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La “insoportable” falta de rigor de la prensa respecto a la matanza de cotorras en Madrid

Alejandro Suárez Domínguez, Laura Fernández y Jose A. Moreno

24 de septiembre de 2022 06:01 h

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Estamos acostumbradas a convivir con ellas. Las personas que vivimos en grandes ciudades de España muy probablemente nos encontramos a diario con cotorras argentinas (Myiopsitta monachus). Las cotorras argentinas son una especie de psitácidos originaria de América del Sur, cuyo primer avistamiento registrado en España se dio en el año 1975. Las cotorras argentinas fueron capturadas en su hábitat natural, encerradas y transportadas a este otro lado del mundo, llegaron aquí como consecuencia del comercio internacional de animales no humanos, principalmente como “mascotas exóticas”. Una vez aquí, algunas de ellas se escaparon y otras fueron liberadas accidental o deliberadamente por parte de quienes las poseían.

Estas aves, a pesar de haber sido arrebatadas de su entorno natural, son muy sociales e inteligentes y no son una especie doméstica, por lo que mayoritariamente no consintieron el cautiverio. Este hecho contribuyó a que lograran adaptarse a la vida en las ciudades, donde ocuparon un nicho ecológico que les permitió reproducirse y aumentar sus poblaciones a lo largo de los años. El primer censo que se hizo de las cotorras argentinas en Madrid fue en 1998. En el año 2000, la población estimada era de unos 1.000 individuos y, más recientemente, entre 2019 y 2020, las estimaciones oscilaban entre los 6.702 y 10.000 individuos. Las cotorras argentinas fueron incluidas en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente en el año 2013.

La abundante presencia de las cotorras argentinas en Madrid (y en otras ciudades españolas) ha sido conceptualizada como un problema por el daño potencial a los ecosistemas, la economía y la salud humana. Los daños atribuidos a estas aves tienen que ver mayoritariamente con preocupaciones humanas como el ruido de sus cantos, el peligro potencial de la caída de nidos, los potenciales daños agrícolas o la posible transmisión de enfermedades. En cambio, existe poca o nula evidencia científica y documentación institucional sobre dichos daños. Desde el ámbito de la biología de la conservación también se ha señalado la competencia medioambiental de esta especie con aves nativas como el gorrión, aunque la evidencia científica describe también la convivencia pacífica entre estas y otras especies de aves como los estorninos, las tórtolas turcas o las palomas.

Incluso si este no fuera el caso, la estrategia para abordar y reparar los “problemas” causados por las cotorras argentinas debería considerar, en primer lugar, que estamos refiriéndonos a animales sintientes e inteligentes hacia quienes tenemos una responsabilidad ética, especialmente considerando que su captura, cautiverio y desplazamiento forzado fue el resultado de intereses económicos humanos. Sin embargo, el Ayuntamiento de Madrid, apoyado por la Sociedad Española de Ornitología (SEO Birdlife), decidió impulsar el exterminio de estas aves con el objetivo del control poblacional encaminado a la erradicación de la especie, que considera como una “plaga”.

Tras la decisión del Ayuntamiento de Madrid, seguimos la cobertura mediática del tema durante un tiempo, pues nos interesaba conocer de qué manera estaban presentando este asunto los medios de comunicación. Fue entonces cuando nos encontramos con un artículo del diario El Español titulado “Cotorra: el insoportable demonio verde que se extiende sin control por Madrid”. A partir de entonces, empezamos a prestar más atención a cómo los diferentes periódicos estaban construyendo su discurso respecto a las cotorras argentinas en la ciudad de Madrid.

Iniciamos una investigación académica al respecto en la que analizamos los artículos que hablaban sobre la gestión de cotorras en Madrid de El País, El Mundo, ABC, Público, El Español y elDiario.es entre los años 2015 y 2021. Descubrimos que la prensa estaba haciendo una representación especista y sesgada de la problemática, y que estaba favoreciendo que se considerara a las cotorras argentinas como aves repugnantes y molestas, calificadas como “plagas”. Esta representación también ha sobredimensionado acciones poco éticas para “solucionar” la abundante presencia de las cotorras en la ciudad de Madrid. A continuación, resumimos los principales resultados de nuestra investigación sobre la representación de las cotorras y su matanza en la prensa española, publicada en la revista académica Journalism & Media.

En primer lugar, destaca que, en la mayoría de artículos analizados, la prensa construye la presencia de las cotorras como un problema a solucionar. Es decir, se hace alusión al ruido que generan, a sus nidos, su efecto en el mobiliario urbano y a la “amenaza” que suponen para la biodiversidad local (por su presunta competencia con otras aves autóctonas como los gorriones), presentándolas como una “plaga” que es necesario exterminar. Sin embargo, en la gran mayoría de los artículos no se hace ninguna referencia al origen de la sobrepoblación de las cotorras argentinas en Madrid: el comercio legal e ilegal de especies introducidas por los humanos. Generalmente, tampoco se consideran posibles medidas para evitar que la sobrepoblación de animales no humanos pertenecientes a una especie introducida se vuelva a repetir en el futuro.

Una vez presentado el problema de la superpoblación de cotorras argentinas, se defienden una serie de “soluciones” citando a expertos o a las instituciones. Cabe destacar que en el 42,19% de los casos se propone el “exterminio” como la estrategia para controlar la población de cotorras argentinas y, sin embargo, el control reproductivo solo se propone en el 28,13% de los casos. Por su lado, la destrucción de los nidos es una sugerencia incluida en el 17,19% de los textos analizados. Son muy pocos los casos en los que se habla explícitamente de buscar soluciones no letales. Esta presentación de “soluciones” no va acompañada de datos sobre su efectividad ni, mucho menos, sobre su componente ético y las consecuencias para los individuos no humanos implicados. El exterminio, además de ser éticamente la peor de las opciones, se enmarca en la prensa como una solución económicamente costosa.

En paralelo, los discursos críticos con el exterminio y la gestión no ética de la situación son invisibilizados. Prácticamente, no aparecen en ninguno de los artículos, con la excepción de algunos en El Caballo de Nietzsche, de elDiario.es, al tratarse de una publicación antiespecista.

El lenguaje con el que se describe a las cotorras influye también en cómo se representan y perciben socialmente. Para investigar específicamente este asunto, utilizamos el lenguaje de programación R para hacer un análisis de palabras clave. En la lista vemos palabras como “problema/s”, “invasoras”, “población” o “ejemplares”, palabras que no individualizan a las cotorras, las cosifican y las presentan como un problema. Además, realizamos un análisis de sentimientos con esta misma herramienta metodológica (análisis computacional en R) con el diccionario ncr, que mostró una prevalencia en los artículos de sentimientos negativos como el miedo, el enfado, la tristeza y el asco. Un análisis posterior con el diccionario bing confirmó que las palabras negativas eran casi seis veces más utilizadas que las positivas en esta muestra.

Esta falta de rigor a la hora de construir el tema es preocupante, ya que limita la promoción de la transparencia mediática y la participación democrática sobre asuntos que implican la convivencia entre especies. En su lugar, la prensa ha reforzado, a través de su representación sesgada de las cotorras argentinas, la decisión del Ayuntamiento de Madrid de exterminarlas.

Nuestros resultados apuntan a que son realmente escasos los espacios mediáticos en que la prensa está planteando que el exterminio de cotorras es poco efectivo y muy costoso. En especial, la prensa ha omitido que esta estrategia basada en el exterminio perjudica seriamente los intereses básicos y los derechos de estos animales sintientes con quienes compartimos el planeta. Se presenta una falta de discusión sobre los dilemas morales y las posibles vías no letales, como por ejemplo el uso de anticonceptivos en comederos únicamente accesibles a las cotorras como método de control poblacional no letal y la implantación de medidas y regulaciones a largo plazo para prevenir la potencial superpoblación de comunidades no humanas pertenecientes a especies alóctonas.

El encuadre de la cuestión, en el que se atribuye la responsabilidad a las cotorras argentinas y se presentan como responsables de la destrucción intencionada de los ecosistemas o de los daños a la economía y la salud humanas, es también injusto y engañoso por el hecho de que las cotorras argentinas son, en sí mismas, víctimas del comercio global de animales no humanos. La demonización de las cotorras argentinas (por ejemplo, al ser descritas como aves agresivas o invasoras) silencia el origen humano de este problema y pasa por alto nuestra responsabilidad colectiva de encontrar soluciones éticas para abordarlo sin dañar a estas aves sensibles e inteligentes. También revela el tremendo carácter antropocéntrico, especista y lucrativo de estas tácticas de gestión, dado que la misma política no se aplica a los animales no humanos introducidos si los humanos pueden beneficiarse de su explotación. Por ejemplo, a pesar de su condición de “invasora”, la liberación de la trucha arco iris está permitida por el Congreso español, lo que permite a los pescadores matarla por deporte o por negocio.

Además del encuadre, el lenguaje también hace que el papel de los periódicos en la representación de las cotorras argentinas sea crucial, tal y como señalan las investigadoras de estudios críticos animales y las directrices éticas del periodismo inclusivo con los animales no humanos. Un lenguaje inclusivo con los animales no humanos es esencial para evitar la denigración, la devaluación y la tergiversación en torno a las experiencias que sufren estos individuos. Es importante analizar el lenguaje utilizado por la prensa porque contribuye a limitar el debate sobre los métodos de gestión utilizados. Esto hace que solo se contemplen las medidas más sencillas de aplicar, que no suelen coincidir con los métodos más éticos.

En conclusión, la prensa española ha informado del tema de las cotorras argentinas y su exterminio con escaso rigor, sin considerar las variables éticas, omitiendo las referencias al origen del problema, que es la actividad comercial humana, y silenciando las voces críticas con la gestión del Ayuntamiento. Tristemente, nuestro análisis es un claro ejemplo de cómo el sesgo especista puede llevar a la prensa a hacer un tratamiento totalmente parcial de un tema importante para la ciudadanía y la convivencia entre especies, y, sobre todo, en el que la vida de muchos individuos está en juego.

Estamos acostumbradas a convivir con ellas. Las personas que vivimos en grandes ciudades de España muy probablemente nos encontramos a diario con cotorras argentinas (Myiopsitta monachus). Las cotorras argentinas son una especie de psitácidos originaria de América del Sur, cuyo primer avistamiento registrado en España se dio en el año 1975. Las cotorras argentinas fueron capturadas en su hábitat natural, encerradas y transportadas a este otro lado del mundo, llegaron aquí como consecuencia del comercio internacional de animales no humanos, principalmente como “mascotas exóticas”. Una vez aquí, algunas de ellas se escaparon y otras fueron liberadas accidental o deliberadamente por parte de quienes las poseían.

Estas aves, a pesar de haber sido arrebatadas de su entorno natural, son muy sociales e inteligentes y no son una especie doméstica, por lo que mayoritariamente no consintieron el cautiverio. Este hecho contribuyó a que lograran adaptarse a la vida en las ciudades, donde ocuparon un nicho ecológico que les permitió reproducirse y aumentar sus poblaciones a lo largo de los años. El primer censo que se hizo de las cotorras argentinas en Madrid fue en 1998. En el año 2000, la población estimada era de unos 1.000 individuos y, más recientemente, entre 2019 y 2020, las estimaciones oscilaban entre los 6.702 y 10.000 individuos. Las cotorras argentinas fueron incluidas en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente en el año 2013.