Desde niña, Elena Liberatori ha tenido una sensibilidad y una empatía extraordinarias hacia los animales no humanos, y ello ha marcado su existencia en la defensa de la vida, que ha cumplido con creces en su profesión como jueza en Argentina. Es una persona cercana, abierta, que desprende gran simpatía y con la experiencia de ejercer en un juzgado donde atiende muchos casos importantes y complicados.
La llegada del expediente “Sandra” y su posterior sentencia han convertido a Liberatori en referente mundial en la defensa de los animales, en especial de los homínidos no humanos. En la mayoría de los procesos judiciales de protección animal abiertos a nivel internacional se hace referencia a la sentencia de la orangutana Sandra, declarada por ella como “persona no humana” y, en consecuencia, “con derechos adquiridos”. La jueza profundizó en la cultura y el comportamiento de los grandes simios, y su decisión estuvo avalada por numerosos científicos.
¿Creyó, al dictar la sentencia, que la noticia tendría tanto eco internacional?
Nunca pensé en la repercusión internacional porque solo hice lo que me correspondía como jueza y lo obvio desde mis convicciones. Con mi Equipo Judicial Sandra empecé a advertir que producía cierto ruido cuando la revista española Mundo Toro me declaró “persona no grata”. Hoy en día sigue siendo mi mayor orgullo. A la vez, me sorprendió cómo advirtieron rápidamente que la decisión de declarar a un animal “persona no humana” podía tener consecuencias indeseadas para ellos. Desde 2016, el interés internacional por esta sentencia es creciente, con noticias de países increíbles como Pakistán, India, Indonesia o Corea del Sur. Una directora coreana está haciendo un documental cuyo estreno está previsto para este año.
Cuando estuve en Argentina en 2014, dije en todas mis conferencias sobre los derechos de los grandes simios que son personas no humanas y que por ello se debían presentar habeas corpus para su liberación. Poco después lo hizo para Sandra una asociación de abogados en defensa animal. ¿Cómo vivió usted este proceso? ¿Le sorprendió que se presentara el habeas corpus a Sandra?
El habeas corpus es una vía procesal del fuero penal. Por lo tanto, en el juzgado a mi cargo, la causa de Sandra se tramitó vía amparo, es que es una vía constitucional para defender derechos fundamentales vulnerados por el estado Ciudad de Buenos Aires, su “propietario”. Yo supe de esos procesos previos cuando llegó a mi juzgado el nuevo amparo. Mantengo vivo en mi memoria el momento en que la Secretaria del Juzgado, la Dra. Noelia Villarino, acude a mi despacho para decirme que hay un expediente cuya parte demandante era... ¡un animal!.
¿Lo tomó como un caso más? ¿Fue más complicado?
Para nada fue un caso más. Muy al contrario, fue y es un caso único. Tuve mucha suerte en este sentido, ya que quise ser abogada a los 14 años para defender a los seres inocentes. Y los animales no humanos son un paradigma absoluto de inocencia. También los niños, desde luego; la diferencia es que tienen una institucionalidad estatal que les cuida, defiende, protege y da voz. Nada de eso ocurre, lamentablemente, con los animales no humanos. Nunca me resultó un caso complicado, acaso porque desde el primer día supe cuál tenía que ser mi decisión, aunque no supiera cómo llegaría a ella.
¿Y sus compañeros del Juzgado? ¿Se sorprendieron? ¿Llegaron a burlarse?
Es una pregunta muy interesante. Todas las personas que trabajan conmigo se sorprendieron, pero también pensaron que era el juzgado indicado a los propósitos de la demanda. Por otra parte, yo nunca había visto un orangután (siempre detesté los zoos) y ninguno de nosotros conocía realmente a ese animal no humano, con el que tenemos un parentesco genético muy cercano. A veces, en broma y a sabiendas de que a algunas personas les molestaba, pedía el expediente de la “parienta”. 2015 era un año de elecciones presidenciales y sí, había bromas acerca de que “la mona” iba a votar también. Eso motivó que en la sentencia se aclarara expresamente que no se trataba de nuestros derechos sino de los suyos, los de un individuo de otra especie y con sintiencia.
Ojalá sus colegas hayan visto en la sentencia para Sandra un camino a continuar, el de la empatía con los no humanos.
Comparto esa esperanza. Creo que es la razón por la que tantas veces me expresan admiración, aunque ya dije que no encuentro que haya hecho nada excepcional. Tan solo reconocer una evidencia científica. Son seres que sufren. Y en particular, sufren por nuestra causa. Desde ese “trono de la vida” (como lo llamó Montaigne en el siglo XVIII) que nos hemos adjudicado, los utilizamos para indumentaria, entretenimiento, experimentación, transporte, alimentación... Me pregunto si hay algún ámbito de nuestras vidas que no esté referido a un sufrimiento animal.
¿Cree que, si este caso hubiera llegado a un hombre, tal vez no estaríamos hablando de la liberación de Sandra, que las mujeres tienen más empatía, que son más abiertas?
Pienso que no es casual. Las mujeres tenemos asignados roles de cuidado, expresamos nuestras emociones y empatizamos más fácilmente con el otro. Todo se enmarca en las sociedades patriarcales en las que vivimos, que vinculan al hombre con lo fuerte, con que no empatice con el sufrimiento. En este aspecto creo que somos más evolucionadas.
Es referente en la defensa de los derechos de los animales y activista en su protección. ¿Fue a raíz del caso Sandra?
Como dice Jane Goodall, tuve la suerte de que en casa siempre hubiera perros rescatados de la calle, y ellos fueran mi verdadera escuela. De niña sufría mucho viendo los caballos y las yeguas tirando de los carros y, a veces, los latigazos. Sentía rabia e impotencia. He llorado mucho por esas situaciones. También creo que en mi familia hubo un umbral especial de sensibilidad por tener a mi hermana mayor con discapacidad mental, desde que enfermó con dos años.
¿Sigue ejerciendo como jueza?
Sí. Es un cargo que da muchos dolores de cabeza, pero no pocas satisfacciones, un lugar especial para tratar de mejorar cosas, para “correr la alambrada”, como coloquialmente decimos por aquí.
Proyecto Gran Simio (PGS) presentó varios informes durante el proceso de Sandra. ¿Tuvieron alguna influencia en su decisión?
Efectivamente. En el expediente hay un informe de Proyecto Gran Simio negativo a que Sandrita fuera trasladada a un centro de Madrid. Y otro informe, en este caso positivo, con respecto a llevarla al santuario de Sorocaba, en Brasil. Es importante aclarar que, si bien esos informes de PGS me daban una valiosa opinión, todas mis decisiones se sustentaron en lo que el equipo científico (integrado por médicos veterinarios, biólogos, antropólogos, etc., de las Universidades Nacionales de Buenos Aires y La Plata) establecía a cada momento.
¿Qué opinión le merece la labor del Proyecto Gran Simio, nuestra lucha por los homínidos no humanos, en defensa de su hábitat y de las poblaciones indígenas?
Valoro muchísimo la actividad que llevan a cabo, pese a la indiferencia u oposición de quienes nos obligan a asumir estas luchas. También conozco el apoyo a los colectivos de poblaciones indígenas aquí en Argentina. Otra deuda enorme tenemos con ellos. No hace mucho tiempo, un alto tribunal de una provincia argentina dijo en una sentencia que los mapuches no son argentinos.
En España, el Gobierno ya está obligado por ley a aprobar una ley de grandes simios. ¿Apoyaría esa ley?
Es necesaria y la apoyo fervientemente. Desde el activismo que llevamos a cabo como Equipo Judicial Sandra, manifestamos siempre nuestra solidaridad y apoyo a esta causa. Los zoos no educan, no investigan, no conservan. Son modelos de negocio.
¿Cree que los zoos tienen que reconvertirse, que hace falta hacer comprender a la ciudadanía que mantener animales sufriendo en jaulas no es cultura y ciencia, sino que se les ha arrebatado su propia cultura y su libertad?
Los zoos no tienen que existir. No creo en ninguna reconversión si mantienen animales no humanos en cautiverio. Con respecto a la educación, creo que es el camino pendiente. Tengo presente al respecto la reforma constitucional que propicia la entidad mexicana Va Por Sus Derechos, a fin de que los contenidos educativos tengan perspectiva no especista. Otro intento valioso, aunque no avanzó, fue la reforma constitucional en Chile.
¿Qué otros asuntos relacionados con no humanos le preocupan?
Me conmocionó un tema que descubrí no hace mucho y que denomino “instrumentalidad bondadosa”. Me refiero a los perros que trabajan de guía a personas invidentes o del espectro autista, en el control aduanero de estupefacientes o divisas, que son rescatistas en seísmos o catástrofes, que realizan asistencia en juzgados de familia o en hospitales. También los equinos de la equinoterapia. Una idea antigua, que sólo tiene en cuenta esa instrumentalidad, es el caballo estabulado. Hoy en día, cambiar esa visión -que desde luego cambia nuestro vínculo con ese ser- es considerarlo “un ayudante terapéutico”, reconocerle sus preferencias, sus elecciones, tratarlo entonces como un ser
¿Qué mensaje le gustaría lanza a la sociedad, a nuestros jóvenes y a las generaciones futuras?
Tengo muchas esperanzas en los jóvenes y en las generaciones futuras que ya vivirán con una realidad que espero cambie. No lo veré porque las leyes de la biología me lo impiden. Pero guardo la gran esperanza de que un día, que no sea muy lejano, podamos haber reformulado el vínculo humano-animales desde el respeto, el afecto, la empatía, el agradecimiento y la admiración. Son seres maravillosos dignos de todo ello.