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Sí a los toros (vivos, libres y protegidos)

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El año 2024 se nos está presentando con las expectativas bien altas en la lucha contra la tauromaquia y los sangrientos festejos taurinos. Una vez más, como ya sucediera en 2010 con la prohibición de las corridas de toros, Cataluña va a tomar el testigo de la responsabilidad y el compromiso social contra el maltrato animal. Precisamente, para ampliar y reforzar el espíritu original de la norma que el Parlament aprobó -a raíz de una Iniciativa Legislativa Popular- contra todo tipo de eventos taurinos, que desgraciadamente fue modificada por sentencia del Tribunal Constitucional en 2016 -volviendo a consentir encierros, toros ensogados, embolados y toros a la mar-. Así, el Parlament catalán admitía el mes pasado la tramitación de una proposición de ley para prohibir específicamente todos los festejos con toros. Es de esperar que no se quede ahí, pues la movilización ciudadana debe lograr la derogación, por completo y a nivel estatal, tanto las corridas de toros como otros festejos taurinos. 

Este mes de noviembre ha vuelto a soportar uno de los festejos más crueles y salvajes de cuantos pueblan la geografía española: el Toro Jubilo de Medinaceli. Un linchamiento salvaje de un toro indefenso, acosado y torturado durante horas, hasta que se le corona con unas bolas de fuego (precisamente lo que más temen todos los seres que sienten), víctima de golpes, terror, sangrado, de todo menos la muerte (que se reserva para ser perpetrada a puerta cerrada). Tal y como ha vuelto a documentar la organización Anima Naturalis, que estuvo presente en la barbarie, las vejaciones y el dolor causado al animal han vuelto a alcanzar cotas inaceptables para un país civilizado del siglo XXI.

Es indudable que la salida de la pandemia empujó a quienes viven de estos espectáculos de muerte a incrementar como fuera la venta y alquiler de bovinos para festejos. Esta explosión se ha serenado, pero mientras exista apoyo económico a cargo de presupuestos municipales, el horror seguirá presente. Por eso no debe cesar la vigilancia, documentación y revelación de lo que sucede en plazas y calles con tortura animal como diversión. Cada ocasión, cada ventana, cada punto de vista suma para que, llegado el momento, haya fuerza y determinación contra corridas y festejos. Por todo ello, debemos dar la bienvenida a este nuevo documental de corte cinematográfico, titulado Sí als bous.

Toda la verdad, desde adentro

Estamos ante un proyecto que nace con vocación de cine: es decir, esa concentración indispensable que se produce en una sala a oscuras, con teléfonos móviles apagados, nuestros sentidos dirigidos por completo a la experiencia audiovisual que se nos presenta. No es un impacto breve arropado por cientos de estímulos, como sucede en los contenidos de Internet. Aunque el cine se puede presentar en muchos contextos, desde una sala comercial hasta el aula de un instituto. Pero además hay un esfuerzo especial de producción y finalización que lleva meses, alquiler de equipos, contratación de profesionales y servicios, riesgo financiero y, lo mejor de todo, un alcance masivo si llega a presentarse en televisión. Todo esto es lo que trae bajo el brazo Sí als bous, una película que se encuentra en proceso de postproducción y negociación para su exhibición en uno de los canales territoriales de la televisión catalana. He conversado con su productor y director, Jusep Moreno, quién ha iniciado una pequeña campaña de micromecenazgo en Gofundme.

Lo primero que salta al encontrar tu película es el título, que supongo es intencionado al jugar con un doble sentido.

Jugamos con un poco de picaresca, sí. Pero basta ver las primeras imágenes de los teasers para darse cuenta de que esas imágenes nunca saldrían en los vídeos promocionales de las peñas de mi pueblo. Y contamos con el apoyo de organizaciones como CAS International y Culture Animal Foundation, con quienes había trabajado en mi anterior proyecto, When Pigs Escape.

Aclarado que se trata de un proyecto antitaurino, explícanos qué es lo que propones y que se puede ver en tu película.

Nosotros queríamos hacer una película con fines educativos. Queríamos ir a los correbous, grabarlos y dar la oportunidad a toda la ciudadanía -no sólo en Cataluña- de ver lo que pasa en estos eventos, sin el filtro que pone siempre la tauromaquia. Pero al aprobarse la propuesta de ley que se va a debatir en Cataluña nuestro objetivo fundamental es que se vea en la televisión catalana antes del debate, y también enviarlo a todos los diputados y diputadas del Parlament, saltándonos todo el circuito de festivales. Tendrá el estilo de tu documental Santa Fiesta: no habrá narración, aunque sí puede que intercalemos algunas cifras y datos. Y vamos a centrarnos en tres partes: el toro ensogado, el toro en la plaza y el toro embolado. 

¿Cuáles han sido las localizaciones de filmación?

Todo en Terres del Ebre y el 90%, en mi pueblo, Campredó. El resto lo rodamos en una localidad cercana en la que había un evento de toros embolados, y es el material más… horripilante, no se cómo decirlo.

¿Cómo habéis preparado el documental para desvelar aspectos nuevos sobre estos festejos?

Hay muchas cosas. Una de ellas es el tema de la narración. No queremos que haya un narrador, sino que se conecte de la forma más directa con los animales. Y en vez de sugerir qué es lo que se tiene que pensar, que cada cual tenga su proceso reflexivo sobre lo que está viendo. Hemos buscado los primeros planos y hay una secuencia en la que se ve a un toro temblando. Mucha gente dice que eso no pasa nada, pero la grabamos en la plaza. Son cosas que se notan si no es a través de este medio.  

¿Erais muchas personas en el equipo de rodaje? Porque a la gente no le gusta nada que se filmen estos festejos, lo que es una enorme contradicción, dado el discurso de orgullo que exhiben sobre sus fiestas.

Nosotros llevábamos cuatro cámaras, pero yo soy del pueblo y exploté el privilegio de que no me podían deshumanizar tanto. Me veían y no podían decir “este es un antitaurino”, sino que sabían que soy Jusep, el hijo de tal… He crecido con muchos de los chicos que estaban haciendo cosas horribles a los toros, y algunos todavía son mis amigos. Aunque era complicado y hay que seguir un protocolo cuando hay que grabar. Hablé con el alcalde del pueblo y tuve que hacer muchos sacrificios, como que yo personalmente no podía bajar a la plaza a grabar. En cambio en la calle podía grabar tranquilamente. Nunca hubo violencia contra nosotros, pero hubo momentos de tensión.

Como sabrás, las intimidaciones contra activistas y periodistas siguen produciéndose, y ha habido casos extremos con agresiones físicas. En el rodaje de Santa Fiesta nos amenazaron varias veces y la policía local se encogía de hombros. Esto es un acto intolerable contra la libertad de informar.

Sí, y lo hacen con tanta naturalidad que se les olvida que están vulnerando derechos. Yo he tenido que mantener la boca callada todos los días, viendo lo que pasaba, porque si abres la boca te machacan. Y había frases que son buenísimas, como lo que me decían los de la peña taurina del pueblo: “¡Qué valiente que eres, que sabes que eres de aquí y no te vamos a tocar! Pero vete a otro pueblo, a ver qué te va a pasar”. Cosas así. Y tienen razón, porque yo sé que si voy a Sant Carles de la Ràpita o a Amposta no voy a salir vivo con la cámara.

Es increíble lo violenta y agresiva que es esa zona del Ebro contra todo lo que sea informar y documentar sobre sus fiestas crueles. Puesto que tú eres de allí, ¿por qué crees que se vive el apego a sus fiestas de una forma tan salvaje?

Realmente, no tengo una explicación. En otros sitios se ha ido abandonando, pero en las Tierras del Ebro, no. No creo que sea la mentalidad de la gente, ni una cuestión política, porque curiosamente muchas personas de esta zona no son votantes tradicionales de derechas, de Vox o del PP, que son quienes defienden con ahínco la tauromaquia. Es algo cultural.

¿Qué se supone que pierde en estos pueblos si desaparecen esos festejos, como pasó con las corridas de toros?

Eso sí te lo puedo contestar. Yo puedo admitir con total tranquilidad, sin ir en contra de lo que pienso, que estos actos taurinos, y sobre todo los que son en la plaza, son actos que contribuyen totalmente al pegamento social de nuestra comunidad. La gente está allá viendo amigos que hace años no ve, que invitas y vienen de donde sea, que comen todos juntos, que se emborrachan, que hablan toda la tarde… ¡Y nadie está mirando los toros! Juega un rol social muy importante, la lástima es que se haga a costa de lo que les hacemos a los toros. Si en la plaza pusieras un espectáculo de circo o cualquier otra cosa, seguirían yendo, porque la gente lo que quiere es estar juntos toda la tarde, en esa comunión.

Pues aunque sea un topicazo, que los cambien por castellets.

Por ejemplo. Aunque en mi pueblo te dirían que no podemos cambiar los toros por castellets porque en estos también obligan a los niños a subir allí arriba.

Cierto. Pero como bien sabes los toros no eligen.

Por supuesto, no estoy diciendo con esto que sea un argumento válido.

Ahora te hago una pregunta importante, que es competente en cualquier película que aborda una cuestión social y llama a una movilización, a un cambio. ¿Qué crees que puedes conseguir tú con esta película? Tanto en lo general, para todo el conjunto de la sociedad, como en particular, para la iniciativa parlamentaria que busca la prohibición de los festejos taurinos en Cataluña.

Lo primero es dar la oportunidad de que la gente vea los correbous de una manera que no ha visto antes. Porque la gente va a las plazas de toros, a estos eventos, y el entorno nos condiciona muchísimo: la música de la orquesta, estar medio borrachos, que haya tanta comida, la gente a tu alrededor… Esto da la oportunidad de ver los correbous sin esas influencias externas, donde si expresas a un amigo que no te gusta lo que ves, te lo va a reprochar. En este sentido, creo que la película va a despertar muchas conciencias.

¿Habéis hecho algún tratamiento cinematográfico especial?

En realidad, no hemos hecho nada nuevo respecto a lo que vienen haciendo las organizaciones que han denunciado estos eventos con vídeos. Solamente le hemos dado un toque documental, más estético, con cámaras profesionales, planos con cámara lenta, etc.

¿Cómo vas a difundir la película cuando esté acabada?

El objetivo principal es España, Cataluña y la gente de Terres de l’Ebre. Después, como vivo en Inglaterra, tengo aquí contactos para hacer cosas. Vamos a intentar llevarla a festivales de cine, a pesar del estreno en televisión, y a ofrecerla de manera gratuita en alguna plataforma, con una versión corta para las escuelas.

¿No vas a tener miedo de volver al pueblo?

El momento va a ser difícil, una vez que la película se estrene. El primer gran problema fue cuando estuve rodándola, pero no se cómo va a ser cuando se estrene. Desafortunadamente, creo que me va a afectar con muchas relaciones personales, pero para mí hacer esto, acabarlo, es lo más importante. Sobre todo, poder dejar un legado, que la gente dentro de treinta años pueda verlo y recordar: “¡Esto es lo que hacíamos!”.

El año 2024 se nos está presentando con las expectativas bien altas en la lucha contra la tauromaquia y los sangrientos festejos taurinos. Una vez más, como ya sucediera en 2010 con la prohibición de las corridas de toros, Cataluña va a tomar el testigo de la responsabilidad y el compromiso social contra el maltrato animal. Precisamente, para ampliar y reforzar el espíritu original de la norma que el Parlament aprobó -a raíz de una Iniciativa Legislativa Popular- contra todo tipo de eventos taurinos, que desgraciadamente fue modificada por sentencia del Tribunal Constitucional en 2016 -volviendo a consentir encierros, toros ensogados, embolados y toros a la mar-. Así, el Parlament catalán admitía el mes pasado la tramitación de una proposición de ley para prohibir específicamente todos los festejos con toros. Es de esperar que no se quede ahí, pues la movilización ciudadana debe lograr la derogación, por completo y a nivel estatal, tanto las corridas de toros como otros festejos taurinos. 

Este mes de noviembre ha vuelto a soportar uno de los festejos más crueles y salvajes de cuantos pueblan la geografía española: el Toro Jubilo de Medinaceli. Un linchamiento salvaje de un toro indefenso, acosado y torturado durante horas, hasta que se le corona con unas bolas de fuego (precisamente lo que más temen todos los seres que sienten), víctima de golpes, terror, sangrado, de todo menos la muerte (que se reserva para ser perpetrada a puerta cerrada). Tal y como ha vuelto a documentar la organización Anima Naturalis, que estuvo presente en la barbarie, las vejaciones y el dolor causado al animal han vuelto a alcanzar cotas inaceptables para un país civilizado del siglo XXI.