer paso, pero importante. A continuación, claro está, rodearse de un equipo competente que todos conozcamos y valoremos profesionalmente, capaz de explicarnos las mil y una posibilidades que se barajan y sí, hablar con todos, incluidas las autonomías del PP, esas gamberras institucionales, para mostrar a la ciudadanía, a cara descubierta, quién está por la labor de solucionar la vida de los ciudadanos y quién de impedirla en beneficio de fondos buitres y similares aves de rapiña. 

Al tiempo, otros agobios nos comen las canillas y todos deberíamos tener la capacidad y el ánimo de afrontarlos con entereza, porque nunca, jamás, habría que dejar pasar impunemente tanta indecencia y tanta indignidad. Saquen cuadernillo, o cualquier modernez electrónica que manejen, y vayan tomando nota. Uno. Por supuesto, en primer y destacado lugar, 228 muertos obligan, la investigación sobre la DANA de Valencia y la miserable actuación del presidente Carlos Mazón, tan arropado de manera vergonzante por todo el Partido Popular con su gran jefe Núñez Feijóo a la cabeza, una vergüenza inconmensurable. Y añadan sus chanchullos con Vox, de lo que ya hemos hablado. Dos. Todo el contubernio judicial, caso por caso, indignidad por indignidad. Desde la cacería salvaje y enloquecida contra el fiscal general del Estado, pasando por el bien plantado novio de Isabel Díaz Ayuso, a mi hombre ni me lo toquen, tan relacionado con el caso anterior. Añadan, por favor, a ese pinturero juez Peinado, contumaz capitán Ahab de opereta, hasta llegar a la actuación claramente insurgente de tribunales variados contra el Constitucional. El partido judicial sigue en ebullición y la democracia –o por lo menos el Gobierno– no sabe cómo parar esta masiva y orquestada ofensiva de la Wehrmacht judicial. Que avanza imparable, pisoteando lo que se le ponga por delante. 

Todavía faltan algunos ítems. Tres. Las abrumadoras pruebas que se acumulan día tras día en torno a la más que turbia actuación de la policía patriótica, contra los dirigentes catalanes y de Podemos, con la colaboración estelar del iluminado ministro del Interior Jorge Fernández–Díaz, aquel al que se le apareció la Virgen María en Las Vegas –no podía haber elegido otro sitio la buena señora– y que tiene permanentemente un ángel de la guarda a su servicio, llamado Marcelo que le ayuda a aparcar. Sumen toda la cúpula policial que él dirigía, una aberración grupal, con la colaboración estelar de Dolores de Cospedal, gran factótum del PP y exministra de Defensa –nada sé, nada hice, nada escuché, dice la muy desahogada– y no pierdan de vista lo que sabía de este sucio asunto Mariano Rajoy, por mucho que luzca airado en sus comparecencias públicas. ¿Falta algo? Pues sí. Cuatro. La implacable maquinaria de la derecha más reaccionaria contra todo lo que suene a público, desde la sanidad a la enseñanza y, muy especialmente, esa ola de chiringuitos ridículos, muchos de ellos adoctrinadores de lo peor del capitalismo, el fanatismo religioso y la reacción de la extrema derecha, de las llamadas universidades privadas, apenas comparable la formación que ofrecen a unas charlas de inanes ejercicios espirituales. ¿Quieren un lío más, que ya se sabe que no hay quinto malo? Pues ahí tenemos, en ambas esquinas del ring, a Sumar y a Podemos, o lo que es lo mismo, a Yolanda Díaz y a Irene Montero. Habrá tiempo de entretenernos con este asuntillo… 

Y ya puestos, dejen al Ojo añadir un sexto aviso, manías de vetusto, esa indecencia de la Iglesia y el Valle de los Caídos. Como un martillo pilón: bum, bum, bum. 

Adenda. De la reunión del gánster del comienzo con Benjamin Netanyahu, un prófugo de la justicia acusado de ser un criminal de guerra, que no lo dice el Ojo sino el Tribunal Penal Internacional. La vergüenza de Gaza pesará sobre todos nosotros durante años. No hemos sido capaces de oponernos con la energía suficiente a esa masacre salvaje e inhumana. El mundo parece indiferente a esos niños asesinados o mendigando con desesperación un trozo de pan. Nadie reacciona con la fuerza que debería hacerlo. Europa, por lo pronto, debería echar de su seno a ese fascista –¿me permiten el desahogo?– de Víktor Orbán, un tipo que se ha saltado la legalidad universal delante de todos nosotros, ahí me tenéis, hago lo que me da la gana, saludando efusivamente a la fiera israelí. Toda medida política o económica para defendernos de Trump debería incluir la defensa de los palestinos. No hay agresión mayor a nuestras conciencias. Cuiden los aranceles, ayuden a los ucranianos, pero sobre todo salven a esos seres humanos abrasados por el brutal comportamiento del gobierno y el Ejército de Tel Aviv ante la incuria mundial. Ya. Están lejos, son pobres y aquí estamos muy liados con los coches eléctricos.  

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