El bullir de las viejas

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Según un estudio sociodemográfico mío, existen tres grupos poblacionales por edad y sexo: los menores de 45 años, los hombres mayores de 45 que curiosamente mejoran con los años y las mujeres mayores de 45, o sea, las viejas. Si los 40 son los nuevos 30, y los 50 son los nuevos 40, para las mujeres cumplir los 50 años ya es tener la edad media de mortalidad en España.

Esta semana se hacía viral un vídeo difundido en las redes por Marisol Galdón, profesional multidisciplinar y archiconocida comunicadora, en el que detalla su currículum en un acto desesperado por encontrar trabajo. Tiene 59 años. En su vídeo viral reza como titular: “Mujer de más de 50, con amplia y reconocida experiencia profesional, en búsqueda activa de empleo. ¿Me ayudas a difundir? Gracias”. Con motivo de este acto es entrevistada en la televisión, donde asegura que “las mujeres maduras existimos y queremos trabajar sin discriminación de edad. A partir de los 50 te vas invisibilizando. No se sabe por qué, pero ya no interesas”. 

En lo único en lo que discrepo con Galdón es en que no se sabe por qué. Esta misma semana, el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, proponía el retraso de la jubilación hasta los 75 años en una maniobra de realismo mágico de cambio socio-cultural súbito, dice, para mantener el sistema de pensiones. Ha tenido que salir a explicar el entuerto matizando que “en ningún caso planteó la necesidad de trabajar hasta los 75 años, como algunos sugieren, sino fomentar medidas que contribuyan a cambiar la mentalidad de las empresas para que no expulsen a trabajadores del mercado laboral a partir de los 55 años, desperdiciando su experiencia”. Aaamigo, ahora sí.

Según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa, las mujeres lideramos las cifras de desempleo en todas las franjas de edad. Pero existe una perversión en la franja de más de 45 años y es que éstas no se incorporarán al mercado de trabajo jamás. Lo conseguirán unas pocas, y en qué condiciones. Imagínense, diez años más de discriminación y desprecio. Igual el ministro tendrá tiempo de madurar esto en largos paseos circulares en alguna puerta giratoria. 

Este es el resultado de una sociedad, primero, todavía patriarcal, estructurada por y para los hombres, donde se ocupan de mantener su prestigio reservándose los puestos no ya sólo de poder y prestigio, sino de currantes. Cosas de las crisis. Después viene la idea extendida y grabada a fuego en el ADN de que las mujeres ya no somos ni física ni mentalmente capaces de nada salvo de cuidar. Cada vez envejecemos más tarde, menos las mujeres mayores de 50, que pasamos a estar muertas. Otra curiosidad biológica. 

A la acción de los hombres de excluir a las mujeres adultas de sus entornos íntimos y laborales, se suma un discurso irresponsable de todas las fuerzas políticas lanzando odas a la juventud como único grupo poblacional con valores a tener en cuenta, en un esfuerzo rentista de cara a las elecciones de turno. Este discurso mantenido en el tiempo ha ido calando hasta conseguir que cuando se habla de paro, de vivienda, de precariedad, de futuro y oportunidades, sólo se piense en jóvenes. Todo lo que en estos aspectos concierna a la población de más de 45 se verá superado por un plus de afectación para las mujeres. 

Otro asunto no menos importante es que, a más edad, más probabilidad de que te toque un jefe más joven, y cada vez más joven. Y aquí nos encontramos con las profesionales adultas y eficientes en un entorno donde los hombres, repito, cada vez más jóvenes, se sienten amenazados. A dónde va una mujer mayor (peyorativo) a proponer NADA. Surge de inmediato una conexión de ideas que termina indefectiblemente en la exclusión. 

En definitiva, a las mujeres mayores de 45 nos pasa lo que a la Cumbre Vieja: que igual el nombre no era muy apropiado.