“Dentro de diez años se recordará ese gol”, le dijo el padre de Fernando Redondo a Pier Cherubino la noche del 7 de junio de 1992. Se equivocó don Fernando. Han pasado casi tres décadas y aún se habla de ese tanto. Y se seguirá hablando mucho tiempo de una jugada que dio al Tenerife su primera victoria liguera (3-2) sobre el Real Madrid y que 'reventó' la liga española para entregársela al Barcelona. La jugada nació dos minutos antes, cuando Felipe entró en el área de un Madrid que ganaba con comodidad (1-2) en el Heliodoro y era campeón de un torneo que había liderado desde la primera hasta la última jornada. Al principio lo había hecho con una ventaja sideral; y luego, una vez que el presidente Ramón Mendoza destituyó a Radomir Antic porque “el equipo no daba espectáculo”, con menos solvencia. Aquel cese llegó, curiosamente, después de una agónica victoria merengue (2-1) ante el Tenerife en el Bernabéu.
Pero volvamos al 7 de julio y al minuto 76, cuando Felipe avanzaba por la zona derecha del Heliodoro y metía un centro al corazón del área visitante al que Pizzi entraba con todo. No llegó. Se anticipó Ricardo Rocha, exquisito central brasileño del Real Madrid. Llegó antes, sí, pero llegó forzado y marcó en propia puerta. El equipo blanco entró entonces en estado de 'shock'. Quedaban trece minutos y tenía que marcar un gol para ganar una Liga que ya tenía ganada desde hace nueve meses. No había tiempo que perder. Y dejar que un balón saliera por la banda en mediocampo era una pérdida de tiempo. Así que, presionado por Pizzi, Sanchís evitó aquel saque de banda y lanzó un pelotazo infame hacia Buyo para no perder la posesión del balón. Pero le pegó mal y el balón se iba pòr la línea de fondo. Era córner. O lo que es lo mismo, regalar medio minuto al Tenerife cuando no había tiempo que perder.
Así que el portero abandonó su marco para evitar el saque de esquina. Buyo logró su objetivo... pero dejó un balón muerto a medio metro de la raya de gol y con la portería vacía. Pier había seguido la jugada. Por instinto, porque lo tenía grabado en su ADN, porque siempre iba a por balones imposibles... Era una acción 'absurda' porque esas carreras nunca dan premio. Sólo una vez entre un millón. Pero fue esa vez. Tuvo que esprintar, pero llegó antes. Fue gol. El 3-2. La locura. Y la gloria para un Tenerife al que habían acusado de todo y que ese día entró en la historia de la Liga con Jorge Valdano en el banquillo y la siguiente alineación: Agustín (Manolo, 25’); Toño, Toni, Antonio Mata, Paqui; Chano, Redondo, Berges (Pier, 63’), Felipe; Quique Estebaranz y Pizzi. A la media hora caía 0-2, había perdido a su portero titular por lesión y jugaba contra un árbitro, García de Loza, vestido de blanco.
La 'cátedra' decía en las vísperas que el Madrid luchaba por la Liga y el Tenerife, lograda ya la permanencia, no tenía nada por lo que luchar. Mentira. Peleaba por la gloria eterna, porque casi treinta años después se siga hablando de aquel partido. Así que Quique Estebaranz se negó a rendirse y, antes del descanso, cogió un balón en campo propio, regateó a cinco rivales y marcó el 1-2 tras un eslalon que hubiera firmado Maradona. Luego, en el minuto 76, Felipe avanzó por la derecha y metió un centro al corazón del área…
(*) Capítulo del libro ‘El CD Tenerife en 366 historias. Relatos de un siglo’, del que son autores los periodistas Juan Galarza y Luis Padilla, publicado por AyB Editorial.