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Contra las granjas de pulpos

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Un aspecto inherente a la naturaleza de la ciencia lo constituye el hecho de que la comunidad científica no es una entidad aislada del resto de la sociedad. Por ello, las preguntas científicas que se plantean y las aplicaciones que se destinan a los datos son permeables al contexto socioeconómico y a los marcos conceptuales predominantes. La actual carrera por la domesticación del pulpo común es un ejemplo de ello, donde los conocimientos científicos y tecnológicos se ponen al servicio de los intereses de un sector que se sustenta sobre el sufrimiento y la muerte de estos animales.

Ciertas aproximaciones a la alfabetización científica proponen no limitar el campo de comprensión al conocimiento de contenidos científicos, sino extenderlo a la reflexión sobre los usos del conocimiento, para lo que resultan imprescindibles las consideraciones éticas. Desde el punto de vista de la relación entre ciencia y ética animal, estas nociones son importantes no solamente para actuar de manera informada y justa como ciudadanía que participa y consume en una sociedad multiespecie donde la vulnerabilidad no es patrimonio de lo humano, sino también para evaluar la manera en que la comunidad científica interactúa con las prácticas de explotación animal.

En este artículo se repasan las motivaciones y los agentes implicados en el objetivo científico-comercial de la producción de pulpos en masa en el marco del Estado español. A continuación, se pone en contexto el amplio consenso acerca de la sintiencia en pulpos para, posteriormente, analizar los focos de malestar esperables en las explotaciones acuícolas. Finalmente, se exponen los principales ejes de oposición académica que está recibiendo el proyecto.

Las motivaciones y los agentes

El elevado precio de mercado y el aumento de la demanda se unen a una serie de características biológicas que han puesto al pulpo común (Octopus vulgaris) en el centro de la diana del sector acuícola: pueden realizar puestas de hasta 500.000 huevos, presentan una elevada tasa de crecimiento y un ciclo de vida corto de entre 1 y 2 años.

Si los pulpos son animales tan interesantes desde un punto de vista comercial, ¿qué ha impedido hasta el momento su cría en cautividad y a gran escala? Cuando los pulpos eclosionan del huevo lo hacen en forma de paralarvas, las cuales, a diferencia de los adultos, habitan y se alimentan en la columna de agua. Llega un momento en la vida de las paralarvas en que transitan a pulpos juveniles y pasan a habitar el fondo marino, lo que implica un cambio de morfología y de alimentación. La gran mayoría de individuos no sobrevivían a esta fase en cautividad, por lo que este proceso había sido el cuello de botella que, hasta recientemente, había impedido la escalada industrial de la producción de pulpos.

Con el objetivo de obtener la máxima supervivencia de paralarvas hasta el momento del asentamiento, investigaciones del Instituto Español de Oceanografía (IEO) de Vigo y Canarias han desarrollado un procedimiento para la cría de pulpos en cautividad. En una nota de prensa publicada en noviembre de 2018, el IEO anunció la firma de un contrato con Nueva Pescanova, proporcionando a la empresa la “opción preferente de licencia de la Patente del IEO sobre estas investigaciones”. En noviembre de 2021, Nueva Pescanova inauguró en O Grove, Pontevedra, el Pescanova Biomarine Center. Una inversión de 7,5 millones de euros para el primer centro privado de investigación en acuicultura en el Estado español, con el plan de comercializar “los primeros pulpos nacidos en acuicultura del mundo en verano de 2022”.

En julio de 2021, se anunció que Nueva Pescanova iba invertir 65 millones de euros en construir unas instalaciones de 52.000 metros cuadrados en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria, para las que se prevé una producción de 3.000 toneladas de pulpos al año, lo que corresponde a 1 millón de individuos de un peso final de 3 kilos. Esto significa que una sola instalación podría llegar a matar al año, aproximadamente, el doble de individuos que el total de bovinos (terneros, vacas y toros) matados en Cataluña en un año. Pero este cálculo está incompleto. Los pulpos son animales carnívoros, por lo que habría que sumar la muerte en manos de la actividad pesquera de los animales necesarios para alimentar a los pulpos explotados.

Pulpos en la encrucijada

La sintiencia consiste en la capacidad de tener experiencias positivas y negativas. Por ello, los individuos sintientes tienen bienestar e intereses propios y sus vidas pueden verse beneficiadas y perjudicadas. La posibilidad de la sintiencia en pulpos y sus consiguientes implicaciones no es un planteamiento nuevo.

En 1993, el Reino Unido incluyó al pulpo común en su normativa de protección de animales en procedimientos científicos, el Animals (Scientific Procedures) Act 1986. En 2005, el Panel on Animal Health and Welfare de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) emitió un informe en el que se concluía que no existían evidencias para descartar la posibilidad de la experiencia del dolor en cefalópodos. En base a este informe, la Directiva 2010/63/EU extendió a los cefalópodos la protección de animales usados en procedimientos científicos.

En 2012, la Declaración de Cambridge sobre la Consciencia incluyó a los pulpos entre los animales que deberíamos considerar conscientes. Coincide con esta conclusión el informe titulado Animal Consciousness publicado en 2017, elaborado por especialistas de diferentes ámbitos (desde las biociencias hasta las ciencias sociales y las humanidades) a petición de la EFSA. Finalmente, en noviembre de 2021 el London School of Economics publica el informe Review of the Evidence of Sentience in Cephalopod Molluscs and Decapod Crustaceans, cuyo objetivo es analizar los datos disponibles acerca de la sintiencia en moluscos cefalópodos (pulpos, sepias, calamares y nautilos) y crustáceos decápodos (que incluyen a cangrejos y langostas entre otros). Este informe concluye que existen evidencias neuroanatómicas, fisiológicas y de comportamiento consistentes con la sintiencia en octópodos.

Sin embargo, a pesar de estas evidencias y sus implicaciones, mientras aumentaba el peso de los datos favorables a la sintiencia en cefalópodos, otras aspiraciones científicas se ocupaban del desarrollo de los conocimientos para explotar pulpos en masa.

Para los individuos explotados, las prácticas ganaderas, piscícolas y pesqueras suponen una tensión entre dos factores. Por un lado, las necesidades físicas y psicológicas de los animales usados y, por otro lado, las restricciones y prácticas impuestas por los seres humanos. Como consecuencia de esta tensión, emergen los focos de malestar o sufrimiento en las explotaciones y mataderos. Si bien Nueva Pescanova se ha mantenido opaca al respecto, tanto el informe Review of the Evidence of Sentience in Cephalopod Molluscs and Decapod Crustaceans citado anteriormente, como el informe Cría intensiva de pulpos: una receta para el desastre, de la organización Compassion in World Farming, analizan la literatura científica existente para arrojar luz sobre los principales focos de malestar esperables en la producción en masa de pulpos. Veamos a continuación qué reflejan estos documentos.

Uno de los principales focos de sufrimiento lo encontramos en la mortalidad de los individuos más jóvenes. Un porcentaje elevado de estas muertes puede ser consecuencia de condiciones ambientales inadecuadas o deficiencias nutricionales. Con respecto a los problemas de salud, cabe esperar la aparición de enfermedades infecciosas que acostumbran a aflorar cuando se hacinan animales estresados. Además, la piel de los pulpos es muy frágil y puede ser dañada fácilmente, por lo que es esperable que aparezcan heridas como consecuencia del manejo o de las interacciones agresivas entre individuos.

Las condiciones del cautiverio, como la iluminación, el ruido, las vibraciones o la calidad del agua, también podrían comprometer la salud física y psicológica de los pulpos. En cefalópodos, los problemas en la calidad del agua pueden favorecer infecciones, problemas respiratorios, agitación o incluso la muerte. Más allá de las restricciones físicas del cautiverio, debemos considerar también el entorno social que impone. Los pulpos son criaturas solitarias y explotarlos en grupos sociales puede ser foco de agresiones y territorialidad que puede acabar en canibalismo.

Las carencias del cautiverio también limitan la estimulación cognitiva. Los pulpos son seres con una gran tendencia a la exploración y la manipulación, lo que los convierte en candidatos a ser susceptibles al aburrimiento y la frustración. Por otro lado, los cefalópodos presentan cuerpos extremadamente vulnerables a los depredadores, por lo que enseguida buscan dónde refugiarse cuando se sienten amenazados. Si la posibilidad de esconderse se ve impedida o disminuida, los pulpos podrían experimentar miedo y estrés.

Por si todos estos potenciales focos de malestar fueran insuficientes, de más está decir que el objetivo final de esta actividad es matar a los pulpos para vender sus cuerpos. Asimismo, la industria ni siquiera puede apelar a la existencia de métodos validados y aplicables a escala industrial que permitan reducir el sufrimiento de los pulpos en el momento de matarlos.

Finalmente, junto con las necesidades específicas de la especie, debemos considerar también las diferencias entre individuos. En 2019, la especialista en cefalópodos Jennifer Mather publicó un artículo titulado ¿Qué hay en la mente de un pulpo? en el que encontramos referencias a estudios que han identificado, en distintas especies de pulpo, la presencia de diferencias de personalidad entre individuos. Refiriéndose a esta cuestión, Mather concluye que “los pulpos tienen personalidades tan diferentes que ninguna situación provoca la misma respuesta en todos los individuos”. En el contexto de su explotación, esto nos recuerda que habrá variabilidad en la manera en que los individuos experimentan las prácticas a las que son expuestos y el entorno en el que son confinados.

Ciencia y ética animal: puente en construcción

Recuperando la perspectiva de la alfabetización científica y las consideraciones relativas a la naturaleza de la ciencia, ciertas concepciones como la denominada educación en 'Ciencia, Tecnología y Sociedad', proponen no solamente preparar a la ciudadanía para afrontar los retos de este triple encuentro, sino también promover valores de justicia. Este marco es relevante para el conjunto de la sociedad (no solamente para aquellas personas en su etapa de formación reglada), lo que incluye a la comunidad científica (véase, por ejemplo aquí y aquí, el debate sobre la necesidad de acercar la ciencia del comportamiento animal a las reflexiones éticas).

En concordancia con esta aspiración, un sector académico ha mostrado su oposición explícita al proyecto de las granjas de pulpos. En el número de invierno de 2019 de la revista Issues in Science and Technology, cuatro especialistas publican un artículo en el que ofrecen argumentos ambientales y éticos en contra del proyecto, incluyendo los focos de sufrimiento explicados en el apartado anterior. Ese mismo año, tres de ellos vuelven a explicitar su rechazo en un artículo en la revista Animal Sentience, texto que va acompañado por la firma de más de 100 académicos y académicas. De acuerdo con estos posicionamientos, el informe Review of the Evidence of Sentience in Cephalopod Molluscs and Decapod Crustaceans, concluye que el bienestar de estos animales no es posible en la acuicultura y se sugiere la posibilidad de que el Reino Unido no importe los cuerpos de los pulpos procedentes de esta práctica, así como una prohibición de las granjas de pulpos en el país.

La implementación de granjas de pulpos implica entregar las aplicaciones de la tecnociencia a intereses industriales que antagonizan con la emancipación de los animales no humanos, desatendiendo los datos referentes a la capacidad sintiente y a las individualidades de estos invertebrados. En definitiva, este proyecto amerita el rechazo suscitado: no contribuye ni a la disminución de los niveles de sufrimiento generados por el ser humano, ni a la ampliación de nuestro círculo de compasión. Puedes apoyar aquí la campaña internacional que ha iniciado In Defense of Animals para instar a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria a oponerse a la cría de pulpos en Europa.

Un aspecto inherente a la naturaleza de la ciencia lo constituye el hecho de que la comunidad científica no es una entidad aislada del resto de la sociedad. Por ello, las preguntas científicas que se plantean y las aplicaciones que se destinan a los datos son permeables al contexto socioeconómico y a los marcos conceptuales predominantes. La actual carrera por la domesticación del pulpo común es un ejemplo de ello, donde los conocimientos científicos y tecnológicos se ponen al servicio de los intereses de un sector que se sustenta sobre el sufrimiento y la muerte de estos animales.

Ciertas aproximaciones a la alfabetización científica proponen no limitar el campo de comprensión al conocimiento de contenidos científicos, sino extenderlo a la reflexión sobre los usos del conocimiento, para lo que resultan imprescindibles las consideraciones éticas. Desde el punto de vista de la relación entre ciencia y ética animal, estas nociones son importantes no solamente para actuar de manera informada y justa como ciudadanía que participa y consume en una sociedad multiespecie donde la vulnerabilidad no es patrimonio de lo humano, sino también para evaluar la manera en que la comunidad científica interactúa con las prácticas de explotación animal.