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Cambio de planes: Alberto Zerain intentará el Manaslu por la ruta normal

No dejan de llegar sorpresas desde el Manaslu. Anoche, cuando Alberto Zerain y Mariano Galván se disponían a vivaquear cerca del desaparecido C2, este último cambió de opinión y se dividieron sus caminos. “A las nueve de la noche Mariano me dio la sorpresa —contaba Alberto, esta misma mañana, desde el base—. Estamos allí y veo que se empieza a mover… y me dice que para hacer vivac allí, prefiere tirar para arriba”.

La situación era la siguiente: habían abierto huella durante doce horas a través de metro y medio de nieve, afanándose además en desenterrar las cuerdas fijas; habían excavado durante dos horas más en busca del desaparecido campo II y se hallaban en mitad de un improvisado vivac sin saco y sin hornillo.

Tirando hacia arriba, Mariano confiaba en encontrar alguna tienda de la expedición japonesa que está en las proximidades, donde con un poco de suerte podría descansar y beber algo. Y de allí, si todo iba bien, a cumbre.

Alberto, por su parte, lo tuvo claro: “¿A mí quién me dice que hay una tienda allá? Y después de la paliza que nos habíamos pegado, encima sin agua… ¿qué vuelta le das al tema si no encuentras nada?” La falta de agua ha pesado especialmente en la decisión de Alberto: “Puedes ir a salto de mata, —reflexionaba esta mañana—, pero sabiendo que no te has hidratado, que vienes con sed… fíjate que hasta que no he llegado al campo base no he bebido nada”.

De manera que, tras despedirse y desearse suerte, ambos se dividieron para encarar, cada uno según su criterio, una noche larga y muy fría. “Yo tenía el mono de plumas, pero aún y todo he pasado mucho frío —nos comentaba Alberto—; frío en los pies, porque llegas arriba medio sudado, muy cansado…”.

El amanecer ha cogido a Alberto descendiendo ya, en busca de la seguridad del campo base, sin saber qué tal le habrá ido a su compañero. Mientras descansaba y bebía algo en su tienda, nos confesaba que está un poco inquieto: “Allí arriba no hay gente, no te vas a cruzar con nadie. Ojalá haya encontrado esa tienda…”.

En cuanto a sus opciones, con el descenso de esta mañana, Alberto ha decidido renunciar a completar la vía en la que tanto había trabajado con Mariano. Ahora se plantea hacer una ascensión rápida por la vía normal: “si es en dos días, mejor que en tres, sin montar campamentos ni nada”. Pero antes se propone descansar durante un par de días en los que, además, estará muy pendiente de la progresión de Mariano Galván.

Una prudencia reconocida

Renunciar a completar una vía en la que se ha trabajado tanto no debe de ser fácil, pero no es la primera vez que Alberto Zerain sorprende con una muestra gran prudencia. A lo largo de su carrera alpinística, el montañero alavés se ha enfrentado en no pocas ocasiones con difíciles decisiones, en las que siempre ha primado la cautela.

El Everest y el Nanga Parbat son testigos de que para Zerain no importa el trabajo invertido en una vía. Rutas que lo hubieran encumbrado, no sólo literalmente, sino también metafóricamente, garantizándole un hueco en los libros de historia del himalayismo, han visto cómo Zerain se daba la vuelta humildemente y volvía a casa sano y salvo. A veces, incluso después de cuarenta días de trabajo. Ocurrió en 2010 en el Corredor Hornbein del Everest y al año siguiente en la entonces inescalada arista Mazeno del Nanga Parbat. “Le das muchas vueltas al riesgo que puedes asumir, pero al final, si la montaña dice no, es que no”. Una filosofía que lo ha mantenido siempre a salvo en las grandes montañas del Himalaya.

Pero el éxito de Zerain no se debe simplemente a que sabe evaluar correctamente los riesgos objetivos de la montaña. Porque, a veces, el peligro no viene de la mano de tormentas y avalanchas.

El 1 de agosto de 2008 Alberto Zerain fue el primero de muchos alpinistas en hacer cima en el K2. El día anterior, mientras subía hacia el C3 vio que había 31 montañeros que, como él, iban a intentar la cumbre al día siguiente. Consciente de que había mucho nerviosismo y de que iba a ser difícil descansar en el campo IV, el último anterior a la cumbre, Zerain tomó una decisión insólita: se quedaría todo el día en el C3, descansando e hidratándose. Era una apuesta arriesgada, pues eso añadía muchos metros de desnivel el día de cima en el ochomil más complicado de todos, pero de esa forma evitaba un riesgo subjetivo: la multitud.

A las 10 de la noche del mismo día, Alberto salió hacia la cumbre, pasó por el campo IV cuando aún nadie había salido de la tienda e hizo cima hacia las tres de la tarde. Más tarde, aquel mismo día, cuando él ya descansaba en una tienda, la tragedia se desencadenó en lo alto de la montaña, llevándose por delante la vida de once personas. Alberto Zerain siempre ha sido tajante cuando le preguntan por la suerte de aquel día: “No fue sólo suerte”.