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Alan García, la nueva estrella
En sus tiempos juveniles casi provocó una revolución desde la jefatura del Estado. Decretó que su país, ahogado por la deuda externa, sólo pagaría a los centros financieros internacionales el equivalente al 10% de las exportaciones. Le hicieron la vida imposible. Cuando salió del Gobierno escogió el camino del exilio. Hoy cuenta su metamorfosis política como un ejemplo de maduración personal (de la izquierda a la derecha, como debe ser), echa cuentos sobre las maldades de la intervención del Estado en la vida económica, critica a los gobiernos nacionalistas y de centro izquierda, abre sin condiciones las puertas de Perú las empresas extranjeras, se abraza al Tratado de Libre Comercio (TLC) con los gringos, está dispuesto a ofrecer una base militar al Pentágono si se ve obligado a salir de Manta (Ecuador) tal y como decidió el presidente Rafael Correa. Acepta cualquier directriz que venga de Washington, incluida la lucha contra la coca o el terrorismo y la posibilidad de reimplantar la pena de muerte.
La Banca Mundial considera hoy a Perú uno de los países virtuosos del continente. Alan García pasea por el mundo el mito neoliberal, es decir algunas cifras macroeconómicas. Perú creció el año pasado un 8%, este 2008 espera un 6%, la inflación permanece por debajo del 2%. Los ciudadanos de este paraíso, sin embargo, premian a su presidente con un 69% de rechazo. ¿Por qué será? El discurso que soltó en Madrid recuerda al de hace más de 20 años, señalando así que todo sigue igual o peor. Dice que tiene gran interés en combatir el analfabetismo, la pobreza y demás. Pero esos datos los descuenta hábilmente del balance sobre su política económica. Aunque el desempleo oficial anda por el 7%, el miserable trabajo informal acoge al 60%. Siguen cayendo los gastos sociales, como aconseja el manual del libre mercado, con el resultado de 28 millones de ciudadanos por debajo del umbral de pobreza. Perú está poblado por salarios de pena, millones de analfabetos, amplias zonas del país sin electricidad ni agua potable, exclusión social, desnutrición infantil, deserción juvenil de las aulas, enfermedades curables que instaladas en la pobreza se convierten en mortales.
Las empresas españolas se colocan como el primer inversor extranjero en Perú. Los planteamientos de Alan García fueron acogidos con entusiasmo por los empresarios. Lógico. No todos los días aterriza un presidente ofreciendo la reconquista económica casi gratis del país que representa. El Gobierno se mostró dispuesto a trabajar como abogado de sus multinacionales. Las facilidades dadas representan una explotación inmisericorde de mano de obra barata, de los trabajadores peruanos, muchos de los cuales recurren a la emigración inevitable. Hace tiempo que la política exterior española quedó casi reducida al patriotismo del dinero, acompañado, eso sí, por unos cuantos euros más destinados a la cooperación al desarrollo. Una flor en medio del basurero.
Rafael Morales
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