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El Tenerife vuelve al punto de partida con una derrota hiriente

Enric Gallego se lamenta por una ocasión fallada

José Miguel Galarza

Santa Cruz de Tenerife —

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El debate sobre hacer el ridículo con hombres o hacerlo con niños es habitual en los equipos descompuestos que pierden el norte en lo que acumulan derrotas impropias. Esta sabatina en Granada reanimará la discusión sin matices, improcedente cuando no se atiende antes a algunas premisas de este Tenerife: la confección surrealista de la plantilla, una pretemporada de esfuerzos amables o el estado de forma de algunos jugadores llamados a ser determinantes, por citar algunas que no van a dejar de serlas acabe como acabe este curso.

Siendo todo esto lo primero que habría que considerar, se entendería en su dimensión real que ganara el Granada, un equipo que maneja recursos de Primera División, algo previsible entonces. Pero que lo hiciera ante un Tenerife entregado y sin alma competitiva deja de compadecerse con una excusa disculpable.

Que jugaran los mismos juveniles con los que ganó al Cartagena –y dominó setenta minutos al Zaragoza– o que debutaran Fran Sabina y Matías Pezzolesi desangrándose el grupo por el vía crucis en Los Cármenes no es causa del 4-0, sino efecto de lo que maneja Mel a once jornadas de que se abra la ventana y se airee el vestuario.

Y aun así, que si galgos o podencos, este mirar al dedo y no a la luna. Pura historia birria, por lo demás.

Llegaba el Tenerife a una plaza maldita –una victoria y un empate en veinte visitas en sesenta años– obligado a un imposible, sin su seis titular y casi sin recambios de valor para un once del que se cayó inexplicablemente Mellot. La ausencia del francés devolvió a David a su flanco, pero no mejoró al equipo, que luego se fue cayendo –con David y sin David– en lo que los goles descubrían su docilidad.

El Tenerife nunca tuvo el medio juego en sus pies –Diarra perdiendo la zona y Aarón desbordado– y se entregó así a padecer con las llegadas en ventaja del Granada, aunque antes pudo golpear primero con un remate liberado de Gayá (m.19) en el que Brau le agarró lo justo para desequilibrarle. Sin VAR podría entenderse que el árbitro se hiciera el sueco. Con la herramienta en la mano, que no acabara en penalti lo de Gayá solo se explica por el rol de cada uno en la Liga.

Un minuto después, llegó el primer error con valor de gol. Cayó Pablo Sáenz liberado por la izquierda para orientarse el pase, puso un centro con veneno a la boca del área y se rompieron las amarras: Gonzalo Villar arrastró a Gayá a la corta, León se fue a la larga con Boyé y por el medio apareció liberado Uzuni, dos metros por delante de Diarra. Le quedaba tocarla a la media salida del portero, sencillo para un depredador como el albanés.

En el hábito de esta temporada, el 1-0 empeoró del todo al Tenerife, que consumido un tercio del partido ya había renunciado a lo que no fuera rifarla a cincuenta metros. Incapaz de sacarla jugada o de guardársela para adormecer al grupo de Escribá, cuando probó a hacerlo con los laterales, David se lio en una de esas en lo que le encimaba Ricard. La perdió con los medios por delante y entre Boyé y Uzuni terminaron de pulir el guion. El uno apareció por calle del diez –habilitado por la blandura de Gayá– y le puso un caramelo a Uzuni, con tiempo –en lo que no llegaba León– para controlar y colársela rasa a Salvi por el palo corto.

El 2-0 colocó el encuentro en un plano imposible para el Tenerife. Por más que de vuelta del descanso volviera Mellot y Ángel jugara a la espalda de Gallego como el jugador de enlace que no es, los blanquiazules fueron igual de blandos. Delante porque ni con el Granada esperando más cerca de su área fue capaz de enhebrar una combinación para un remate limpio. Detrás porque fue igual de frágil que en el primer acto.

Salvi evitó el 3-0 en la enésima llegada en ventaja tras una pérdida, ahora de Corbeanu (m.47). Y luego el 4-0 con otra parada milagrosa –en la misma versión de definición, pero por la zona de Mellot– de Pablo Sáenz (m.57). Que el marcador finalmente deviniera goleada responde a la definitiva renuncia del Tenerife al amor propio, incapaz de competir Guerrero en la vigilancia de su flanco para habilitar el primero de los dos de Lucas Boyé y, en la decepción última, permitiendo dos pases en el área y un remate a solas con el portero a la vuelta de un saque de esquina.

Los chicos a los que ha expuesto Mel no van a sacar del pozo al Tenerife, claro que no, pero los que no funcionaban con Cano son los mismos que no funcionan con Mel. Por mayores, aguanajados, indolentes o incompetentes, el reto para Mel no es ser locuaz lamiéndose las heridas, sino sacarles a poquitos lo que tengan potable, que lo tienen. En lo que amanece enero y en lo que maduran los chicos.

Y cuando antes lleguemos a la quinta fase del duelo, mejor que mejor.

(4) Granada CF: Mariño; Ricard Sánchez, Miguel Rubio, Löic Williams, Brau; Corbeanu (Jóźwiak, m.65), Manu Trigueros (Hongla m.65), Gonzalo Villar (Reinier, m.78), Pablo Sáenz (Sergio Ruiz, m.78); Uzuni (Siren Diao, m.78) y Lucas Boyé.

(0) CD Tenerife: Salvi; David Rodríguez (Mellot, m.46), Gayá, José León, Medrano; Diarra, Aarón Martín (Matías Pezzolesi, m.74); Luismi Cruz, Dani Fernández (Ángel, m.46), Marlos; y Enric Gallego (Fran Sabina, m.60).

Goles: 1-0, m.20: Uzuni. 2-0, m.33: Uzuni. 3-0, m.81: Lucas Boyé. 4-0, m.90+5: Lucas Boyé.

Árbitro: Jon Ander González Esteban (comité territorial vizcaíno). Amonestó a los locales Gonzalo Villar (m.14), Corbeanu (m.18) y Löic Williams (m.57); y a los visitantes Aarón Martín (m.37) y David Rodríguez (m.45+2).

Incidencias: Partido de la décima jornada de LaLiga Hypermotion (Segunda División) disputado en el estadio Nuevo Los Cármenes ante 16.582 espectadores.

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