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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

'Animal Número', el concierto animalista del cantaor Niño de Elche

Cuando habla, Paco Contreras, Niño de Elche, deja caer las palabras con el ritmo de un animal gigante que avanza lentamente sobre la tierra. Parece que arrastra cavilaciones de siglos que emergen desde la oscuridad por su garganta y se hacen luz con su precisa vocalización. Habla como quien camina por el pensamiento: con los pies de plomo del rigor y los tonos bellos e infinitos de todos los plumajes.

Cuando se ríe, Niño de Elche esboza una carcajada y echa la cabeza para atrás como si ese animal gigante se tumbara al sol y entrecerrara los ojos. Entonces afina los labios, sonríe y parece que acunara a una camada de cachorros dormidos o se dejara rodear por una bandada de pájaros que ha venido del otro lado del universo a posarse en el árbol de su cuerpo. Porque las ramas del genio son planetas sin fronteras.

Cuando canta, sin embargo, en Niño de Elche se convocan todas las voces, también las más extremas. Las que gritan, las que braman, las que rugen, las que ladran. Las que se revuelven contra las injusticias y las que piden perdón.

Yo le he visto acariciar la frente de un toro, guardar su cuerno en el cuenco de su mano, mirarle a los ojos, caminar despacio con él. Habíamos volado a Francia en busca de Fadjen, el toro criado en la paz del humano Cristophe, para que Paco tratara de explicarle el por qué del dolor de sus hermanos. Se puso en cuclillas ante él, solemne y semejante, y le cantó: “Solamente con mirarte comprenderás que te quiero y también comprenderás que quiero hablarte y no puedo” (…) “Se lo achacan a tu cuerpo, que dicen que tiene delito, pero yo no se lo encuentro”. Cantes de don Antonio Chacón, de Pepe Marchena, de Canalejas de Puerto Real...

Sin sangre, sin tortura, sin muerte, Niño de Elche y el toro Fadjen fueron uno. Pacíficos y poderosos. Cabecearon, lamieron, babearon, inundaron el aire con su respiración unísona. Chus Gutiérrez lo rodó. El poema visual que fue ese perdón nos hace aún llorar desde la pantalla de la exposición ‘Otras Tauromaquias’, que Capital Animal ha presentado en Calcografía Nacional, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid.

En el mismo marco de la programación de Capital Animal, y con motivo del Día de los Museos, Niño de Elche ofrece el 18 de mayo en el Museo Reina Sofía el concierto ‘Animal Número’concierto ‘Animal Número’, acompañado por el guitarrista Raúl Cantizano, el multinstrumentista Darío del Moral y las luces de Benito Jiménez. Para el Museo escribí: “Lo han llamado iconoclasta, tóxico, exquisito, subversivo, maestro, irreverente y hasta anticristo del flamenco. Todo el mundo coincide en que derrocha arte por los cuatro costados y en 2015 su disco Voces del extremo ha sido considerado el mejor del año por la crítica musical. Rara avis, es filósofo y es poeta, es místico y es político: eleva y reivindica. Desde un conocimiento profundo de la tradición y con una voz que es instrumento privilegiado, Niño de Elche trasciende las estructuras academicistas para crear y expresarse con total y brillante libertad: escapa de la zona de confort del saber y del talento para ser conciencia donde el arte pone en la llaga el dedo –la voz- de la luz”.

Nada de ello tiene que ver, como el propio Niño de Elche asegura, con la estética ni con las estrategias escénicas, sino con el trabajo desde la base de un discurso. Anticapitalista, antipatriarcal, anticarcelario, no podía sino incluir en su círculo de compromiso a las víctimas no humanas de los abusos de esos sistemas. Desde el reconocimiento de que los animales han sido convertidos por el poder en esclavos cosificados, reducidos a maquinas de producción industrial, expropiados de sus cuerpos y de sus vidas, Niño de Elche los incorpora a su círculo de consideración moral, declarándose antitaurino y emprendiendo el camino del antiespecismo.

De ahí su incorporación al proyecto Capital Animal, una plataforma de activismo centrado en los derechos de los animales no humanos desde el arte, la cultura y el pensamiento, que aspira a crear una masa crítica frente a las formas de convivencia y las relaciones injustas que los animales humanos mantenemos con los individuos del resto de las especies: “Cuando empecé a sentirme incómodo con la estructuras musicales del flamenco comencé a sentirme incómodo con las estructuras sociopolíticas del flamenco y lo que se suponía que debía ser un cantaor, con qué pensamiento y con qué acción debería relacionarse con los demás. En ese camino fui encontrándome con personas, como los poetas Jorge Riechmann o Marta Navarro, que me enseñaron a comprendernos mejor y a seguir confeccionando un mundo con menos violencia ”, explicó Niño de Elche en la presentación del proyecto Capital Animal.

“Soy hijo de los últimos movimientos activistas y soy hijo del blog de derechos animales El caballo de Nietzsche, y quiero seguir con mi ejemplo un trabajo que nos da esperanza y aliento, agradeciendo a Capital Animal que me sirva para continuar complementando y confeccionando esa conciencia y ese pensamiento crítico. Este espacio de pensamiento no transitado hasta la fecha me va a servir para avanzar en mi proceso personal. Cuando tomé la decisión desde el flamenco de posicionarme en contra de la tauromaquia y de todo lo que supone esa práctica nunca llegué a pensar que encontrara a tantos iguales”.

¿Místico? Sí, Niño de Elche es un animal místico: “Esa llamada de dios, que tanto nombro como metáfora del ardor que te hace seguir un camino sin plantearte sus consecuencias, es la que de nuevo invoco ante tal proceso. Continuando con la metáfora mística, el reino de los cielos es también del mundo animal, suyo y nuestro”. Y político, Niño de Elche es un animal político: “Mi empatía hacia la causa animalista, la búsqueda de la justicia pluriversal, el apoyo a una lucha que ataca el mal del ser, ha sido gracias a las continuas luchas de los activistas por los derechos de los animales, los más vilipendiados hoy en día, con diferencia, en relación a otras luchas. Aquella posición primera de repulsa hacia lo que significa la tauromaquia se ha solidificado más y sigue en continuo proceso”.

El nombre del concierto, ‘Animal Número’, se basa en los números que portaban en sus cuerpos los presos marroquíes de Guantánamo. La cita está extraída del libro-poema La marcha de 150.000.000, de Enrique Falcón, en el que hay varios salmos o cantos que relacionan el maltrato a los animales con el que se ejerce contra los humanos, y que establecen los paralelismos que existen entre todas las violencias.

‘Animal Número’ es, pues, el activismo cultural esencial a Capital Animal: “Capital Animal ha sido el espaldarazo a mi proceso. El encontrar a los apartados del fuego ha hecho de nuevo que todo valga la pena y la alegría. Cuando ocurre algo parecido, la palabra revolución toma significado, y eso es siempre motivo de celebración. Y nosotras lo vamos a celebrar con una lucha más propagada, con nuestras voces colectivas, con nuestra radicalidad que nace de la razón y, sobre todo, con una palabra que no gusta nada a los sistemas: amor. No podría haber dicho todo esto hace meses, sin haber vivido el suceso de Capital Animal y sus seres. De nuevo, volvemos a ilusionarnos y seguimos aprendiendo a reconocer el mal, lo vistan de lo que lo vistan. Ahí me siento, ahí los siento. Por ellos, por nosotrxs”.

Cuando Niño de Elche pronuncia la palabra revolución, todos los animales del mundo despertamos de la siesta de su sonrisa y nos ponemos en pie. Cuando pronuncia la palabra amor, todos los animales del mundo recobramos la fe.

Cuando habla, Paco Contreras, Niño de Elche, deja caer las palabras con el ritmo de un animal gigante que avanza lentamente sobre la tierra. Parece que arrastra cavilaciones de siglos que emergen desde la oscuridad por su garganta y se hacen luz con su precisa vocalización. Habla como quien camina por el pensamiento: con los pies de plomo del rigor y los tonos bellos e infinitos de todos los plumajes.

Cuando se ríe, Niño de Elche esboza una carcajada y echa la cabeza para atrás como si ese animal gigante se tumbara al sol y entrecerrara los ojos. Entonces afina los labios, sonríe y parece que acunara a una camada de cachorros dormidos o se dejara rodear por una bandada de pájaros que ha venido del otro lado del universo a posarse en el árbol de su cuerpo. Porque las ramas del genio son planetas sin fronteras.