A veces, y sólo a veces, el mero hecho de que una injusticia acabe en los tribunales ya constituye una victoria. Porque a veces, e independientemente de cuál acabe siendo la sentencia, llevar al banquillo a los autores de esa injusticia sienta un precedente. Posibilita que los medios de comunicación se hagan eco del caso. Contribuye a crear una conciencia colectiva. Y, en última instancia, a cambiar la manera en que la sociedad percibe determinadas actitudes.
A finales de abril de 2020, con la práctica totalidad de la población encerrada en casa, Claudia estaba en casa viendo fotografías y vídeos al azar. “No suelo entrar en redes sociales, pero estaba tan aburrida que empecé a navegar por los vídeos que me sugería Instagram”, cuenta a El Caballo de Nietzsche esta veterana activista por los derechos de los animales. De pronto dio con unas imágenes que le helaron la sangre.
“El vídeo duraba unos cuatro minutos en total. En él, dos jóvenes, acompañados por una mujer, torturaban hasta la muerte a un corderito. Estando todavía vivo le arrancaban la piel con un cuchillo, le daban golpes, le partían los huesos. Todo ello, con una violencia extrema. Con el suelo cubierto de sangre y el animal aún moviéndose y con los ojos abiertos, se reían a carcajadas. No podía creer lo que estaba viendo”.
Su primera reacción fue escribir un comentario lleno de rabia. Insultar a sus autores, que aparecían en el vídeo a cara descubierta, y advertirles de que denunciaría el caso. “Se mofaron de mí. Incluso se jactaban de haber robado el cordero a un pastor que les había perseguido sin poder alcanzarlos”, recuerda.
Claudia empezó entonces a mover hilos: escribió a otros activistas y grupos de defensa de los animales. Capturó unos pocos segundos del vídeo y lo colgó en su Facebook. Pronto, las imágenes comenzaron a circular como la pólvora hasta llegar a manos de Graciela Miralles, abogada especialista en derechos de los animales y presidenta de la asociación Dignidad Animal.
“Ver el vídeo completo supuso un gran impacto”, recuerda Graciela. “No sólo era la crueldad y el ensañamiento con el animal, sino la falta de respeto posterior: cogían la cabeza del cordero y le movían la mandíbula como si se tratara de un muñeco. Era muy duro: lo empezaba a ver y lo tenía que parar. Así una y otra vez, hasta que al quinto o el sexto intento conseguí terminar de verlo”.
Comenzó entonces una concienzuda labor para dar con los autores. “Empezamos a llamar a todas partes”, recuerda Graciela. “Al final, encontramos el cuartel de la Guardia Civil en el que el pastor había puesto la denuncia por el robo del cordero, y conseguimos el número de atestado”. Los hechos no habían ocurrido en Huéscar (Granada), como aseguraban sus autores en los comentarios de Instagram, sino en Fuentenovilla, una pequeña localidad de la provincia de Guadalajara.
Ahora, más de un año después de aquellas pesquisas, los responsables de aquella atrocidad se sentarán en el banquillo. Se enfrentan a una pena de 18 meses de prisión por maltrato y otros tres por hurto. Y aunque aún no hay fecha fijada para la vista, el fiscal se ha unido a la petición de la pena máxima que solicita Dignidad Animal.
“Este juicio es muy importante por una razón”, reflexiona Graciela. “Los delitos de maltrato animal casi siempre están relacionados con animales de compañía, fundamentalmente perros o gatos. Pero en este caso la víctima es un animal considerado de granja. Si ya nos cuesta la vida que los responsables de maltratar a perros o gatos acaben en el banquillo, puedes imaginar lo que significa en el caso de un animal que es considerado por la mayoría como una cosa que sirve únicamente para alimentar a los humanos”.
“El problema en estos casos es que la ley es muy laxa”, lamenta Graciela. “Estamos acostumbrados a ver que los acusados reconocen los hechos, llegan a un acuerdo con el fiscal, se les rebaja la pena tal y como contempla la Ley de Enjuiciamiento Criminal y ni siquiera llega a haber juicio. Además, incluso aunque se sumara el delito de hurto, el total de la pena sumaría 21 meses, y la ley hasta los 24 no establece que se ingrese en prisión”. Eso sí: la lista de antecedentes penales de los acusados es larga, lo que puede provocar que sí acaben finalmente entre rejas.
Claudia, por su parte, lo tiene claro. “Espero que la justicia les prive de libertad. Hablamos de unos seres malvados, que se ríen del dolor y del miedo de su víctima. Unos seres inmundos y cobardes que suponen un peligro para toda la sociedad. No deberían estar libres”.
Sea cual sea la sentencia, el objetivo es que la sociedad tome conciencia de que el maltrato animal no sale gratis. “Todo el mundo ha de saber que no se puede maltratar a un animal, ya sea un perro, un gato un cordero o un cerdo, porque todos tienen los mismos derechos”, concluye Graciela. “Por eso, más que un ejemplo, queremos que el caso sea un aviso para todos aquellos que se creen impunes: todos los animales tienen derecho a la vida y a una muerte digna. Y, sobre todo, a un respeto”.
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