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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

La crisis del coronavirus demuestra que la naturaleza y los zoológicos reman en direcciones opuestas

En medio de la vorágine de nueva información que nos llega cada día sobre coronavirus, vale la pena pararse para explicar algunas cuestiones básicas de los virus. La primera es que existen muchos tipos de coronavirus que infectan mamíferos y aves: algunos producen síntomas y muchos otros son asintomáticos y no causan ningún tipo de enfermedad. Y la segunda es que un virus se rige por las mismas leyes de selección natural que afectan a cualquier otro organismo.

Así, sabemos que los virus han evolucionado para infectar a un hospedador sin apenas causarle enfermedad. Sin embargo, cuando el virus salta a una especie hospedadora diferente debe volver a adaptarse y encontrar células adecuadas para poder replicarse, y es aquí cuando puede causar enfermedad seria y muerte. La muerte del hospedador es una acción indeseada para el virus, ya que de esta forma se impide su transmisión.

Haciendo un resumen escueto, podemos decir que los virus no quieren matarnos y que en su propio beneficio les interesa llevarse bien con su hospedador y no generarle muchas molestias.

Por desgracia, la acción humana ha causado que aumenten las probabilidades de ese salto de virus entre especies. Factores como la elevada densidad de animales (por ejemplo, en granjas intensivas de cerdos o aves) y el consumo de animales salvajes (por ejemplo, en los mercados de Asia) son las dos acciones que han originado más pandemias (y otras epidemias de importancia) en los últimos cien años. La mezcla de animales de diferentes orígenes geográficos es también otro factor que predispone a la aparición y diseminación de nuevos virus que pueden acabar en epidemias y pandemias humanas y animales.

Los zoológicos son, por tanto, de los muchos lugares a vigilar en la prevención de epidemias, por lo que la reciente noticia de un tigre afectado por la Covid-19 en el zoo del Bronx (Nueva York) nos debe poner en alerta. Todavía falta por confirmar que el coronavirus SARS-2 sea el origen de la sintomatología en este tigre, pero sí parece una opción probable, ya que también se ha demostrado que el gato podría ser susceptible a la infección y a la enfermedad. El zoo ha informado de que hay otros felinos afectados (leones y tigres) y que la infección se produjo por un cuidador asintomático, pero no se puede descartar que el coronavirus pueda transmitirse entre felinos, más aún cuando uno de los síntomas ha sido la tos, que indica que el virus podría haber llegado al sistema respiratorio y por tanto sería susceptible de transmitirse por aerosoles. Pero habrá que esperar a tener más información para ver si el virus se puede transmitir entre animales y si hay otras especies que pueden infectarse y desarrollar enfermedad.

El caso viene a demostrar también la inseguridad de los animales que viven en zoológicos. A pesar del esfuerzo de algunos sectores pro-zoológicos de explicarnos que los animales están mucho más seguros en los zoos que en sus hábitats naturales, la verdad es que continuamente aparecen noticias en los medios que nos hacen pensar lo contrario: animales que mueren calcinados en incendios, animales que se escapan y tienen que ser abatidos, enfermedades que solo ocurren en animales en cautividad, infecciones transmitidas por los cuidadores, o incluso casos más puntuales, como el rinoceronte que murió en un zoo francés en 2017 a manos de traficantes ilegales. Algunos de estos hechos, como el incendio del zoo de Chester en 2018 o esta infección de felinos por coronavirus en el zoo del Bronx, están ocurriendo en los que se considera los mejores zoos del mundo.

También puedo explicar experiencias personales de mi corta carrera como veterinario de zoológico, como cuando en un zoo estadounidense un depredador entró en la instalación de las grullas y las mató a todas, aprovechando que habían sido incapacitadas para el vuelo para no escaparse. O cuando un cuidador decidió tratar por su cuenta a un grupo de peces y los mató a todos. O cuando el supervisor de un acuario colocó mal una sonda de ozono y causó una intoxicación masiva de peces en una piscina...

A todo esto se suma que con solo unos días de confinamiento por la Covid-19 los zoológicos ya están pidiendo ayudas económicas para poder sobrevivir. En Alemania, por ejemplo, han pedido 100 millones de euros a su Gobierno para poder seguir alimentando a los animales. La EAZA (Asociación Europea de Zoos y Acuarios) ha enviado un comunicado a sus asociados asegurándoles que la principal prioridad de su oficina ejecutiva es garantizar que los gobiernos toman medidas para evitar que ningún miembro de la EAZA entre en bancarrota.

En definitiva, su plan es usar dinero público para salvar los muebles a empresas privadas que obtienen lucro exhibiendo animales. No hay que olvidar que algunos zoos de la EAZA pertenecen a empresas que operan en bolsa o que tienen beneficios multimillonarios. Precisamente, a raíz de estas ayudas que piden, ZOOXXI escribió este artículo.

En ese mismo comunicado, la EAZA aconseja a sus miembros que utilicen el culling (el sacrificio de animales sanos) cuando sea necesario, y solo se opone en el supuesto de que un zoo quiera matar a toda su colección de animales. A día de hoy no hay ninguna evidencia de que los perros y los gatos puedan transmitir el virus a las personas, y existen numerosas asociaciones trabajando para evitar el abandono indiscriminado e injustificado de animales de compañía. El mensaje de la EAZA, instando a sus miembros a que maten a los animales que no necesitan, es un flaco favor a la lucha contra el abandono animal y un pésimo ejemplo educativo para el respeto de la vida salvaje.

Una vida salvaje que está prosperando bastante bien con esta crisis, al contrario que los zoológicos. Y es que parece que la naturaleza y los zoológicos reman en direcciones opuestas.

En medio de la vorágine de nueva información que nos llega cada día sobre coronavirus, vale la pena pararse para explicar algunas cuestiones básicas de los virus. La primera es que existen muchos tipos de coronavirus que infectan mamíferos y aves: algunos producen síntomas y muchos otros son asintomáticos y no causan ningún tipo de enfermedad. Y la segunda es que un virus se rige por las mismas leyes de selección natural que afectan a cualquier otro organismo.

Así, sabemos que los virus han evolucionado para infectar a un hospedador sin apenas causarle enfermedad. Sin embargo, cuando el virus salta a una especie hospedadora diferente debe volver a adaptarse y encontrar células adecuadas para poder replicarse, y es aquí cuando puede causar enfermedad seria y muerte. La muerte del hospedador es una acción indeseada para el virus, ya que de esta forma se impide su transmisión.