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Ictus, una carrera de fondo desde la aparición de los primeros síntomas

Hombre con dolor de cabeza

El ictus es una lesión cerebral que se produce cuando falta el aporte de riego sanguíneo a una parte concreta del cerebro. Con una prevalencia en España de 200 casos para cada 100.000 habitantes, sobre todo a partir de los 70 años —aunque también puede darse en personas más jóvenes— estamos frente a un problema que plantea un verdadero reto a la hora de identificarlo debido, sobre todo, a que puede tener síntomas diversos.

Es lo que le ocurrió a Azucena Galindo cuando, en el trabajo, las manos le empezaron a temblar, no era capaz de hablar y lo veía todo oscuro. No sabía qué le estaba pasando hasta que “me dio un pinchazo muy fuerte en la sien y me mareé”, explica ella misma. 

Ictus, una emergencia médica que requiere atención inmediata

Aunque, por fortuna, no es lo que le pasó a Galindo, estamos frente a “la primera causa de muerte entre las mujeres y la segunda causa de muerte en los hombres y la primera causa de discapacidad en la edad adulta”, afirma la Doctora Natalia Barbero, del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos, Infanta Elena y General de Villalba

¿Por qué afecta a unas personas y no a otras? Aunque, como hemos visto, la edad influye, no es el único factor que lo hace. El ictus es el resultado de la acumulación de una serie de factores de riesgo, que hacen más probable que una persona tenga un ictus. Como describe la Sociedad Española de Neurología (SEN), los vasos sanguíneos son el blanco de estas agresiones y, después de años de sufrir un daño continuado, se quejan de forma rotunda con un ictus.

“Debemos concienciar de los factores de riesgo clásicos que repetimos una y otra vez, casi de forma monótona, pero que es fundamental tener en cuenta: hipertensión arterial, el factor fundamental; diabetes mellitus; consumo de alcohol, el tabaco y otras drogas que van apareciendo; y, por último, la obesidad, un factor de riesgo que combina muchos de ellos”, admite el Doctor José Carlos Fernández Ferro,  jefe de Servicio de Neurología de los hospitales universitarios Rey Juan Carlos, Infanta Elena y General de Villalba.

En el caso de Galindo, cuenta que “no tenía ni colesterol, ni tensión alta, nada. Mis analíticas daban bien, pero me dijeron que la arteria podía ser defectuosa de nacimiento, que tenía un pliegue que era lo que hacía que la sangre se coagulara ahí”.

Esta lesión cerebral requiere atención médica urgente porque “cuanto más tiempo pase sin flujo sanguíneo una parte del cerebro, mayores serán las consecuencias. El tiempo es cerebro, y es muy importante para nosotros”, admite la Doctora Barbero. Al afectar al cerebro, puede verse comprometida una o más funciones cognitivas, motoras o sensitivas. De ahí que el tiempo de reacción sea tan importante. 

Ictus, el reto (y la importancia) de identificar las señales pronto

Pero, para poder actuar con urgencia, es necesario saber identificar los síntomas que nos ponen sobre la pista. Como admite el Doctor Fernández Ferro, “el reto con un ictus es que puede adoptar muchos síntomas distintos, aunque sabemos que una gran mayoría contienen al menos uno de los siguientes cuatro”.

Los más importantes son la afectación del lenguaje, bien por problemas de comprensión o de emisióndel lenguaje, así como un lenguaje arrastrado o no muy claro; desviación de la comisura de la boca; problemas de fuerza o de sensibilidad de un lado o del otro del cuerpo; y, por último, dolor de cabeza súbito y de elevada intensidad.

Hablamos, en líneas generales, de dos grandes tipos de ictus: isquémico y hemorrágico. En el primero, un trombo viaja por una arteria y bloquea la circulación. En el segundo, se rompe la pared de un vaso sanguíneo y se vierte una parte de la sangre que va en el vaso al parénquima cerebral. Ante cualquiera de estos tipos de ictus, la rapidez con la que se actúa es primordial a la hora de minimizar los efectos. “Para ello se ha creado un protocolo que se denomina Código Ictus”, afirma la Doctora Barbero.

Código Ictus, la respuesta rápida 

Como hemos visto, el ictus es una enfermedad tiempo-dependiente, con unas repercusiones potencialmente devastadoras por lo que que  herramientas como la activación del Código Ictus es clave, no solo para una mayor supervivencia, sino también para unas menores secuelas. “En el seno de un Código Ictus convergemos en la mesa del escáner neurólogos y radiólogos para obtener de forma rápida información sobre qué está sucediendo y poder tomar determinaciones”, afirma Fernández Ferro. 

Unidad de Ictus, un ecosistema hospitalario de atención multidisciplinar 

Tras el diagnóstico, otra de las necesidades básicas es facilitar el acceso a una atención multidisciplinar como los que ofrece la Unidad de Ictus que, como define Fernández Ferro, es un “ecosistema intrahospitalario formado por un conjunto de profesionales que trabajan para obtener el mejor beneficio”. 

Estas unidades están formadas por un equipo multidisciplinar liderado por neurólogos vasculares, incluye a  neuro-radiólogos intervencionistas, especialistas en neurorehabilitación y un personal de enfermería entrenado “que detecte al minuto cualquier cambio que puedan haber en el paciente neurológico”, admite Carmen Pajuelo, del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz

Es importante tener en cuenta que la atención al paciente neurológico es compleja porque se pueden producir pequeños cambios, muy sutiles, que es importante saber detectar. De ahí que, con independencia del tipo de ictus, una parte fundamental del tratamiento sea el ingreso a una Unidad de Ictus.

Según una extensa revisión sobre los beneficios de este tipo de unidades, los pacientes tienen más probabilidades de sobrevivir y ser independientes si se tratan en estas unidades. Sus beneficios afectan por igual a cualquier tipo o subtipo de ictus a pacientes de cualquier edad.

Ictus: adecuar el tratamiento a cada persona

En las primeras cuatro horas y media, y con el objetivo de disolver el trombo y restablecer la circulación cerebral, se aplica el tratamiento farmacológico conocido como trombolisis. Para los trombos más grandes disponemos del tratamiento intervencionista. 

Como explica el Doctor Claudio Rodríguez, Servicio de Neurorradiología Intervencionista del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, Rey Juan Carlos, Infanta Elena y General de Villalba, “la trombectomía mecánica es la técnica de elección en gran parte de los pacientes con ictus isquémico agudo y oclusión de gran vaso”. Esta técnica consiste en extraer el coágulo mediante dispositivos extractores de trombo y técnicas de aspiración o con stent retriever, una especie de muelle o stent.

Tras la estabilización del paciente, la rehabilitación desde el primer momento del ictus es fundamental porque es la forma de “estimular las redes neuronales y toda la neuroplasticidad que se genera en el paciente”, admite la Doctora Raquel Cutillas, del Servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. Debemos tener presente que la persona tiene que reaprender de nuevo todas las funciones que ha perdido. “Es como enseñar otra vez a recuperar aquellas funciones que ha perdido”, afirma Cutillas.

Escuela de Ictus, atención especial tras el ingreso hospitalario

Pero no todo acaba cuando se supera la fase hospitalaria. Las dudas que surgen tras un diagnóstico así son numerosas y la necesidad de encontrar respuesta a todas ellas es primordial. Y es también una de las prioridades la Escuela de Ictus, una iniciativa que han puesto en marcha los hospitales universitarios citados y que empieza cuando acaba la fase hospitalaria, donde se han ido acumulando toda una serie de inquietudes que deben ser resueltas. 

“Un ictus es una ruptura biográfica ya que, haya secuelas o no, los pacientes cuentan con un antes y un después”, afirma Fernández Ferro. En la Escuela de Ictus, los pacientes disponen de un espacio de encuentro, también para familias, donde se aborda lo mismo que durante el ingreso pero de forma más pausada. Porque, tras el alta, es importante mantener una vida saludable, con unos controles médicos y un tratamiento de por vida.

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