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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

La apuesta de Kissinger

Nuestro estratega cuida las palabras. Reconoce el revés iraquí, pero lo llama “punto muerto”, al tiempo que enumera errores como los “niveles inadecuados de soldados para la ocupación militar”, haber supuesto que las elecciones solucionarían el problema político cuando los ciudadanos votaron “por partidos sectarios”, y “la prematura estrategia de sustituir a las fuerzas estadounidenses por soldados iraquíes” sin definir “por qué se supone que luchan y bajo qué bandera”. Una confesión de impotencia. Para Kissinger, la exigencia generalizada dentro de su país para retirar las tropas de Irak no responde a la percepción de la derrota o del crimen contra la humanidad representado por la ocupación, sino a cierto “desencanto” por haber soportado el peso de la guerra sin el apoyo suficiente de los aliados. Este desencanto “genera cada vez más peticiones para una especie de retirada unilateral. Pero en la situación actual la retirada no es una opción”, porque animaría a los enemigos de Estados Unidos. Y, por fin, confiesa los verdaderos motivos de Washington. “Las fuerzas de Estados Unidos son indispensables (Â…). Están allí como una expresión del interés nacional de Estados Unidos en impedir que la combinación iraní de imperialismo e ideología fundamentalista domine una región de la que dependen los suministros energéticos de las democracias”. Hasta ayer, el petróleo no fue una razón que justificara la destrucción de Irak. Y nuestro estratega regresa enseguida a la propaganda. Los peligros crecen, la guerra civil sectaria involucrará a otros Estados chiíes y suníes, los kurdos podrían independizarse y forzar la intervención de Turquía y “posiblemente iraní”.Lo que viene a contar es que el conflicto se extiende. ¿Cómo abandonar ahora a los aliados amenazados? Atención: “El objetivo de la nueva estrategia debería ser demostrar que Estados Unidos está decidido a seguir siendo relevante para los desenlaces en la región: adaptar los despliegues y los efectivos militares estadounidenses a las nuevas realidades, y a dar el margen de maniobra necesario para una gran campaña diplomática destinada a estabilizar la región”. O sea, que se quedan en Irak digan lo que digan los ciudadanos estadounidenses. Muy democrático, sí señor.¿Qué campaña? Primero, crear un “grupo de contacto” con los amigos, a saber, Turquía, Arabia Saudí, Egipto y Jordania. Segundo, abrir negociaciones con Siria e Irán. Finalmente, llegar a una conferencia internacional con todos ellos o los que acepten la estrategia gringa en Irak y su entorno, añadiendo otros países como Indonesia, India y Pakistán. Tal conferencia abordaría, como no, hasta el conflicto palestino israelí. Si los iraníes se resisten, “deberían pagar un precio elevado”. Y, por si alguien no lo había notado, esta diplomacia para la nueva estrategia “no puede deshacerse del instrumento militar”. Han comprendido ustedes perfectamente. Kissinger refuerza la política de Bush, pero además conduce a una extensión de la presencia estadounidense en la región, a la propagación de los desastres de la guerra. No se trata de reconocer la derrota y actuar en consecuencia, sino de una huida hacia delante bajo la utópica y criminal bandera del Gran Oriente Medio que los neoconservadores mantienen a pesar de la catástrofe electoral y los sufrimientos indescriptibles del pueblo iraquí.

Rafael Morales

Nuestro estratega cuida las palabras. Reconoce el revés iraquí, pero lo llama “punto muerto”, al tiempo que enumera errores como los “niveles inadecuados de soldados para la ocupación militar”, haber supuesto que las elecciones solucionarían el problema político cuando los ciudadanos votaron “por partidos sectarios”, y “la prematura estrategia de sustituir a las fuerzas estadounidenses por soldados iraquíes” sin definir “por qué se supone que luchan y bajo qué bandera”. Una confesión de impotencia. Para Kissinger, la exigencia generalizada dentro de su país para retirar las tropas de Irak no responde a la percepción de la derrota o del crimen contra la humanidad representado por la ocupación, sino a cierto “desencanto” por haber soportado el peso de la guerra sin el apoyo suficiente de los aliados. Este desencanto “genera cada vez más peticiones para una especie de retirada unilateral. Pero en la situación actual la retirada no es una opción”, porque animaría a los enemigos de Estados Unidos. Y, por fin, confiesa los verdaderos motivos de Washington. “Las fuerzas de Estados Unidos son indispensables (Â…). Están allí como una expresión del interés nacional de Estados Unidos en impedir que la combinación iraní de imperialismo e ideología fundamentalista domine una región de la que dependen los suministros energéticos de las democracias”. Hasta ayer, el petróleo no fue una razón que justificara la destrucción de Irak. Y nuestro estratega regresa enseguida a la propaganda. Los peligros crecen, la guerra civil sectaria involucrará a otros Estados chiíes y suníes, los kurdos podrían independizarse y forzar la intervención de Turquía y “posiblemente iraní”.Lo que viene a contar es que el conflicto se extiende. ¿Cómo abandonar ahora a los aliados amenazados? Atención: “El objetivo de la nueva estrategia debería ser demostrar que Estados Unidos está decidido a seguir siendo relevante para los desenlaces en la región: adaptar los despliegues y los efectivos militares estadounidenses a las nuevas realidades, y a dar el margen de maniobra necesario para una gran campaña diplomática destinada a estabilizar la región”. O sea, que se quedan en Irak digan lo que digan los ciudadanos estadounidenses. Muy democrático, sí señor.¿Qué campaña? Primero, crear un “grupo de contacto” con los amigos, a saber, Turquía, Arabia Saudí, Egipto y Jordania. Segundo, abrir negociaciones con Siria e Irán. Finalmente, llegar a una conferencia internacional con todos ellos o los que acepten la estrategia gringa en Irak y su entorno, añadiendo otros países como Indonesia, India y Pakistán. Tal conferencia abordaría, como no, hasta el conflicto palestino israelí. Si los iraníes se resisten, “deberían pagar un precio elevado”. Y, por si alguien no lo había notado, esta diplomacia para la nueva estrategia “no puede deshacerse del instrumento militar”. Han comprendido ustedes perfectamente. Kissinger refuerza la política de Bush, pero además conduce a una extensión de la presencia estadounidense en la región, a la propagación de los desastres de la guerra. No se trata de reconocer la derrota y actuar en consecuencia, sino de una huida hacia delante bajo la utópica y criminal bandera del Gran Oriente Medio que los neoconservadores mantienen a pesar de la catástrofe electoral y los sufrimientos indescriptibles del pueblo iraquí.

Rafael Morales