Las brujas nunca fueron viejas malvadas con verrugas

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Que dice Pablo Casado que el encuentro de mujeres políticas ideado por Yolanda Díaz y que se celebró hace unos días es un aquelarre, ya saben, un grupo de brujas que se reúnen para crear el mal y realizar actos satánicos.

Sí señor, muy fino el líder de la oposición con la palabrita que ha elegido.

Partiendo de la base de que esto es política y que está claro que él se ha pronunciado así porque sabía que atraería a todas las cámaras y micrófonos, pero sobre todo a buena parte de una electorado machista y muy desinformado, me parecen muy graves estas declaraciones de la persona que aspira a gobernar y a decidir sobre el destino de todos los españoles (y españolas).

Utilizar el símil de brujas no es cualquier cosa y, desde luego, no está elegido al azar.

En la antigüedad cualquier mujer que leyera o se interesara por cualquier cosa que no fuera el matrimonio, los hijos y la religión era calificada como bruja y, durante siglos y más siglos, eso conllevó que, además del escarnio social, esas mujeres fueran calificadas de malignas, sufrieran todo tipo de castigos, fueran aisladas, golpeadas, insultadas e incluso asesinadas de las formas más crueles posibles con el objetivo de que cualquier otra que se estuviera planteando tener cualquier iniciativa similar lo olvidara y se dedicara a estar en su casa rezando y al cuidado de la familia.

Ese es uno de los motivos por el que hasta nuestros días apenas han llegado mujeres ilustres en el mundo de la medicina, el arte, la literatura, la ciencia o cualquier disciplina, pese a que evidentemente sí que las hubo. Todas fueron cruelmente ninguneadas, maltratadas, hostigadas y sobre todo ocultadas por sus padres o maridos que se apropiaron de sus obras y conocimientos y se llevaron todos los honores que no les correspondían.

Las brujas nunca fueron esas viejas arrugadas de narices aguileñas, sin dientes y llenas de verrugas. No. Las brujas eran mujeres normales que no sentían que su capacidad intelectual fuera inferior a la de los hombres y que aprendían a leer a escondidas y ocultaban todos sus conocimientos para no llamar la atención ni ser castigadas.

Decir que un grupo de mujeres elegidas democráticamente y con elevadas responsabilidades políticas (y a las que les ha costado un mundo llegar a los puestos que ocupan más que a cualquier otro compañero de sus partidos) en un aquelarre de radicales es un insulto de lo más bajuno que se puede decir. 

Casado se coloca por encima de todas esas compañeras de la actividad política y las sitúa por debajo de él como si estuvieran menos preparadas, valieran menos o no tuvieran sus mismos conocimientos académicos, y eso que ninguna ha tenido dificultad alguna en demostrar la autenticidad de sus estudios oficiales y sus másteres. 

Eso se llama machismo y discriminación, aquí y en Pekín.

Cuando se reúne Casado con sus asesores (mayoritariamente masculinos) ¿qué es eso? Pues es lo que es, ni más ni menos, una reunión profesional. 

Eso se llama igualdad y es lo que sigue faltando en el trato a las mujeres. 

¿Por qué creer y hacer ver como que cuando esa reunión es mayoritariamente de mujeres es algo malo, sospechoso, peligroso?

Así, no es de extrañar que sea Ayuso la que más despunte en el Partido Popular, muy por encima del propio Casado. 

Estamos en 2021: ni nuestro estilo de vida, ni nuestra forma de pensar es la misma que hace 30 o 40 años atrás, y mucho menos aún que hace un siglo o dos o tres...

Hoy no cabe duda de que las mujeres son las que copan los mejores puestos académicos y que, poco a poco y superando la reticencia de muchos hombres y también de muchas mujeres, empiezan a ocupar también los mejores puestos profesionales y los más valorados, entre los que la política no es una excepción. De hecho, ya estamos acostumbrados a que haya alcaldesas, presidentas autonómicas, presidentas del Congreso y del Senado, pero, sin embargo, quizás hay quien no esté preparado aún para que haya una presidenta del país.

Ahora que lo pienso… a ver si todo este lío va a ser porque Pablo Casado teme que si Isabel Díaz Ayuso cambia de idea y deja de moverle la silla a Almeida es la suya propia la que pueda peligrar.

¡Ay, Casado, Casado!… que resulta que el miedo que te produce la mujer más fuerte de tu propio partido ha hecho que se te vea el plumero con las de partidos ajenos.

Ahora entiendo el pánico que durante siglos se les ha tenido a las brujas… al fin y al cabo quienes las condenaban y quemaban siempre eran hombres muertos de miedo.