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Jeff McCurry, el amigo de Harambe

Las fotografías que Jeff McCurry ha realizado sobre la naturaleza y sus seres vivos son extraordinarias, y su existencia está llena de ese contacto maravilloso con la madre Tierra, mostrándonos en todo su esplendor el colorido de la vida. Su sensibilidad y empatía hacia otras especies le hicieron tener una relación especial con un gorila macho llamado Harambe que se encontraba en el zoo de Cincinnati, Estados Unidos. Pasó muchas horas frente a él, dialogando sólo con la mirada y con las expresiones gestuales. Se entendían, se comprendían y Harambe posaba ante él hasta que decidía que había que descansar y, con una mirada tierna, se levantaba y se dirigía hacia el interior, donde sabía que tenía que pasar la noche.

Viendo el trabajo fotográfico que Jeff McCurry realizaba y subía a las redes, no dudé en ponerme en contacto con él, con la vaga esperanza de pedirle si podía utilizar algunas fotos suyas para diferentes campañas del Proyecto Gran Simio. Cuál fue mi sorpresa cuando al poco tiempo me contestó que “sin duda, podía utilizar sus imágenes”. Ese acto de desprendimiento altruista me llegó al corazón. A partir de ese momento mantuvimos una relación continuada y empleé sus imágenes en artículos, en la web e incluso en diferentes libros, así como en una exposición en el Museo de Valencia sobre los derechos de los grandes simios. En mi casa tengo varias de sus imágenes de gorilas, de bonobos y de un orangután, que adornan las paredes como una ventana hacia el mundo de nuestros hermanos evolutivos. Por supuesto, ante esta gran generosidad, que no todos los artistas poseen en sus corazones, pasó a formar parte del Proyecto Gran Simio y de la lucha que mantenemos en la defensa de sus derechos básicos y en contra del negocio de su cautividad.

En mayo de 2016 se produjo un grave incidente, con la caída de un niño al interior del recinto de gorilas, por descuido de los padres. Harambe no dudó en saltar al foso para arrastrar al niño fuera del mismo. Pero los responsables del zoo, ante el temor de que pudiera hacerle daño, ordenaron que se le disparase. Y Harambe murió sin comprender por qué los humanos lo habían matado, si él sólo quería salvar al niño caído al foso con agua de su recinto.

La muerte de Harambe se convirtió rápidamente en una tormenta mediática. Las fotografías que Jeff había realizado fueron virales y sobre algunas de ellas se hicieron memes que dieron la vuelta al mundo. Hoy en día, los ojos de Harambe y esa postura humana en la que, sentado, observaba a su amigo, ha sido incluso reproducida en una estatua en su recuerdo.

Mucha gente no comprendió por qué se decidió abatirle a muerte, cuando lo que claramente se observó es que quería proteger al niño. Pero los responsables del zoo temieron por la vida del pequeño y por las demandas que les habría originado que resultara herido. Hubo gran cobertura de los medios de comunicación y numerosas protestas en las calles, que se siguen produciendo cada aniversario de muerte. Las fotografías de Jeff y su amor por su amigo asesinado han sido el motor principal para que Harambe sea recordado de por vida, para que su historia sea conocida en el mundo y para que se haya llevado a las pantallas de cine con una película que será estrenada el próximo mes de septiembre.

En homenaje a Harambe y a Jeff McCurry, y por la profundidad de sus palabras y los sentimientos de su corazón, he querido hacerle una entrevista para dar a conocer su opinión con respecto a los homínidos no humanos (los grandes simios) y su deseo de que cese para siempre la explotación y el negocio que se está haciendo con sus vidas cautivas.

Tuviste una gran amistad con Harambe. Como sabes, desde Proyecto Gran Simio luchamos por los derechos de los grandes simios y la protección de su hábitat. En este sentido, te agradecemos sinceramente que nos permitas utilizar sus fotografías para este fin y te consideramos miembro del Proyecto Gran Simio por tu gran trabajo.

Me siento muy honrado de ser considerado miembro del Proyecto Gran Simio y estoy muy feliz de estar asociado con personas que están dispuestas a luchar para proteger el derecho de los grandes simios a vivir como vivieron durante siglos, antes de que decidiéramos capturarlos para nuestro beneficio comercial.

Mi alegría viene de hacer fotos, lo siento como un trabajo y no quiero otro. Me retiré a los 24 años porque un conductor ebrio me golpeó de frente y dañó severamente mi cuerpo. Lo único bueno de ello es que nunca tendré que volver a conseguir un trabajo. Cuando personas como tú pueden usar mis fotos para una causa tan buena, me siento abrumado por el orgullo y lleno de felicidad.

Hablemos del cautiverio de los grandes simios. ¿Estar encerrados no es quitarles su cultura y su libertad?

Mantener a los grandes simios en cautiverio es hoy en día tan incorrecto como mantener a un humano en prisión por una multa de estacionamiento, nadie lo consideraría aceptable. La tecnología ha mejorado tanto que no existe una razón legítima para mantener a un simio en cautiverio con el fin de que podamos estudiarlo, verlo o protegerlo. Todas las razones para mantenerlos enjaulados no son ya ciertas, la única razón que queda es la existencia de un enorme negocio para usarlos como producto y lograr que los consumidores paguen dinero para visitarlos.

Su cautiverio es un negocio con la única intención de ganar dinero y dar trabajo a quienes los mantienen cautivos. Continuar criando simios en cautiverio para nuestros negocios lucrativos es una barbaridad. Saber que cada bebé nacido hoy en cautiverio pasará el resto de su vida en una prisión es indefendible, no sirve para nada a los simios y solo continúa apoyando la industria del cautiverio.

También creo que con cada nueva generación estamos cambiando a los simios, a través de la cría selectiva, para que acepten mejor vivir sus vidas en jaulas. Aquellos que muestran su descontento por ser prisioneros de por vida no son seleccionados para ser utilizados en el proceso de reproducción. Esto está creando un grupo cautivo dañado que se parece cada vez menos a sus hermanos y hermanas salvajes.

En España estamos intentando aprobar una Ley de Grandes Simios, con la que solicitamos que los grandes simios sean llevados a santuarios, así como evitar su reproducción, ya que serán nuevas vidas en cautiverio.

Estoy de acuerdo con el objetivo de trasladar a todos los grandes simios en cautiverio a santuarios y no volver a criarlos nunca. Deberíamos dar a los vivos la mejor vida que podamos hasta que el último muera de forma natural y la industria de la cautividad sea una cosa del pasado.

Los grandes simios pertenecen a nuestra propia familia de homínidos, seres con los que tenemos un ancestro común. Uno de nuestros objetivos es que sean considerados “personas no humanas”. De hecho, hay dos sentencias judiciales en Argentina por las que una orangutana llamada Sandra y una chimpancé llamada Cecilia fueron declaradas “personas no humanas”, lo que supuso la orden de su liberación inmediata de los zoológicos donde estaban cautivas.

Me alienta mucho la lucha para que los simios sean considerados “personas no humanas” en los tribunales. Creo que esta es la única forma de alcanzar el objetivo de poner fin a la cría en cautiverio, pues hay demasiadas personas que dependen de la industria en cautiverio, empleos e ingresos económicos, y solo se detendrán si los tribunales los obligan.

Desde tu experiencia, ¿puedes dar un mensaje a favor de los derechos básicos de los grandes simios: a la vida, a la libertad y a no ser maltratados física o psicológicamente?

He tenido dos experiencias de vida en las que otros me quitaron la capacidad de vivirla como quería. Pasé dos años en una silla de ruedas después de que un borracho me atropellara y pasé un año en una prisión federal por cultivar plantas de marihuana medicinal. Lo que más me molestó fue que muchas personas me dijeran cuánto lamentaban haberme hecho pasar por esas terribles experiencias, creyendo que así me ayudarían a soportar mejor mi mala situación. En ambas ocasiones, sólo me enfadó que la sociedad estuviera dispuesta a sacrificarme, en lugar de arreglar las razones por las que estaba soportando esas dificultades.

Con mis experiencias de vida personal -lo dañino que fue para mi salud física y mental, aun sabiendo que mi condición mejoraría algún día- entiendo lo dañino que es coger a un gran simio y mantenerlo prisionero en contra de su voluntad. Continuar criando grandes simios en cautiverio, sabiendo que nunca tendrán la oportunidad de vivir una vida normal en la naturaleza, es inaceptable y una mancha horrible en los humanos, que no se detienen porque pueden hacer dinero de su miseria.

Tras la entrevista, Jeff, me dejó un gran mensaje que ojalá se cumpla. Desde el Proyecto Gran Simio estamos realizando el esfuerzo a favor de estos derechos básicos:

“Estoy muy seguro de que la horrible muerte de Harambe aumentará en gran medida la opinión del mundo de que es hora de escuchar a personas como tú, que han estado luchando para dar a los grandes simios el respeto y la dignidad que se merecen, la de vivir una vida libre de ser explotados por quienes los utilizan para mejorar sus ingresos comerciales. Tengo la esperanza de que sea el momento adecuado y de que la mayoría de la gente vea que cambiar nuestro trato con los grandes simios es nuestro deber como buenos ciudadanos del planeta Tierra. Podemos hacerlo. Qué mejor legado para Harambe que después de dejarnos el mundo decida que sus hermanos y hermanas merecen vivir sus vidas libres y en su hábitat.”

Las fotografías que Jeff McCurry ha realizado sobre la naturaleza y sus seres vivos son extraordinarias, y su existencia está llena de ese contacto maravilloso con la madre Tierra, mostrándonos en todo su esplendor el colorido de la vida. Su sensibilidad y empatía hacia otras especies le hicieron tener una relación especial con un gorila macho llamado Harambe que se encontraba en el zoo de Cincinnati, Estados Unidos. Pasó muchas horas frente a él, dialogando sólo con la mirada y con las expresiones gestuales. Se entendían, se comprendían y Harambe posaba ante él hasta que decidía que había que descansar y, con una mirada tierna, se levantaba y se dirigía hacia el interior, donde sabía que tenía que pasar la noche.

Viendo el trabajo fotográfico que Jeff McCurry realizaba y subía a las redes, no dudé en ponerme en contacto con él, con la vaga esperanza de pedirle si podía utilizar algunas fotos suyas para diferentes campañas del Proyecto Gran Simio. Cuál fue mi sorpresa cuando al poco tiempo me contestó que “sin duda, podía utilizar sus imágenes”. Ese acto de desprendimiento altruista me llegó al corazón. A partir de ese momento mantuvimos una relación continuada y empleé sus imágenes en artículos, en la web e incluso en diferentes libros, así como en una exposición en el Museo de Valencia sobre los derechos de los grandes simios. En mi casa tengo varias de sus imágenes de gorilas, de bonobos y de un orangután, que adornan las paredes como una ventana hacia el mundo de nuestros hermanos evolutivos. Por supuesto, ante esta gran generosidad, que no todos los artistas poseen en sus corazones, pasó a formar parte del Proyecto Gran Simio y de la lucha que mantenemos en la defensa de sus derechos básicos y en contra del negocio de su cautividad.