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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

Ustedes perdonen. Votan ultra porque les gustan los ultras

El presidente de Vox, Santiago Abascal.

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Nos abruma Francia, nos abruma Estados Unidos. Cada voto a Marine Le Pen, y son muchos millones, ya lo han visto, es una pequeña herida en nuestra conciencia de demócratas. Ahí tienen los resultados de las elecciones francesas, victoria histórica de la ultraderecha. Habrá que esperar al domingo próximo, porque el Nuevo Frente Popular aguanta. Empieza ahora el frenesí de las alianzas. ¿Dónde se situará Macron, por ejemplo? Lo dicho, a esperar. Pero vayamos un poco más allá. Ya sabe el Ojo que la moda es culpar a los partidos actuales, a los políticos que rigen los países europeos de este auge de la extrema derecha. No han hecho nada, son unos inútiles y bien merecido se lo tienen. Pero es una tesis de vuelo más bien gallináceo. Porque si uno está en contra de la política tan de derechas de Macron, caso que nos ocupa, lo lógico sería votar a algún partido de izquierda, el revés de la trama, que en ningún mapa del comportamiento electoral está señalado que haya que votar, ay, qué dolor, a la extrema derecha reaccionaria y xenófoba de la Agrupación Nacional. Eso van a hacer, por ejemplo, en el Reino Unido, donde el moderadísimo laborismo parece una guerrilla revolucionaria frente a un partido conservador echado al monte de la locura.

Para clarificar el panorama. Los franceses que han votado Le Pen es porque quieren Le Pen, no porque odien a Macron, a Bruselas o a la Agenda 2030, que se supone que también. ¿Suena feo? Pues qué le vamos a hacer. Quiero decir que quien elige la papeleta de Vox es porque le gusta Abascal, aplaude sus políticas deleznables y es tan reaccionario como él. Porque en el colegio electoral puede optar entre izquierda o derecha, más o menos moderada, pero se decanta por la extrema derecha pura, dura y vociferante. Grita el gran hombre las barbaridades que nos esperan si gobiernan, y a sus votantes les encanta el plan. Y no hablemos de los 800.000 de Alvise. La culpa, digámoslo, no es de Sánchez ni de las feministas ni de Podemos. La razón de esa deriva se encuentra en este neocapitalismo feroz que nos come, embutido en unos medios y unas redes sociales aberrantes, que nos conduce a la irracionalidad de votar a los enemigos de la inteligencia y los sentimientos decentes.

Ocurre también en Estados Unidos. ¿Alguien duda de que Joe Biden es un político honesto, que cree en la justicia social, que ayuda a los sectores más desfavorecidos, y que así lo ha demostrado durante los años de su gobierno? Por el contrario, ¿hay alguien en la sala que no sepa que Trump es un dirigente soez, estrafalario, mentiroso, que va a apoyar sólo a los ricos, que va a acabar con cualquier atisbo de política de entendimiento, interna y externa? Mismo razonamiento que el anterior: le votan porque les gusta, porque son tan cafres como el magnate que produce bulos como una metralleta y a los que no afecta que sea un tipo condenado por varios delitos un tanto repugnantes. Ya, ya se sabe que hemos visto a un Biden terrible en el debate de la CNN. Ésa es otra discusión y nos lleva a la incomprensión, al menos desde esta pequeña atalaya española, de entender cómo es posible que un país como Estados Unidos, más de 330 millones de habitantes, primer PIB del mundo, sea incapaz de encontrar unos candidatos mejores para presidir su país que a un energúmeno como Trump y a un anciano doliente como Biden.

Pero volvamos a los motivos de tanto voto ultra. Sería de mucho mayor provecho que los intelectuales que se ocupan de la cosa pública estudiaran de verdad cómo funcionan esos métodos de alienación, descubrieran qué busca el votante en el triunfo de esos ultras a los que vota, qué espera que le proporcionen, bienes materiales o inmateriales, a él y a los suyos, en lugar de culpar una y otra vez a los demócratas liberales o a los socialistas por serlo. Las políticas de las socialdemocracias durante las décadas que siguieron a la II Guerra Mundial sacaron de la miseria a millones y millones de europeos, masacrados por esa barbarie que desató aquel ultraderechista, Adolf Hitler, de tan odioso recuerdo, pero votado por los alemanes, como recordarán, secundado por Mussolini, Franco o Salazar, a los que esos nuevos votantes quieren retirar ahora, cuando menos, del museo de los horrores. Hoy mismo la sociedad europea, desgracias y agravios evidentes, ofrece un mundo bastante decente a sus ciudadanos. ¿Errores de Bruselas? ¿Fallos en Francia, España, Italia, Alemania en política de juventud, empleo, vivienda? ¿De igualdad social? Claro. Y es obvio que los partidos establecidos deben redoblar sus esfuerzos. Aquí ya lo hemos dicho hasta que se nos ha caído la lengua al suelo de tanto repetirlo. Pero hagan el favor de retirarse al rincón de pensar un momento, si es que saben hacerlo y cuentan con dicho refugio, y díganme qué soluciones de verdad ofrece esta ultraderecha que nos agobia a esos problemas reales. ¿Echar a los extranjeros que cuidan a nuestros niños o ancianos y friegan nuestros suelos? ¿Desregular los mercados financieros? ¿Fomentar la competencia de salvajes capitalistas, te devoro porque puedo, te echo de tu barrio porque tengo dinero para comprar tu casa? Mejor los colegios para los curas y las monjas, las clínicas para las multinacionales, hágase usted un plan de pensiones con ese banco que tanto le quiere. Entonces, una vez más, ¿por qué les votan? ¿Dónde están las claves? Y no, no quiero oír de nuevo la cantinela del desencanto. Nadie, absolutamente nadie, le obliga a usted a votar a Vox. Si lo hace, es porque esa es su santa voluntad, no culpe a Óscar Puente ni a Yolanda Díaz. ¿Está usted en su democrático derecho de hacerlo? Pues claro, faltaría más. Pero entonces, las reclamaciones al maestro armero.

¿Tiene el Ojo el día teórico? Pues sí, ¿pasa algo? Pero si no les gusta, podemos bajar al barro cotidiano y hablar, qué pereza, del Consejo del Poder Judicial o de esa madeja imposible de desenredar que es la política en Cataluña. Del primer caso, destacar algún aspecto gracioso, como esa dicotomía de la derecha, y la prensa a su servicio, mande usted, don Alberto, o doña Isabel, que de todo hay, que afirma al tiempo que Sánchez es un malvado y maquiavélico dictador, sátrapa, dicen, que quiere nombrar sólo a jueces de su cuerda, y al tiempo es el ingenuo bobón al que Feijóo ha embaucado como a un tonto de capirote, te hemos engañado como a un chino, que dicen ellos, siempre tan respetuosos con las minorías. ¿Verdad que es divertido ver los equilibrismos de los señoritos, cuando en verdad lo que ha ocurrido es que Pedro Sánchez dijo o firman ustedes o me hago un rosario con sus dientes de marfil? Y el líder del PP vino, firmó y rubricó. Se acabaron cinco años de boicot insultante. Quizá habría que deducir de este sucedido que Feijóo ha entendido, la vida es dura, que hay Sánchez para rato y a lo mejor conviene modular la oposición.

Cuentan que Núñez quiso también sacudir un sopapo a su queridísima amiga y compañera de partido Isabel Díaz Ayuso, conocida en las terrazas madrileñas como la reina del vermú, opuesta notoriamente a la firma, que de pura embriaguez de autoconfianza protagonizó esa misma semana la patochada de la medalla a Milei, qué risa, cómo hemos visto hacer el ridículo a politiquitos y empresarios de medio pelo, que se creen las bobadas, o maldades, como quieran calificarlas, de ridículos gurús de ridículas fundaciones ultraliberales, engrasadas, eso sí, con abundantes miles y miles de euros de ignota procedencia. Ya saben, lo explicaba Don Mendo, que las siete y media es juego vil, que el no llegar da dolor, más ¡ay si te pasas! ¡Si te pasas es peor! Para hacer tales astracanadas y ganar el envite tienes que haber logrado antes dos cosas importantes. La primera, contar con la confianza y el apoyo de tus pares y, en segunda, tener en la lona al enemigo al que quieres derribar. Ni una ni otra. Dista mucho Ayuso de contar con la adhesión de los otros jefes de su partido, y Feijóo todavía es demasiado enemigo para la pizpireta chulakari. Sonoro, estrepitoso el fracaso. Eviten a este plumilla referirse a defraudadores a Hacienda y otros especímenes de la fauna que rodea a la interfecta.

Y qué decir de Cataluña. Por lo pronto, y como se esperaba, la rebelión del Supremo, –¡ah, los amigos Llarena y Marchena, carne de nuestra carne!– para negar la amnistía a Puigdemont y otras decisiones de similar empaque. Ya leerán aquí las doctas palabras sobre estos desmanes judiciales de Pérez Royo, Martín Pallín o Urías, siempre por encima de las consideraciones que pueda hacer el Ojo. La guerra anunciada, esa es la baza jugada a fondo por el PP, ya está encima de la mesa. A bayoneta calada. Estamos en los inicios de un enfrentamiento brutal, en el que quizá tenga que intervenir Europa. Mientras, los partidos independentistas van a su aire, como si vivieran en un mundo paralelo. Esquerra sigue en su laberinto y Junts allí, al fondo, agazapado a la espera de no se sabe qué giros del destino. Veremos qué sale de esos encuentros entre Puigdemont y Junqueras.  ¿Illa o nuevas elecciones? El Ojo, como todo el mundo, nada sabe y sólo puede apostar, pura osadía: Illa, president, apoyo externo de Esquerra y bronca monumental con el PP por la financiación. 

Queda, en este repaso semanal, mencionar, aunque sólo sea de pasada, esa esperada catarata de regeneración democrática, en especial la dedicada a los medios de comunicación, que conoceremos en su integridad el próximo día 17. ¿Cuesta al Gobierno hacer una cosa sensata? Pues ya verán venderla. 

Adenda. Erramos mucho. Y también en cómo atajar la llamada violencia de género. Qué horror de fin de semana, mujeres y niños asesinados por hombres enloquecidos. Algo funciona mal, muy mal, porque alguna de las víctimas ya había denunciado a su pareja. Para frenar este desastre no nos pueden faltar medios ni dinero. Este país, nos dicen las macrocifras, va como un tiro. Que se note. Y por favor, callen la boca los gobiernos autonómicos del PP con Vox, tan distantes y mezquinos ante tanto dolor. Vergüenza da oír o no ver a los cargos electos de Vox en las muestras de condena. Volvemos a lo mismo: ¿por qué carajo les ha votado usted?

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