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Pónganse el casco, que esto es la guerra

4 de diciembre de 2023 22:17 h

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Ahí está, en el punto de mira de medio mundo, lanzas y flechas que amenazan a Pedro Sánchez tal que un San Sebastián martirizado en su árbol. Hay cola de embozados que esperan en el pasillo dentro y fuera del país a que pase el presidente para sacudirle con cualquier arma que tengan a mano, que todo sirve para acabar con el nefasto hereje que rompe España y nos lleva al desastre cósmico. Utilizan algunos la trampa de la amnistía para mesarse los cabellos y justificar su odio y virulencia, pero no deberíamos engañarnos. La razón de fondo del infame fuego de artillería desde el norte, el sur, el este y el oeste contra el Gobierno de coalición viene dado, quítense las caretas, mentirosos compulsivos, porque el presidente ha armado un gabinete de marcado tinte socialdemócrata, apenas si un punto más allá del centro y, desde luego, perfectamente homologable con los gobiernos de nuestro entorno. Pero ¡ay!, amigos, esa elección es demasiado para esta derecha política y económica de toda la vida que en los últimos tiempos no cesa en sus arrumacos con las formaciones más ultraderechistas, muchas de ellas a un milímetro del fascismo. España es nuestra, gritan coléricos, y los rojos han venido a robarnos lo que nos pertenece, las vidas y haciendas de los ciudadanos. Y esto pasa aquí, en Francia, Italia, el Reino Unido, Estados Unidos o Argentina. Incluso en Alemania la socialdemocracia vive en horas bajas. 

Pero en aquesta pell de brau, todo se acrecienta porque Núñez Feijóo así lo ha querido. Bajado a la fuerza por los votos en el Congreso de la cucaña en la que ya se veía triunfador, la rabia de quienes le mantienen en el machito, ya lo hemos comentado aquí, le ha llevado al caos de no saber nunca dónde está, loco entre la extrema derecha que le tira de un lado con gruesas cuerdas, y una parte de sus apoyos sociales, la que piensa, la que no se ha dejado llevar por la furia, que le dice quieto, no vayamos más allá que nos despeñamos por el precipicio. Pero Feijóo no cede en su marcha al monte. Se niega a reconocer la derrota –fraude electoral, gobierno ilegítimo– al tiempo que se echa a la calle como si sus seguidores fueran miembros de cualquier barrabrava salvaje y violenta. Y los tranquilos del PP, que los hay a miles o a millones, que espabilen. ¡Qué discursos en sus aquelarres callejeros, qué gritos, qué eslóganes, qué descaro, qué desvergüenza!

Sabrán que cualquier ejército de la Edad Media –más o menos, que tampoco es cosa de ponernos exquisitos con las dataciones históricas, que hasta Ridley Scott hace lo que hace– contaba con numerosos integrantes repartidos de acuerdo con su función. Explicación previa de por qué elegimos la Edad Media. ¿Creen ustedes que los dirigentes de Vox, de Abascal a Buxadé o Tertsch, han llegado ni siquiera al siglo XVIII? ¿Y dan por hecho que sus hermanos siameses, el PP, dirigidos por el inane Feijóo, son acaso más modernos, liberales o demócratas, que han superado la etapa del garrotazo como argumento de legitimidad? El Ojo no lo cree, y menos cuando contempla, estupefacto, que el comandante en jefe contrata para su guardia de asalto al Tío de la Garrota, recién llegado de Galicia, a la Marquesa de la cicuta, resurrecta e incorrupta, y al Niño de la navaja tocinera, bronquista de bares, timbas y chiringuitos de cerveza con huesos de aceituna en el suelo recubierto de serrín. 

Decíamos de los ejércitos medievales. Allí estaba la caballería, con sus hidalgos y hombres de armas; la infantería, con los lanceros, los arqueros, los ballesteros, con sus obligados paveseros, y, por supuesto, la artillería. Adjudiquen ustedes el papel que gusten a los fieles y feroces acompañantes de los que se rodea Feijóo, tan unidos en sus acciones que uno nunca sabe quién dirige a quién. ¿El PP maneja a los jueces o estos jueces irredentos que se manifiestan con sus togas y sus puñetas manejan al PP? Ahí tienen esa vergonzosa maniobra antidemocrática de bloquear el CGPJ, reiterada ayer con chulería encanallada por el moderado Sémper, gracias al descaro de unos jueces encantados de vivir en el descrédito y la infamia aferrados a unos sillones que debían haber abandonado, por pura decencia, hace ya cinco años. ¿Es la prensa de la caverna, tan grosera, zafia y mentirosa, la que señala el camino a Feijóo, como te desvíes te machacamos, o es su partido el que alimenta, nutre y engorda a esos medios de comunicación serviles y virulentos? Podíamos seguir la lista con algún sector empresarial, con ciertos banqueros en nada ajenos a esta batalla sin cuartel, amén de ciertas instituciones, incluso aquellas que deberían ocuparse de otros desmanes, como de solucionar los problemas de pederastia que infectan sus iglesias, colegios y seminarios. 

No nos olvidemos de Israel y sus maniobras para callar la voz de la dignidad. ¿Ha dicho Sánchez algo inapropiado sobre las matanzas de Gaza, alguna mentira? Pues desde Tel Aviv moverán cielos y tierras allá donde alcanzan –y su poder no es pequeño– para incordiar todo lo posible a España. Con la aquiescencia miserable del PP, siempre dispuesto a mancharse las manos. Como en Europa, con el líder de la derecha Manfred Weber tratando de atar la unión de todas las derechas, bienvenidos sean los más fascistas del lugar, elecciones europeas en lontananza, para acabar con la plaga izquierdista, demasiado preocupada por las desigualdades y las injusticias, los derechos de las mujeres y de las minorías o tan activistas contra el calentamiento global. Porque a ver si con tantas trabas nos van a impedir llenarnos de millones y millones de euros o dólares esas arcas que siempre han sido nuestras. Ya se sabe que los pobres son pobres porque no trabajan, como Feijóo no es presidente porque no quiere.  

¿Y ante este cúmulo de fuerzas hostiles desatadas, hay solución para Pedro Sánchez? La armadura. Anoten en la Moncloa, sin ánimo de ser exhaustivos. Para la cabeza, el yelmo, formado por morrión, visera y barbera; para el cuerpo y brazos, habrá que gastarse una pasta, que el presidente mide lo que mide, la gorguera, el peto, las escarcelas, la pancera, la culera, las hombreras, los guardabrazos, las sobaqueras, los codales, los brazales, los cangrejos, las manoplas y los guanteletes; en las piernas, por fin, las musleras, las rodilleras, las grebas, los escarpes y los zapatos. ¿Que pesa una barbaridad? Desde luego, calculen por lo bajo unos 20 kilos, pero el presidente hizo deporte y podrá resistir el envite. Es verdad que ni así estará a salvo, sobre todo por la parte de las axilas y las ingles, con perdón, que es la zona más débil ante las lanzas y las espadas del enemigo. Pero algo es algo. Añadan, además, todos los sacos terreros que puedan a su alrededor, entre ellos y como primera defensa aquellas medidas que conforman una política fuerte y generosa de carácter social en apoyo de los más débiles. No se tomen a broma tanta preparación para la defensa, que los ataques van a ser inmisericordes –ya lo son– y se van a acrecentar cuando vean que sus desmanes no van a acabar con Sánchez. Están dispuestos a todo, no lo duden, y superarán cualquier ignominia que podamos prever.

No obstante, convendría que tampoco desde el Gobierno se les facilitara a los enemigos el ataque por las bandas y se deberían evitar, en lo posible, ridículas extravagancias como la verificación del amigo salvadoreño, un señor, sin duda, de grandes cualidades jurídicas, intachable moralidad y muy cariñoso con su familia. Y ahora, anuncia Sánchez, ¿otro verificador para las conversaciones con ERC? ¿Necesitaremos entonces un tercer árbitro C, para verificar si hay concordancia entre el verificador A (Junts), y el B (Esquerra)? En fin, menos triples saltos y artísticas piruetas, que bastante munición guardan los enemigos en sus arsenales. 

Adenda. Todo el mundo entiende qué buscan Feijóo y sus huestes del PP, incluida Díaz Ayuso, la de hijo de puta, amén de los aguerridos marines de Vox y todas las fuerzas de asalto desplegadas contra la izquierda que hemos citado más arriba: el poder. Pero no alcanza el Ojo a saber qué pretenden las viejas glorias socialistas, encabezadas por el Dúo Dinámico, Felipe y Guerra, enemigos vitriólicos entre ellos, en esta batalla que han emprendido contra su partido y contra Sánchez. Vencidos y derrotados limpiamente sus peones dentro del PSOE, llena la butxaca de prebendas y beneficios editoriales, sin posibilidad ninguna de mandar en ningún lado que no sea en su casa o en su escalera, ¿qué buscan dichos próceres ya octogenarios? ¿Qué quieren obtener, qué esperan que pase con sus rancias arengas, idénticas a las ya cantadas por Aznar y semejantes? ¿Acaso creen que aún conservan algún predicamento en la sociedad, que alguien en la izquierda va a escucharlos, tras tanto desdoro impúdicamente mostrado desde hace años? 

Cita de Nicolás Sartorius, sabiduría tan presente en este diario: “August Bebel, uno de los fundadores de la socialdemocracia alemana, después de un debate parlamentario: ”¿Qué tontería habré dicho para que la derecha me aplauda?“.

Ahí está, en el punto de mira de medio mundo, lanzas y flechas que amenazan a Pedro Sánchez tal que un San Sebastián martirizado en su árbol. Hay cola de embozados que esperan en el pasillo dentro y fuera del país a que pase el presidente para sacudirle con cualquier arma que tengan a mano, que todo sirve para acabar con el nefasto hereje que rompe España y nos lleva al desastre cósmico. Utilizan algunos la trampa de la amnistía para mesarse los cabellos y justificar su odio y virulencia, pero no deberíamos engañarnos. La razón de fondo del infame fuego de artillería desde el norte, el sur, el este y el oeste contra el Gobierno de coalición viene dado, quítense las caretas, mentirosos compulsivos, porque el presidente ha armado un gabinete de marcado tinte socialdemócrata, apenas si un punto más allá del centro y, desde luego, perfectamente homologable con los gobiernos de nuestro entorno. Pero ¡ay!, amigos, esa elección es demasiado para esta derecha política y económica de toda la vida que en los últimos tiempos no cesa en sus arrumacos con las formaciones más ultraderechistas, muchas de ellas a un milímetro del fascismo. España es nuestra, gritan coléricos, y los rojos han venido a robarnos lo que nos pertenece, las vidas y haciendas de los ciudadanos. Y esto pasa aquí, en Francia, Italia, el Reino Unido, Estados Unidos o Argentina. Incluso en Alemania la socialdemocracia vive en horas bajas. 

Pero en aquesta pell de brau, todo se acrecienta porque Núñez Feijóo así lo ha querido. Bajado a la fuerza por los votos en el Congreso de la cucaña en la que ya se veía triunfador, la rabia de quienes le mantienen en el machito, ya lo hemos comentado aquí, le ha llevado al caos de no saber nunca dónde está, loco entre la extrema derecha que le tira de un lado con gruesas cuerdas, y una parte de sus apoyos sociales, la que piensa, la que no se ha dejado llevar por la furia, que le dice quieto, no vayamos más allá que nos despeñamos por el precipicio. Pero Feijóo no cede en su marcha al monte. Se niega a reconocer la derrota –fraude electoral, gobierno ilegítimo– al tiempo que se echa a la calle como si sus seguidores fueran miembros de cualquier barrabrava salvaje y violenta. Y los tranquilos del PP, que los hay a miles o a millones, que espabilen. ¡Qué discursos en sus aquelarres callejeros, qué gritos, qué eslóganes, qué descaro, qué desvergüenza!