Symon Welfringer: “Llegué a un punto en el que me pregunté: ¿por qué seguir haciendo esto? ¿Merece la pena tanto sacrificio por algo que nunca funciona?”

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En primer lugar, ¿por qué elegisteis el Hungchi?

Al principio, el objetivo inicial era escalar el Gyachung Kang, otro pico cercano en la misma zona. El Gyachung Kang tiene 7.952 metros de altura y es el decimoquinto pico del mundo en altura. Además, tiene el honor de ser el mayor no-ochomil del mundo. Lo elegimos justamente por ese motivo, y como una obvia declaración de intenciones a través de la cual queríamos mostrar a todos que los catorce ochomiles están actualmente invadidos por gente y se han convertido casi en una atracción turística. En cambio, el Gyachung ha sido ascendido en contadas ocasiones, algo que, obviamente, nos atraía mucho.

Hoy en día, el “alpinismo” en el Himalaya se ha convertido en un negocio muy extraño... Gente, sin idea de escalada o alpinismo, viaja a las mayores montañas del mundo para ascenderlas. Es como si alguien quisiera escalar una ruta de 9a sin saber cómo es, o tan siquiera sin saber cómo escalar. Pero lo hacen, tiran de cuerdas fijas y utilizan oxígeno sin control...

Pero volviendo a tu pregunta, la verdad es que, lamentablemente, a mitad del viaje me comencé a sentir mal. Sufrí una especie de bronquiolitis. Entonces todo cambió. Lo principal era volver a casa sano y salvo. Así que tuvimos que cambiar lo planes.

Lo cierto es que estar aquejado de un mal pulmonar cuando te encuentras entre los 5.000 y los 6.000 metros es algo bastante aterrador. Afortunadamente, tras pasar unos días descansando en el campamento base me sentí algo mejor y la idea de volver a escalar fue tomando forma. Y, entonces, apareció la cara oeste de Hungchi. Tenía una pinta estupenda, más pequeña que Gyachung, obviamente, pero muy técnica y hermosa.

¿Quién o qué fue vuestra referencia para acudir a este pico y esta zona en particular?

La exploración es la principal razón por la que vamos de expedición. Todo el año rebuscamos entre mapas y artículos fotos de montañas lejanas y caras vírgenes. Parece increíble, pero todavía hoy, en 2024, hay muchísimo terreno virgen y, por supuesto, la mayoría son rutas duras y muy técnicas pero de gran belleza.

Así que, si viajamos por el mundo, es para descubrir lugares diferentes que no tenemos cerca de casa. Lugares que no tenemos en los Alpes. Es casi imposible encontrar terreno virgen cerca de casa, así que tenemos que buscarlo en lugares lejanos o remotos.

¿Estudiasteis otras rutas alternativas?

En realidad no. El objetivo principal era escalar algo técnico y la parte más vertical de la montaña se encontraba en la cara oeste. Si es cierto que sopesamos algunas pequeñas variaciones en esa misma vertiente pero, al final, la línea que escalamos fue exactamente como la que imaginamos desde el campamento base. La única gran incógnita que nos quedaba fue en torno al descenso.

¿Qué es lo que más os atrajo de esa ruta en particular?

Como ya he comentado, su belleza y su tecnicidad. Incluso hoy en día, cuando vuelvo a ver una foto de aquella cara oeste, todavía me emociono. Recuerdo sus característicos campos de nieve y el terreno rocoso. Era todo tan estético y perfecto.

En cuanto a las partes más técnicas, eran exactamente lo que buscábamos, no eran demasiado verticales, para llegar a poder hablar de un Big Wall, pero aun así, eran secciones muy duras.

De alguna manera me recordaban un poco a la cara norte de Les Droites, aunque mucho más grandes y a mayor altura por supuesto...

¿Cuál fue el momento más complicado de la ruta?

Lo más duro fue, sin duda, el descenso. Durante aquel descenso, ambos descubrimos un nuevo tipo de compromiso que desconocíamos hasta ese momento. Sumergirnos de lleno y enfrentarnos a una vertiente totalmente desconocida de aproximadamente 800 metros, y sin apenas equipo para rapelar (más allá de algunos tornillos de hielo para montar abalakovs …) fue toda una aventura.

Fue algo que tuvimos que elegir cuando nos encontrábamos a unos 6.500 metros. El plan inicial era bajar por la ruta original, pero las malas condiciones meteorológicas y el alto nivel técnico de la ruta que habíamos ascendido, muy por encima de lo que habíamos previsto, nos obligaron a reconsiderar seriamente aquella opción.

Así que teníamos dos opciones: descender por la cara oeste unos 1.200 metros haciendo rápeles, o por la cara este, lo que supondría “solo” 700 metros de rápeles. Después de una larga discusión entendimos que, en realidad, no había una opción fácil. No obstante, sabíamos que solo una podía funcionar y, pese a ello, la mayoría de las opciones y escenarios que se nos presentaban podrían ser mortales. De hecho, creo que es lo más cerca que hemos estado jamás de tomar una mala decisión de este calibre en nuestras vidas.

En aquel collado, alrededor de los 6.500 metros, sabíamos que sólo habría una buena opción, todas las demás no funcionarían, estaban avocadas al fracaso... El problema era que no sabíamos con certeza absoluta cuál sería la correcta. Por suerte, ambos tenemos mucha experiencia en este tipo de decisiones y sabíamos lo que nos jugábamos, por lo que estábamos 100% centrados en lo que teníamos que hacer.

Fueron momentos de gran tensión en los que podíamos ver el miedo reflejado en nuestros ojos. Momentos realmente extraños porque no había peligro directo de avalanchas o caída de seracs, que son peligros objetivos habituales... Solo teníamos que avanzar, que descender... Pero de la manera más rápida posible.

Fue un duro y tenso descenso durante el cual la suerte y la experiencia de ambos jugaron un papel fundamental. Finalmente logramos descender hasta abajo encontrando el deseado hielo que nos permitiese rapelar.

Otro de los momentos delicados tuvo lugar durante la aclimatación, cuando caí enfermo. Lo cierto es que no estaba realmente preocupado por mi estado sino más bien fue un sentimiento de decepción y tristeza ante la perspectiva de tener que abandonar.

Habíamos invertido mucho esfuerzo y tiempo durante todo el año, y estábamos muy motivados con este proyecto. Enfrentarme una vez más al fracaso (se podría decir que mis últimas tres expediciones no salieron según lo planeado) fue un momento duro. Incluso llegué a un punto en el que me pregunté: ¿Por qué seguir haciendo esto? ¿Merece la pena tanto sacrificio por algo que nunca funciona?

Por cierto, ¿por qué elegisteis ese nombre tan curioso para la vía?

Bueno, el nombre hace referencia a una canción del cantante francés Saez: Le Cavalier sans tete (El jinete sin cabeza).

Dice algo así:

“Soy el jinete sin cabeza y busco el amor.

A través de las tormentas, busco el día.

Busco la llama que vendrá a iluminarme...“.

La escuchamos mucho durante el viaje y describía a la perfección nuestro estado de ánimo en esos momentos. Es un tema que básicamente habla del amor y de lo qué buscas en tu vida. Preguntas profundas que todavía estamos intentando responder...

¿Vais a volver a este pico? ¿O a esta zona?

Espero que sí. La ruta que imaginamos al Gyachung Kang es un gran objetivo y me encantaría intentarlo en algún momento. Quizá la próxima primavera se puede hacer realidad, con más entrenamiento, más experiencia... ¡Espero que podamos cumplir nuestro sueño!

En cuanto al equipo, ¿qué material llevasteis para acometer una empresa de esta envergadura?

Para esta expedición utilizamos principalmente el equipo TAK, es decir, el Trilogy Alpine Kit. Es una colección compuesta por unos productos basados en el principio de superposición. Llevo ocho años colaborando estrechamente con la firma Millet y tengo que admitir que hemos forjado juntos una gran historia. La gente que trabaja allí ya no son simplemente profesionales para mi, ahora son amigos junto a los cuales tengo la oportunidad de desarrollar muchos productos nuevos.

El material que usamos para esta aventura forma parte de un conjunto de prendas con las que hemos estado trabajando intensamente durante los últimos tres años. Y, debo admitir, que estoy muy contento con los resultados. Hemos podido disfrutar de una gama de productos de última generación que, sin duda, fueron claves en los momentos más difíciles y nos ayudaron a luchar contra las terribles condiciones que nos encontramos.

Lo bueno es que todavía tenemos muchas ideas y muchos productos nuevos que queremos seguir desarrollando... Así que estoy, en ese aspecto, muy ilusionado.

Recuerdo, como anécdota, que cuando llegamos al aeropuerto, muchos de los empleados/amigos de Millet nos vinieron a felicitar. Para mi fue una sorpresa y supuso un gran momento ver cómo una marca se preocupa tanto por sus atletas.

Y ahora, ¿qué es lo próximo?

Acabo de regresar de una expedición increíble por la región este de Groenlandia. Recorrimos en total 450 kilómetros en kayaks con el objetivo de abrir una ruta en una pared virgen de 1.200 metros. Ahora quiero tomarme unas semanas para recuperarme de todo esto y luego entrenar para los próximos proyectos.

Este invierno me gustaría hacer actividades de alpinismo y esquí y compaginarlo con rutas de aproximación en bicicleta. Es una combinación de actividades que me encanta.