Espacio de opinión de Canarias Ahora
Estás bonito tú
Es la foto de un escándalo que no debe pasar desapercibido. Es el reto a la autoridad, es el viaje nada anónimo de alguien que tiene poco o nada que perder, el depositario de una serie de secretos sobre las vías de financiación de una organización que pretende seguir siendo huésped en el templo de Venus, custodiado por veteranas sacerdotisas de pies descalzos. Y ahí lo contemplamos. En la misma casa del jefe, pisando su moqueta, enarcando las cejas, posando para la prensa con gesto soberbio y guerrero, diciendo “aquí estoy yo, a ver si te atreves a removerme”.Bueno, la realidad es deslumbrante. Existen cintas en las que González Arroyo presume de su poder e incluso de su influencia sobre Soria. Con esa incontinencia de la que sólo él es capaz llega a afirmar que si hablara de su general se le caía la cabeza. Vamos, no lo digo yo: a mi me encontrarían en ese preciso instante escarbando en el jardín de Urano mientras el marqués desenterraba del fango los intestinos del comisionismo de su partido.Hay un precedente a tanta chulería. Toñy Torres detalló hace algunos meses que cuando se topó con Soria en la Avenida Mesa y López de Las Palmas de Gran Canaria éste le viró la cara, como si la desconociera, hasta que Torres llena de ira se descontroló y le soltó en plena calle: “Estás bonito tú”. En esa frase, Torres decargó toda su ira, impaciencia y soledad por el caso Faycán. En los días siguientes apareció en los periódicos su hombre de confianza, Francisco Gordillo, para proclamar a los cuatro vientos que él recaudaba en Telde no para una persona sino para el Partido Popular. Como Soria seguía en ese hechizo hipnótico en el que suelen entrar determinados dirigentes cuando sienten melancolía por pasados mejores, Gordillo se puso a las órdenes del periódico El País para decirle a toda España lo mismo, lo cual era poner una placa de mármol en la calle Génova, una vergüenza y una nube sospechosa, un “qué cosas tenemos que aguantar los nobles próceres de la derecha para que vengan de Canarias con sus zapatitos devastadores a compararnos con Marbella”.Y entonces Soria, convenientemente advertido por Madrid, transó con Torres a la luz de las velas, un silencio pactado, un expediente de expulsión jamás iniciado, un yo te quiero pero vamos a vernos a oscuras, un procedimiento judicial supuestamente tutelado, un pórtate bien que yo te compensaré cuando pase todo esto. Y Torres, niña enferma de los nervios, de repente halló una suerte de paz, un cierto calor en medio del espanto, una frase amable en la batalla imprevisible del dolor. Reconozcámoslo: la amenaza es el único idioma que entiende la soberbia. Le ocurrió a Soria con Carlos Sánchez; le ocurrió con la compra de determinados negocios de Carmelo Vega; le ocurrió con Mónica Quintana y Celso Perdomo; y le ocurrió con Torres cuando ésta habló del príncipe refinado besando como un tenorio vagabundo el sapo de lo prohibido.González Arroyo, al fin y al cabo cacique de huríes vespertinas y de la humana quincalla de soldadescas bien pagadas, interpreta a la perfección el guión. Se presentó en la casa del patrón a extorsionarlo, a tener una erección espontánea y retarlo a ver quién la despliega más larga. Arroyo necesita de un aforamiento que lo proteja de una Justicia que lo investiga por tres asuntos distintos, y Soria necesita engañarlo, darle cuerda y palabrería hasta que se duerma, pues Rajoy le impide cualquier cambalache. Son intereses encontrados, donde el acuerdo es prácticamente imposible pues para Madrid González Arroyo no es nada mientras que para Soria podría ser el ama de llaves de su fortín.Están citados al amanecer de cualquier día hasta que se sepan las listas electorales. Ayer a Soria hubo que ponerle el dodotis y así se pasó media jornada pidiendo árnica a los amigos de la prensa que le quedan. En menos de un mes sabremos el aguante de los músculos del halterofílico presidente del Cabildo de Gran Canaria. Francisco J. Chavanel
Es la foto de un escándalo que no debe pasar desapercibido. Es el reto a la autoridad, es el viaje nada anónimo de alguien que tiene poco o nada que perder, el depositario de una serie de secretos sobre las vías de financiación de una organización que pretende seguir siendo huésped en el templo de Venus, custodiado por veteranas sacerdotisas de pies descalzos. Y ahí lo contemplamos. En la misma casa del jefe, pisando su moqueta, enarcando las cejas, posando para la prensa con gesto soberbio y guerrero, diciendo “aquí estoy yo, a ver si te atreves a removerme”.Bueno, la realidad es deslumbrante. Existen cintas en las que González Arroyo presume de su poder e incluso de su influencia sobre Soria. Con esa incontinencia de la que sólo él es capaz llega a afirmar que si hablara de su general se le caía la cabeza. Vamos, no lo digo yo: a mi me encontrarían en ese preciso instante escarbando en el jardín de Urano mientras el marqués desenterraba del fango los intestinos del comisionismo de su partido.Hay un precedente a tanta chulería. Toñy Torres detalló hace algunos meses que cuando se topó con Soria en la Avenida Mesa y López de Las Palmas de Gran Canaria éste le viró la cara, como si la desconociera, hasta que Torres llena de ira se descontroló y le soltó en plena calle: “Estás bonito tú”. En esa frase, Torres decargó toda su ira, impaciencia y soledad por el caso Faycán. En los días siguientes apareció en los periódicos su hombre de confianza, Francisco Gordillo, para proclamar a los cuatro vientos que él recaudaba en Telde no para una persona sino para el Partido Popular. Como Soria seguía en ese hechizo hipnótico en el que suelen entrar determinados dirigentes cuando sienten melancolía por pasados mejores, Gordillo se puso a las órdenes del periódico El País para decirle a toda España lo mismo, lo cual era poner una placa de mármol en la calle Génova, una vergüenza y una nube sospechosa, un “qué cosas tenemos que aguantar los nobles próceres de la derecha para que vengan de Canarias con sus zapatitos devastadores a compararnos con Marbella”.Y entonces Soria, convenientemente advertido por Madrid, transó con Torres a la luz de las velas, un silencio pactado, un expediente de expulsión jamás iniciado, un yo te quiero pero vamos a vernos a oscuras, un procedimiento judicial supuestamente tutelado, un pórtate bien que yo te compensaré cuando pase todo esto. Y Torres, niña enferma de los nervios, de repente halló una suerte de paz, un cierto calor en medio del espanto, una frase amable en la batalla imprevisible del dolor. Reconozcámoslo: la amenaza es el único idioma que entiende la soberbia. Le ocurrió a Soria con Carlos Sánchez; le ocurrió con la compra de determinados negocios de Carmelo Vega; le ocurrió con Mónica Quintana y Celso Perdomo; y le ocurrió con Torres cuando ésta habló del príncipe refinado besando como un tenorio vagabundo el sapo de lo prohibido.González Arroyo, al fin y al cabo cacique de huríes vespertinas y de la humana quincalla de soldadescas bien pagadas, interpreta a la perfección el guión. Se presentó en la casa del patrón a extorsionarlo, a tener una erección espontánea y retarlo a ver quién la despliega más larga. Arroyo necesita de un aforamiento que lo proteja de una Justicia que lo investiga por tres asuntos distintos, y Soria necesita engañarlo, darle cuerda y palabrería hasta que se duerma, pues Rajoy le impide cualquier cambalache. Son intereses encontrados, donde el acuerdo es prácticamente imposible pues para Madrid González Arroyo no es nada mientras que para Soria podría ser el ama de llaves de su fortín.Están citados al amanecer de cualquier día hasta que se sepan las listas electorales. Ayer a Soria hubo que ponerle el dodotis y así se pasó media jornada pidiendo árnica a los amigos de la prensa que le quedan. En menos de un mes sabremos el aguante de los músculos del halterofílico presidente del Cabildo de Gran Canaria. Francisco J. Chavanel