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“Recibí un premio y me dijeron que era una cuota”: escritoras denuncian machismo en el mundo del libro

19 de abril de 2024 22:50 h

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Un columnista habla de “escritorcillas”. Escritores de novela negra no consideran que las mujeres tengan relevancia en el género y no las leen. Un editor recomienda cambiar la etiqueta de un manuscrito a romance paranormal “porque en España no hay autoras que se dediquen a la ciencia ficción”. Una escritora publica una novela infantil y le preguntan si lo siguiente “ya es una novela de verdad”. Todo esto relatan escritoras de diversos géneros literarios a elDiario.es. Los micromachismos en el mundo del libro lastran el desarrollo del talento de las escritoras en un ámbito en el que son quienes más leen y menos publican.

“La literatura se aguanta en este país gracias a las mujeres, que leemos muchísima más ficción”, analiza Marta Robles, escritora ahora centrada en la novela negra, aunque en su haber tiene más de 17 libros y 30 años escribiendo. La reconocida autora confiesa que sigue costando que los escritores de género negro las lean, un “desprecio silencioso” de “no te voy a leer porque eres tía”, desarrolla. Aunque ahora forma parte de la “familia” de la Semana Negra de Gijón, cuando se estrenó allí con A menos de cinco centímetros (Espasa, 2017) se llevó a casa un comentario para no olvidar: “Es que está tan bien que parece que la ha escrito un hombre”, oyó decir sobre su libro.

El género policíaco es uno masculinizado, con figuras como la femme fatale o tropos como el de las mujeres en neveras, pero no se libran de prejuicios otros más feminizados. Blanca Rodríguez es autora de, entre otras, una novela infantil. “Lo siguiente ya es una novela de verdad, ¿no?”, le dijeron, como si las 200 páginas de Las aventuras de Undine (Bambú, 2013) no calificaran como novela, o la literatura infantil como literatura. “Está muy denostada porque está dirigida a niñas y niños y en manos de mujeres; no se considera casi literatura”, denuncia Rodríguez.

Los premios no traen reconocimiento

Se podría asumir que los galardones traen consigo el reconocimiento de, por lo menos, tus compañeros de profesión. Por ello, una de las preguntas que le lanza este diario a Cristina Jurado, escritora de fantasía con más de 15 años de escritura profesional a sus espaldas, empieza así: “Decías que, al principio de tu carrera, nadie te tomaba en serio. Ahora tienes varios Ignotus [el Hugo español] y es imposible negar tu valía como escritora”. Ella, educada, espera a escuchar la pregunta completa. Y la refuta: “Los primeros comentarios que recibí fue que me lo habían dado por ser mujer, por una cuota. Que ahora es una moda reconocer y publicar a mujeres, que es una tendencia editorial. ‘Lo que has conseguido no es por la calidad de tu trabajo, sino por una moda’, me querían decir”.

“En concursos literarios nos ha costado que nos den nuestro espacio, nos reconozcan y nos premien. Seguimos anclados en muchos prejuicios y parece que el aspecto es cortapisa para desarrollar tu talento”, considera Robles, que ha sufrido menosprecio “por venir de la tele” y hasta una agresión durante una entrega de premios. “No respondí porque [el escritor agresor] estaba con su hija y no quería cambiar el foco del triunfo de mis compañeros a él. Me sentí indefensa a pesar de los años y el recorrido que tengo. Eso sí, cuando me lo volví a encontrar y me sonrió como si tal cosa, le dije ‘hasta aquí hemos llegado’”, cuenta la autora.

Carme Chaparro también escribe noir, y recibió asimismo menosprecio a raíz de recibir un galardón. No soy un monstruo (Planeta, 2017) era su primera publicación en el género y consiguió el premio Primavera. Preguntada en entrevistas, contó que había escrito la novela en un mes y medio. Un escritor “famoso” y al que Chaparro admira —se corrige al decirlo; admiraba— no consideró digno de mérito escribir una historia premiada en tan poco tiempo, sino todo lo contrario: escribió una columna cargando contra “esas escritorcillas que dicen que escriben en apenas un mes y medio y eso es imposible”, relata la escritora.

Paternalismo

Autoras como Chaparro o Robles aseguran que buscan derribar estereotipos en la novela negra. Las mujeres pueden ser más que una femme fatale, una prostituta o estar descuartizadas en neveras. Pero los prejuicios persiguen fuera de las páginas a quienes quieren cambiar el género: “un señoro” quiso dejar claro a Carme Chaparro que el noir no era su sitio cuando esta recibió el premio por No soy un monstruo. “Me dijo que si quería triunfar en esto de la novela negra tenía que dejar de arreglarme tanto”, denuncia la escritora.

Este paternalismo también lo ejercen algunos editores. Cuando Cristina Jurado, escritora de fantasía, empezó a enviar su trabajo a editoriales, en una le aconsejaron encuadrar su manuscrito en el romance paranormal: “Me dijeron que en España no había autoras que se dedicaran a la ciencia ficción”. Esta autora, que tiene la sensación de que “editoras y editores hacen muchos más comentarios a un trabajo si es de una mujer”, ha sufrido más situaciones de mansplaining: “Que guiase mis manuscritos a cierta editorial y no a otra porque está dirigida por varones que no publican a mujeres. Como si yo no estuviera al tanto que esto sucede”, afirma. “Editores casi siempre varones me intentan guiar como si yo no supiera lo que me conviene. Tú nunca puedes ser experta en el ámbito en el que te mueves”, remata Jurado.

Optimismo hacia el futuro

Los últimos datos del Ministerio de Cultura informan que, de todos los libros publicados en 2022, solo un 37,8% tenía firma femenina. Una cifra que no ha variado demasiado en los últimos cinco años a pesar de que son lectoras un 69% de las mujeres frente a un 59% de los hombres.

A pesar de esto y de las vivencias relatadas, todas las escritoras que hablan con elDiario.es se muestran esperanzadas con el futuro de las mujeres en la literatura. “Me cuesta ser optimista, pero he visto los grandes avances del feminismo y cómo ha cambiado el mundo. Hemos progresado una barbaridad”, declara Marta Robles.

Ese progreso es gracias a las alianzas de mujeres en la industria literaria, según Miren Elorduy, de la librería especializada Mujeres y Compañía de Madrid. Es librera desde hace 18 años y, desde su puesto en contacto con editoriales, distribuidoras y autoras, cree que la mayor visibilidad de las mujeres en el libro viene por “la intención de la comunidad [de todos los estamentos del mundo del libro] por conseguir un panorama más habitable para las escritoras, en el que puedan desarrollar toda su potencialidad”.

Por su parte, Blanca Rodríguez también se muestra esperanzada y “orgullosa” del ambiente literario feminista. Además de escritora, es presidenta de Pórtico (Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror), y desde ahí ve “un montón de editoriales independientes que trabajan para publicar autoras y autoris nacionales”. “No se trata de que no se publique a hombres cishetero, pero sí de tener más voces; cuantas más, mejor: no se hace una macedonia con dos frutas”, sentencia.

Un columnista habla de “escritorcillas”. Escritores de novela negra no consideran que las mujeres tengan relevancia en el género y no las leen. Un editor recomienda cambiar la etiqueta de un manuscrito a romance paranormal “porque en España no hay autoras que se dediquen a la ciencia ficción”. Una escritora publica una novela infantil y le preguntan si lo siguiente “ya es una novela de verdad”. Todo esto relatan escritoras de diversos géneros literarios a elDiario.es. Los micromachismos en el mundo del libro lastran el desarrollo del talento de las escritoras en un ámbito en el que son quienes más leen y menos publican.

“La literatura se aguanta en este país gracias a las mujeres, que leemos muchísima más ficción”, analiza Marta Robles, escritora ahora centrada en la novela negra, aunque en su haber tiene más de 17 libros y 30 años escribiendo. La reconocida autora confiesa que sigue costando que los escritores de género negro las lean, un “desprecio silencioso” de “no te voy a leer porque eres tía”, desarrolla. Aunque ahora forma parte de la “familia” de la Semana Negra de Gijón, cuando se estrenó allí con A menos de cinco centímetros (Espasa, 2017) se llevó a casa un comentario para no olvidar: “Es que está tan bien que parece que la ha escrito un hombre”, oyó decir sobre su libro.