Amaziges de Canarias

El poblamiento, ¿simultáneo, en una o varias oleadas?

Luis Socorro

11 de junio de 2022 07:31 h

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Siglo III de la era común. Con los registros arqueológicos excavados a día de hoy, esa es la fecha más antigua –año 207 al 260, La Chifletera, Lanzarote-, según las últimas dataciones realizadas a restos humanos con protocolos de máxima fiabilidad, lo que los arqueólogos denominan higiene cronométrica o radiométrica. En consecuencia, estas personas llegarían probablemente a finales del siglo II. Lo que no ha determinado la ciencia todavía es si la colonización fue simultánea en todas las islas y si fue producto de más de una oleada migratoria. Desde 2020, se están produciendo novedades muy interesantes que aportan luz a los interrogantes que plantean los historiadores, abren nuevas líneas de investigación y están propiciando un debate enriquecedor en el seno de la comunidad científica. Tres son las teorías sobre el poblamiento: deportación, fueron trasladados voluntariamente o navegaron por su cuenta hasta llegar a las islas. Aunque no hay unanimidad sobre el motivo último de arribar a las islas, sí hay consenso en que fue un viaje sin pasaje de vuelta, en época romana, con el objetivo de asentarse, ocupar un territorio y colonizarlo, ya que trajeron semillas, esquejes de higueras y animales domésticos. También hay una opinión generalizada de que el poblamiento de Canarias y la consiguiente creación de una sociedad por parte de tribus norteafricanas se produjo después del nacimiento de Cristo, de la Era común.

En 1981, un becario del departamento de Arqueología de La Laguna cuidaba la biblioteca de la facultad. Se le encargó inventariar los fondos y encontró un libro-catálogo “que estaba sin deshojar” de las tribus bereberes al oeste del Nilo hasta el Atlántico. “Al desplegar los mapas me encontré a los canarii”, una tribu enclavada en la cordillera del Atlas marroquí. Durante cuatro años, mientras terminaba la carrera, “guardé el secreto”. El secreto del historiador José Juan Jiménez se desveló en un artículo publicado en Almogaren, la revista del Institutum Canarium de Hallein (Austria). Para Jiménez, esa tribu “fue el origen del poblamiento en Gran Canaria y llegaron a la isla deportados”. Aunque expone indicios (ver capítulo 1º), no tiene aún una prueba documental que certifique su teoría ni tampoco se ha encontrado el poblado que habitaban en el Atlas.

La realidad es que ninguno de los grupos de trabajo que indagan el origen del poblamiento tiene pruebas fehacientes sobre cómo se produjo el inicio de la colonización del archipiélago. Pero en los últimos cinco años se han producido avances notables gracias a la genética, a la geoarqueología –estudios de sedimentos y suelos arqueológicos-, a la carpología y a la bioarqueología. También hay un creciente interés por parte del Consejo de Investigación Europeo. Prueba de ello es que Jonathan Santana, investigador de la ULPGC, ha obtenido una beca ERC Starting Grant, el programa más prestigioso de investigación de la UE. Es el proyecto IsoCAN -Aislamiento y evolución en las Islas Oceánicas: la colonización humana en las Islas Canarias-. Es una oportunidad histórica, reconocen las fuentes consultadas, porque “por primera vez y desde el ámbito académico se realiza un proyecto que engloba a todo el archipiélago y está bien dotado, 1,4 millones para cinco años”. Santana tiene un atractivo horizonte científico por delante, pero también el reto de crear sinergias con otros investigadores, “para sentar las bases de los aspectos que nos unen”. 

  Después de los dos primeros años de trabajo, con las dificultades derivadas de la pandemia, Santana tiene una primera conclusión. “Las evidencias sugieren que no hubo contactos entre romanos y aborígenes; esto se ve en los materiales arqueológicos y también porque hay lapsus temporal entre dataciones de elementos romanos y las realizadas a vestigios aborígenes”. Para construir una teoría del poblamiento, “necesitamos que sea falsable”, o sea, “que en función de la investigación arqueológica de las evidencias materiales que nos aparecen, podamos corroborar nuestra hipótesis. Si dejamos todo al terreno de la especulación, son relatos, una propuesta narrativa que no se ajusta al protocolo científico actual”. Santana se refiere a las opiniones de que los pobladores fueron trasladados contra su voluntad -deportados para sofocar revueltas o por interés de Roma para colonizar las islas o por ambos motivos- o voluntariamente pero abonando el viaje en especies. Empero, respeta a su autores, “porque hemos tenido un punto de partida para empezar a explorar otras líneas de investigación”.

El director de IsoCAN sostiene que “hasta hace poco tiempo hemos tenido una venda porque la base del 99% de las teorías del poblamiento es que no conocían la navegación, que llegaron del Atlas y que en fueron trasladados, pero en la costa también había tribus bereberes”. Una antropóloga marroquí está investigando a esas poblaciones del sur de Marruecos y, según Santana, “cuando se conozcan sus resultados habrá muchas sorpresas de un mundo costero bereber muy dinámico y que ha pasado desapercibido”. Defiende que los aborígenes “sí pudieron tener conocimientos rudimentarios de navegación y viajaron por su cuenta hasta las islas”; sin embargo, por ahora, carece de pruebas sobre su hipótesis y de datos sobre tipos de embarcaciones que usaron para justificarla. Como vimos en el capítulo 2º, la comunidad científica que ha investigado la navegación hace 2.000 años descarta las travesías de fortuna.

 Las tribus bereberes de costa no han pasado tan desapercibidas como sugiere Santana. Elías Serra Ráfols, por ejemplo, ya las cita en sus trabajos de mediados del siglo XX. Pero en la actualidad, Jorge Onrubia, el arqueólogo e historiador canario que mejor conoce el norte africano, ha investigado el mundo bereber bajo dominio de Roma y ha excavado en yacimientos del sur de Marruecos. “Conocemos poblaciones de pescadores en la costa que va de Agadir al sur de Guelmim, los bereberes del Sus marroquí, los chleuh. Son célebres sus embarcaciones, los agherrabu o cárabos”. Hay trabajos clásicos fundamentales sobre esos pescadores, escritos en los años 20, sobre todo los de R. Motagne y E. Laoust, precisa Onrubia. “Pero el origen de la tradición náutica indígena se nos escapa. Se ha hablado, en efecto, de una génesis vinculada al mundo clásico, pero es muy probable que no vaya más allá de la Edad Media. Para acreditarlo, basta con comprobar que buena parte del vocabulario náutico y pesquero que utilizan los chleuh es de origen castellano o portugués, y castellanos y portugueses llegan a esas costas, como muy pronto, a finales del siglo XIV o comienzos del XV”. 

Fenómeno de la romanización

El doctor Onrubia considera que “la discusión sobre el poblamiento empieza por fijarlo cronológicamente y, a partir de ahí, buscar qué pasaba en el norte de África que pudiera explicar por qué llega esa gente aquí”. ¿Qué pasaba? “Un elemento importante es el fenómeno de la romanización y lo que implica en la dinámica poblacional, no tanto por los enfrentamientos –entre tribus rebeldes y romanos- si no en las relaciones comerciales; la gente se mueve para comerciar, para buscar productos, también para enfrentarse, es un momento de enorme dinamismo”. 

En el dinamismo social, Onrubia coincide con Santana, donde hay divergencias es en la conexión romana de los indígenas. Onrubia se apoya en registros arqueológicos para defender que “estaban más romanizados de lo que creíamos”. Los prácticas funerarias pueden ser una prueba. La posición del cadáver es la misma en todas las islas, independientemente del tipo de sepultura. “Sobre la espalda y con los brazos y piernas extendidas. Esta posición sólo la encontramos en el norte de África en poblaciones en contacto con los púnicos o con los romanos, no es una forma de depositar los cadáveres típica del mundo libio, en la que los cuerpos están encogidos”. No es la única prueba: También en la escritura es nítida la influencia romana sobre de los majos, como se aprecia en las inscripciones líbico-latinas de Lanzarote y Fuerteventura, apunta el arqueólogo José de León. 

Para fijar cronológicamente el poblamiento, hay un trabajo clarificador, publicado en el otoño del año pasado y liderado por la arqueóloga Verónica Alberto: Sobre el tiempo de los majos. Nuevas fechas para el conocimiento del poblamiento aborigen de Lanzarote. Alberto detalla los enterramientos descubiertos en Lanzarote, las circunstancias y sus ubicaciones. Según esta investigación, el resto humano más antiguo se localizó en La Chifletera; la datación es de principios del siglo III –año 207 al 260-, lo que se puede interpretar que “ese individuo adulto pudo llegar a la isla a finales del siglo II”. Hasta ahora, según la investigadora, “es el resto humano, con una datación fiable, más antiguo de Canarias”.

La investigadora reflexiona sobre el contexto del inicio del poblamiento. “Con los datos disponibles, el poblamiento estable de Lanzarote presenta su límite más antiguo en el intervalo que va desde el siglo 2 al año 240. La posibilidad de la intervención romana, con independencia de su finalidad, entra de lleno en el marco cronológico establecido, tanto si se atiende al interés comercial como a la realidad política del Imperio y la necesidad de someter la disidencia en el territorio norteafricano. No cabe duda de que a Canarias, y en concreto a Lanzarote, llegan poblaciones mediatizadas por el fenómeno de la romanización en el norte de África. El interés comercial o estratégico-militar para los romanos puede haberse dado de forma conjunta en el traslado de población, o al menos en la frecuentación de las islas, pero ello no invalida la propuesta de desplazamientos independientes protagonizados directamente por los grupos bereberes”. Ello explicaría, añade la arqueóloga, “por qué no es posible validar para el conjunto de las islas una de estas propuestas frente a las otras”.

Este trabajo cuestiona la conjetura, muy minoritaria, de que a Lanzarote arribaron poblaciones fenicias durante el primer milenio AEC (antes de la era común). “La serie radiométrica (datación) adolece de importantes problemas de fiabilidad y precisión, incumpliendo los criterios de higiene radiométrica. Por otro lado, la presencia feno-púnica en la isla no ha podido ser encajada en un modelo de colonización comercial como la de estos pueblos, pues ni se ha conseguido atestiguar el beneficio proporcionado por esa posible fundación ni se ha explicitado el modelo de asentamiento aparejado. En su defecto, se ha recurrido a la semejanza formal con posibles prototipos fenicios como vía de validar la intervención de marineros fenicios en la arribada y posterior establecimiento de grupos humanos afines. En definitiva, una propuesta poco contrastada en el registro arqueológico que deja varias centurias sin rastro y sin relato histórico”. 

El investigador de la teoría púnica-fenicia a la que alude Verónica Alberto, el catedrático de la ULPGC Pablo Atoche, ha rehusado a dar su opinión para exponerla en este reportaje.

Otro profesional que considera evidente la influencia de la cultura romana en los primeros habitantes de las islas es José de León Hernández. Como adelantara en el documental Canarias Amazigh, tras las huellas de los antiguos canarios, “los aborígenes eran africanos romanizados, como vemos en las dos escrituras que nos legaron en Lanzarote y Fuerteventura, la líbico-bereber y otra con caracteres latinos, que grabaron en la misma roca y por la misma gente”. 

El director del Paisaje Cultural Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria parte de una realidad incuestionable: “La historia de Canarias viene por el mar”. Por ello y con el conocimiento que tenían los fenicios de la navegación, “es muy plausible que recalaran en las islas para aprovisionarse de agua, por ejemplo, pero no hay pruebas arqueológicas de que se asentaran”. Este historiador no descarta que esos navegantes pudieran estar cierto tiempo, “pero el fenómeno de poblamiento implica el asentamiento en un lugar, lo que supone una adaptación al medio y crear una organización social”. Y eso se produjo cuando Roma gobernaba el norte de África. “Las islas ya eran conocidas, como vemos en los textos clásico, y es de sentido común presuponer que Roma, que era una gran potencia, pusiera sus ojos en Canarias”. De León teoriza: “Había confederaciones bereberes que incluso funcionaban autónomamente de Roma, con una capacidad organizativa que les permitiera haber venido por sus propios medios, al margen de esa gran ola migratoria que Roma produce”.

En consecuencia, José de León considera que las diversas teorías del poblamiento “en absoluto son excluyentes”. Incluso, estima viable que hubiera migraciones posteriores con personas que llegaran voluntariamente con sus propias embarcaciones“. Otro investigador que está bastante de acuerdo con De León es Juan Carlos Hernández, inspector de Patrimonio Arqueológico del Cabildo de La Gomera. ”Un viaje de estas características no se improvisa, no se fleta un barco. Fue una colonización organizada y en absoluto navegaron por su cuenta. Es una planificación que determina qué gente viene, qué productos y qué animales se embarcan“. Hernández es contundente: ”El poblamiento se produjo durante el dominio de Roma del norte de África“. Juan Carlos García Ávila, cofundador de Prored, también considera que las diversas teorías sobre el poblamiento ”en absoluto son excluyentes“. La hipótesis mayoritaria, a tenor de los testimonios, es que los romanos propiciaron la colonización del archipiélago.

El veterano investigador Juan Francisco Navarro Mederos tiene muy claro cuándo se inicia el poblamiento: “Las dataciones con higiene cronométrica más antiguas son del siglo III y IV, con raras excepciones que pudieran remontarse un poco más atrás, pero eso se deberá confirmar con más baterías de dataciones. Hace décadas dábamos por sentado que los primeros habitantes se habían establecido varios siglos antes de la Era, porque se manejaban dataciones sin calibrar sobre materiales que hoy sabemos no son fiables, como las conchas marinas, la ceniza o el carbón y madera de especies vegetales con ciclo vital muy largo”.

¿Por qué vino esta gente a Canarias? Los investigadores que defienden que vinieron voluntariamente, independientemente de que lo hicieran con sus medios o fueran trasladados a cambio de especies, la respuesta es simple: “Para mejorar sus condiciones de vida”, afirma Jonathan Santana. Es la respuesta lógica en todos los procesos migratorios, aunque las motivaciones sean diversas: huir de una guerra, de una invasión extranjera, como la protagonizada por los romanos o siglos después por los árabes, por una sequía prolongada o por una pandemia, como apunta José Guillén, uno de los inspectores de patrimonio del Cabildo de Gran Canaria. “A los conflictos entre Roma y las tribus locales, en el siglo III, se suma”, explica Guillén, “un evento sanitario importante: la peste cipriana, que provoca enfermedades y movimientos importantes de población”. La combinación de epidemias con la inestabilidad política sugiere a este arqueólogo que “la gente tuviera que salir por sus propios medios, sin que nadie los trajera”. 

¿La colonización fue simultánea?

Las dataciones de los restos humanos y de semillas son claves para determinar el inicio del poblamiento. Los datos de hoy pueden ser muy diferentes en unos años porque continúan las excavaciones y hay yacimientos, como El Tendal en La Palma, “con una estratigrafía de siete metros y es probable que dé nuevas dataciones”, afirma Jorge Pais, director del Museo Benehaorita. O las últimas realizadas en Buenavista del Norte (Tenerife), pendientes de publicación. El carpólogo Jacob Morales investiga vegetales, especialmente semillas, un material muy interesante para datar. Según los datos facilitados por Morales, la semilla más antigua de Gran Canaria es del siglo IV -La Cerera, Arucas-, mientras que la más vieja de Tenerife es del V. En Fuerteventura, es del siglo IV, con una semilla localizada Villaverde. 

Pero además del cuándo, es importante saber el cómo se produjo el poblamiento, si fue simultáneo o escalonado. La catedrática Amelia Rodríguez opina que el poblamiento “no fue simultáneo porque no es verosímil traer a grupos de personas y dejarlos en todas las islas, pero con las nuevas dataciones sí vemos que se poblaron en un espacio de tiempo relativamente corto”. El también catedrático Antonio Tejera sostiene, en cambio, que “debió ser bastante simultáneo; se deportan a las islas distintas tribus que se habían rebelado contra Roma, que ya sabemos que son varias porque lo dice Herodoto en el siglo V”. Tejera también es de los expertos que sostiene que la migración fue organizada. La doctora Nona Perera, por su parte, considera que “la simultaneidad pudo extenderse varias décadas. Lo que sí parece descartarse es un proceso colonizador por saltos o etapas desde las islas más orientales a las más occidentales. La arqueología sugiere otra cosa”.

Jonathan Santana afirma que “por los datos que tenemos, aún sin publicar, el poblamiento fue algo relativamente rápido, que todas las islas se poblaron en un intervalo de 200 años”. ¿Si vinieron por su cuenta, como defiendes, cómo es que llegaron a todas las islas?, le preguntamos al doctor Santana. “Tenemos que abrirnos a otros contextos insulares. Cuando comparamos lo que ocurre en otros archipiélagos, se colonizan primero unas islas y luego se continúa con otras, es un concepto que desarrolla Jared Diamond”. Por ello, considera que el poblamiento “se inició en las islas orientales, luego se extendió a las centrales –Gran Canaria y Tenerife- y concluyó en las occidentales”. Sin embargo, el planteamiento de Santana tiene una duda razonable: Las higueras sólo crecen con esquejes que fueron traídos desde África y, según el carpólogo Jacob Morales, “la única isla con higueras en la etapa aborigen es Gran Canaria”. Si es así, los pobladores de esa isla llegaron directamente desde el continente; al menos, los que portaban los esquejes de las higueras.

Lo que no es una hipótesis es que el poblamiento, al menos en cinco de las siete islas, se inició en la costa. Los yacimientos más antiguos son de litoral, explica el profesor Santana y cita varios ejemplos: “La Herradura, en El Hierro, El Tendal, en La Palma, Las Estacas en Tenerife y Villaverde en Fuerteventura. Aunque Villaverde está en el interior, ”está a pocos kilómetros del mar“. En esta última isla, este mismo año se ha conocido que la datación más antigua -siglo III- está en el poblado de Valle de la Cueva, muy cerca del litoral, aunque se está pendiente de más dataciones para cumplir el protocolo de higiene radiométrica. 

El decano de la facultad de Geografía e Historia de la ULPGC, Pedro González, dirigió en el verano de 2021 la excavación del Valle de la Cueva. Este poblado es espectacular, con más de cien estructuras mimetizadas en una colada lávica -muy similar y próximo al yacimiento de La Atalayita-, es de los mayores de Canarias. Preguntado si el poblamiento fue simultáneo, cree que no: “Lo más normal es que primero se colonizan las islas más cercanas al continente, Fuerteventura y Lanzarote”. El yacimiento de Villaverde está aportando información valiosa. Es interesante porque estuvo habitado durante unos 400 años -siglo V al IX-, se abandonó y 300 años después se usó para enterrar a dos personas. En abril de este año, Canarias7 difundió la noticia que se trata probablemente de una madre y su hija, “pero falta confirmación genética”, señala la arqueóloga de Arenisca Rosa López. Hasta que se conoció el dato del Valle de la Cueva, la datación más antigua de Fuerteventura era “de finales del siglo IV en el conchero de la Punta del Mallorquín, en El Cotillo”, afirma López. No obstante, hay que citar una datación del siglo II, en Butihondo, realizada hace veinte años, pero se analizaron sedimentos y cenizas y por eso suscita reservas, tal como expuso la arqueóloga de Arenisca en el ciclo Memorias de una isla, que organizó el cabildo majorero.

El doctor Javier Velasco, inspector de Patrimonio del Cabildo de Gran Canaria, considera que estamos al principio de la investigación. “Quizás Lanzarote y Fuerteventura se pueblan primero. Con dataciones rigurosas, las fechas más antiguas no son anteriores a los siglos II y III”. Hasta ahora, continúa el arqueólogo, “el poblamiento lo hemos visto como un todo, pero ahora es necesario ver esa realidad en cada una de las islas. Todas están en un arco temporal similar, pero no tienen por qué responder a las mismas causas, ni a los mismos lugares de origen”. Velasco tiene claro que esas personas llegaron con el objetivo “de quedarse, pero no sabemos cómo llegaron. Este investigador considera razonable algunos de los motivos de los que defienden la deportación, pero también ve lógico el planteamiento de los que opinan que fueron traídos voluntariamente.

Velasco está integrado en un equipo conformado por Marco Antonio Moreno y Verónica Alberto, arqueólogos de Tibicena, y por la conservadora de El Museo Canario, Teresa Delgado, a los que se unen especialistas en las nuevas disciplinas de la arqueología. Lo primero que hizo el equipo fue revisar, en 2015, las dataciones de los restos humanos del Museo. Todas son posteriores a la Era. 

La Gomera y Gran Canaria son las únicas islas cuyo poblamiento, en principio, se inició en el interior. “Los primeros que llegan”, señala Velasco, “se instalan en las medianías y en el interior. Por las fechas que tenemos, las más antiguas son de Guayadeque, Acusa, Tejeda y algo en los altos del Guinguada”. ¿Por qué ahí? “Van a elegir lugares de hábitat en cuevas, con agua y suelos agrícolas con capacidad ganadera. Son poblaciones que trasladan aquí sus modos de vida y buscan los mismos paisajes de sus lugares de origen”. ¿Pero cuáles son esos lugares de origen? “No lo sabemos”, pero esos asentamientos en la isla “recuerdan a zonas del Atlas y Antiatlas”.

A diferencia de Gran Canaria que tiene ensenadas fértiles para desembarcar e iniciar el poblamiento en el litoral, como las bahías de Las Palmas y Gando y la costa de Arguineguín –por eso, algunos investigadores, como José Juan Jiménez, apuntan a Telde como origen del primer poblamiento, pero las dataciones por ahora no acompañan ese argumento-, La Gomera no tiene terrenos propicios cerca del mar para iniciar su colonización. Juan Carlos Hernández, director del Museo Arqueológico de La Gomera, nos cuenta que “la colonización se inició en el interior porque el piso de la costa es pobre”, en un enclave del municipio de San Sebastián: Lomito de Enmedio, “con una datación fiable del siglo IV”. 

Eventos migratorios

Hasta hace unas décadas, el relato del poblamiento establecía que fue producto de un solo proceso migratorio, aunque en La Palma, debido a un cambio en la elaboración de su cerámica, fue la primera isla en la que se planteó una arribada posterior, en torno al siglo XI, aunque en la actualidad, las nuevas investigaciones arqueológicas y genéticas no van en esa dirección, apunta Jorge Pais, director del Museo Benahoarita. 

El equipo de Jonathan Santana busca argumentos científicos para afirmar que hubo una segunda oleada 700 años después del inicio del poblamiento. En 2019, explica el investigador, “ya defendíamos, en un trabajo con Rosi Fregel y Alejandra Calderón, una segunda oleada que afectó a las islas orientales y a Gran Canaria. Lo pensamos porque la información genética presente en individuos de esas islas no está en los habitantes de las otras y, en segundo lugar, porque las dataciones de esas personas nos dan fechas en torno a los siglos X-XI”. Sobre esa investigación, la genetista Rosa Fregel afirma: “Si tenemos en cuenta que todas las islas tienen una composición genética similar, pero las más cercanas al continente africano tienen tipos de ADN mitocondrial adicionales, que no están presentes en el resto, una forma de explicar este fenómeno sería proponer dos arribadas de población: una que llevara la porción de su composición genética que es común -podríamos llamarla población de sustrato-, y luego otra arribada que llegara solo a Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura, llevando los linajes que solo aparecen ahí”. Sin embargo, puntualiza la doctora Fregel, “el orden no tiene necesariamente que ser así, también pudo haber llegado una población con los linajes específicos de la región oriental a esas tres islas y luego llegar otra arribada que afectara a todo el archipiélago. Este es un tema que aún continúa en estudio; para saber realmente qué pasó, necesitamos combinar datos de ADN y carbono 14 e incluir muestras de distintos periodos de todas las islas, para ver si cambian o no a lo largo del tiempo”. Por ello, no se puede afirmar con rotundidad que hubiera ese segundo proceso migratorio. Al respecto, si fuera cierta esa oleada, como sugiere el análisis de ADN, Onrubia considera que “tendría que ser multigenética”. ¿Por qué? “Si los elementos que la caracterizan para Gran Canaria son la cerámica pintada, las pintaderas, los ídolos o las casas de piedra, ¿dónde están esos mismos elementos en las otras dos islas?” 

Javier Velasco también defiende que hubo más arribadas –dos concretamente- tras el inicio del poblamiento en Gran Canaria. La primera en torno al siglo VIII y la segunda en el XI. Ha llegado a esta conclusión por la metamorfosis de hábitos funerarios exclusivos de esa isla, por dos picos de violencia que coinciden en el tiempo con los cambios sepulcrales -en los capítulos 6º y 7º analizaremos esos dos aspectos- y también, para el segundo episodio migratorio, por “transformaciones en el registro material y en la explotación agrícola. Tenemos indicios más que verosímiles”, sostiene Velasco, “de distintos eventos migratorios, porque hemos conseguido relacionar materiales arqueológicos y cronologías, de tal forma que el argumento más factible para explicar los cambios que se observan en la tecnología, en la forma de ordenar el territorio o en las viviendas son las migraciones”. 

Sin embargo, como veremos en el capítulo sobre el tratamiento de la muerte, sobre la supuesta migración del siglo VIII –además de que no acompaña la genética, como ha explicado Fregel-, hay científicos que justifican el cambio en los enterramientos sin necesidad de apoyarse en la llegada de nuevas personas.

Velasco sitúa en el siglo XI la llegada de otra oleada en Gran Canaria, porque “observamos la aparición de cerámica pintada, las pintaderas, los ídolos, las casas, la proliferación de los graneros colectivos… Son unos elementos que no los encontramos en el primer milenio sino en el segundo. Son innovaciones de tal calado que difícilmente las podemos entender, porque no tenemos un antecedente arqueológico, como resultado de un cambio interno. La lógica nos lleva a pensar a una llegada de población”.

“Respecto a la supuesta arribada de los siglos X-XI”, explica el profesor Onrubia, “existía frente a Canarias un puerto relativamente activo, el de la ciudad caravanera de Nul Lamta, y parecería razonable pensar que desde allí podrían haber llegado embarcaciones y gentes a las islas”. Onrubia conoce la zona porque ha excavado allí “durante 20 años, y no hay nada, absolutamente nada, que nos recuerde a lo que aparece en las islas en ese mismo momento”. Ni pintaderas, ni ídolos, ni casas de planta cruciforme. 

El equipo de Velasco también ha indagado en lo que ocurre en el norte africano. Verónica Alberto afirma que “lo que pasa en el continente puede tener reflejo y consecuencias en las islas”. Recuerda que el proceso de islamización –a partir de mediados del siglo VII- fue “una época muy convulsa”. El arqueólogo Onrubia sostiene que “hay que evitar razonamientos simplistas y ser cautos. La islamización es un fenómeno muy complejo y prolongado en el tiempo. Hay casos de resistencia, claro, pero también muchos procesos de asimilación. Y no hay constancia de grandes desplazamientos de población”.

Jonathan Santana, defensor de que hubo una arribada a las islas orientales entre los siglos X y XI, tiene dudas sobre el planteamiento que expone el grupo del Museo Canario y Tibicena. “Es una teoría difusionista en la que los cambios culturales están vinculados a cambios de poblaciones. Es la misma de Celso Marín de Guzmán (Gran Canaria, 1946-1994), pero ahora se le aportan las nuevas dataciones. Con las dataciones soy escéptico porque no se ha tenido en consideración, en las muestras de costa, el efecto reservorio marino. La teoría es interesante y los datos están ahí, pero esos mismos datos se pueden interpretar como cambios en la organización social como resultados de procesos endógenos. Pero no estoy diciendo que ésta sea mi teoría sino que la propuesta de ellos hay que refinarla más con nuevas dataciones”.

Lo que no es una teoría son las evidencias arqueológicas y genéticas que descartan una segunda oleada en las islas de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro. El jefe del Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo de Tenerife, José Carlos Cabrera, considera que “con el estado actual de las investigaciones no hay indicios de que hubiera una segunda arribada. Los registros arqueológicos son poco diversos y no se aprecia una evolución técnica en la industria lítica ni en el tratamiento de la cerámica”. En consecuencia, sentencia este historiador, “no se puede afirmar que existiera más de un episodio migratorio”. El Hierro no sólo registró la arribada inicial sino que los estudios de ADN, afirma Maite Ruiz, inspectora insular de Patrimonio, sugieren “una sociedad que pudo reproducirse en total aislamiento del resto del mundo, con un modelo de vida que hoy denominaríamos sostenible y autárquico, absolutamente independiente del exterior”.

En La Palma sí se planteó una oleada porque la cerámica que apareció en siglo XI “tiene un gran parecido con una del Sahel, de hecho se le llama la cerámica africana”, comenta el doctor Jorge Pais. Sin embargo, el investigador no aprecia “un cambio brusco respecto a la anterior cerámica”. Sobre el poblamiento de su isla, Pais sostiene que “la datación fiable más antigua es del siglo III, en el yacimiento funerario de La Cucaracha”, cerca de la costa de Mazo. La catedrática Amelia Rodríguez excavó con el equipo que planteó esa posible segunda oleada palmera, pero ahora “ nos estamos planteando que el origen de los cambios fue por fenómenos internos, como el cambio climático derivado de la edad cálida, previa a la edad del hielo medieval”, episodios que se iniciaron, respectivamente, a principios de los siglos X y XIV. O sea, para ese posible evolución palmera sólo afectaría la edad cálida medieval.

Con todo, está por ver si esas anomalías meteorológicas realmente afectaron a la vida de las sociedades insulares prehispánicas. Se lo hemos preguntado a Constantino Criado, un geógrafo que colabora con el Grupo de Ecología y Biogeografía Insular de la ULL, unos profesionales que investigan cómo era Canarias cuando fue colonizada. “Los proxy data obtenidos a través de la Geomorfología no han permitido reconocer cambios en el clima para el periodo considerado. Existen algunos trabajos recientes basados en isótopos que tampoco ofrecen ninguna información concluyente, por lo que el clima de ese período continúa siendo un misterio por desvelar”. Lo que si han desvelado Lea de Nascimento, bióloga y ecóloga del citado grupo de la ULL, es cómo era la Canarias a la que arribaron sus primeros pobladores. “La cobertura vegetal era mayor”. La Laguna era “un bosque, un monte verde, mientras que La Laguna de Valleseco era un bosque termófilo”. Las montañas más elevadas de Lanzarote y Fuerteventura “tenían árboles porque hay registros de carbones de especies que ya no están”.

En el curso de los últimos años, los investigadores han certificado que el poblamiento de Canarias se inició después de la Era común y empezó por las islas orientales, como indican las dataciones, y en un periodo relativamente corto de tiempo terminó por colonizar las cinco islas restantes. Lo que tiene muchas sombras son las supuestas migraciones posteriores. La del siglo VIII a Gran Canaria parece descartada por la genética, mientras que la del X-XI, a las islas orientales y también a Gran Canaria, como explicó la doctora Fregel, está pendiente de más estudios de ADN y de carbono 14, pero si parece más probable. Una vez establecidas, esas personas crearon sociedades isleñas. ¿Fueron homogéneas? ¿El retrato de la sociedad prehispánica fue una foto fija? Las respuestas, en el próximo capítulo.