El CD Tenerife cruzó la frontera entre el fútbol regional y el fútbol nacional el 31 de mayo de 1953. Los éxitos anteriores a esa fecha tienen mérito, pero no son una referencia comparable con los logros del presente. Ni siquiera con lo que ocurría entonces en el resto del país. Porque en España se jugaba un fútbol organizado, con competiciones de carácter nacional, al que Canarias no tenía acceso. No por falta de nivel, desde luego. Porque el Tenerife que a principio de los años treinta le ganó –aunque fuera en citas amistosas– a Madrid, Donostia, Atlético Madrid, Barcelona o Sevilla, parecía capacitado para competir contra estos equipos en Primera División. Nunca se pudo saber.
Tres eliminatorias de Copa de España en cuarenta años de historia, que son los que tenía entonces el Tenerife desde su creación como Sporting Club, eran una escasa referencia para conocer el nivel competitivo del Tenerife. Los amistosos contra los equipos peninsulares o extranjeros estaban bien, pero mientras en España se competía, en Canarias se jugaba. Incluso, durante años, el Archipiélago no hubo un torneo regional reglamentado como había en otras zonas del país. Y mientras, los años pasaban y la isla de Tenerife no cogía el tren de las competiciones nacionales. Y cuando tuvo la opción de hacerlo, en 1950 como CD Tenerife y en 1951 como UD Tenerife, falló por dos veces.
Para entonces, la UD Las Palmas ya había dado el salto. Y hasta había llegado a Primera División. Y así, para el CD Tenerife llegó en 1953 una nueva oportunidad. Primero conquistó el torneo clasificatorio (por delante de UD Tenerife y Norte) y luego afrontó con convicción la eliminatoria frente al Orihuela. En la ida sobrevivió a la encerrona en Los Arcos, un terreno con dimensiones ridículas (95x55 metros). Y también a una agresión a Paquillo y al apagón informativo que decretó el presidente del equipo local al cortar la retransmisión radiofónica con una certera patada en el cableado. El resto de la expedición salió escoltada por la Guardia Civil. Un gol de Antonio a la media hora puso por delante al Tenerife, pero dos tantos de Calabuig en la reanudación dieron la victoria a los locales (2-1).
Pese a todo, los blanquiazules fueron recibidos como héroes en Los Rodeos. Y al domingo siguiente tuvieron el apoyo de las casi 15.000 personas que llenaron el Heliodoro por encima de su aforo. Con arbitraje del internacional catalán Ramón Azón, a las seis de la tarde dio inicio el choque de vuelta, en el que Carlos Muñiz alineó a su once de gala, el que se aprendieron todos los niños tinerfeños de la época: Cuco; Chicho, Isidoro, Perla; Villar, Servando; Óscar, Julito, Antonio, Méndez y Paquillo. A los 22 minutos, Paquillo igualó la eliminatoria. Y en la segunda mitad, Julito hizo dos goles en apenas un cuarto de hora. Y aunque Óscar sufrió una doble fractura de su brazo derecho, continuó en el campo tras ser vendado.
Lo hizo para no dejar a su equipo en inferioridad en un tiempo en el que estaban prohibidos los cambios. Y para celebrar el primer ascenso de la historia blanquiazul, el que le permitía cruzar la frontera y pasar a formar parte del fútbol nacional.
(*) Capítulo del libro ‘El CD Tenerife en 366 historias’ de Juan Galarza y Luis Padilla.