Espacio de opinión de Canarias Ahora
El canarismo ante los adelantos electorales
Es imposible saber cuándo serán las próximas elecciones generales. Sólo Pedro Sánchez lo sabe, al igual que también sabe cuándo serán las canarias. A partir de ahí, todo son conjeturas, las cuales ocupan más a los políticos de lo que les gusta admitir. Hacer pasar actividad política y análisis prospectivo por actividades incompatibles es para mí más una señal de debilidad que una fortaleza. Cuando hay organización, en el sentido más amplio, se puede y se debe poder hacer ambas cosas. Es bien sabido que los objetivos políticos se definen en función de los periodos y, además de para reflejar la voluntad popular en un momento determinado, las elecciones sirven para abrir y cerrar periodos y hasta ciclos: estas próximas elecciones especialmente.
Personalmente pienso que nos movemos en una horquilla que va desde la coincidencia con las próximas elecciones andaluzas -probablemente antes del próximo verano- a la coincidencia con las elecciones autonómicas y locales el último domingo de mayo de 2023. O sea, que más allá de Pablo Iglesias e Iván Redondo, estamos ya de alguna manera en periodo preelectoral. A partir de ahí, todas las opciones posibles (también la de una hipotética “no coincidencia”) tienen ventajas e inconvenientes y serán muchos los factores de todo tipo que acabarán inclinando la balanza de costes y beneficios en un sentido u otro. O sea, un rebumbio en el que es fácil perderse.
No sé si exagero diciendo que hasta Christine Lagarde y el Banco Central Europeo saben que va a haber adelanto electoral. Tal vez, pero es difícil rechazar tajantemente que lo que se decida en su próxima reunión del 16 de diciembre será una de las piezas más a analizar de cara a calibrar el ritmo y devenir de los acontecimientos. Una retirada de estímulos económicos en clave acelerada, o sea antes del próximo marzo, puede invitar a celebrar elecciones cuanto antes. Pasar el Rubicón de marzo tal vez aconsejaría esperar a finales de 2022, prorrogando los actuales presupuestos.
En paralelo, en clave estatal, no se puede dejar de examinar la evolución de la “Operación Yolanda Díaz” y la reconstrucción del espacio a la izquierda del PSOE, el desarrollo de la estructura “España Vaciada”, las diatribas internas del Partido Popular y sus liderazgos emergentes, el reparto del voto entre las fuerzas de la derecha recentralizadora, el margen temporal entre la llegada de los fondos de reconstrucción y el comienzo de los recortes, los resultados electorales en Andalucía y probablemente Castilla-León y País Valencià, la política de bloques y su devenir en las encuestas, la estabilidad del gobierno catalán, etc.
Agenda política
Desde el canarismo crítico y apartidista, no puedo dejar de mirar con simpatía y hasta cierta envidia cuando Águeda Micó, secretaria general de Més-Compromís, defendía en julio pasado un adelanto electoral en el País Valencià afirmando que “tenemos oportunidad de marcar agenda política propia” y que debían centrarse en sus “problemas como pueblo” y no votar en clave estatal. No digo que aquí tengamos que imitar forzosamente esa postura y reclamar un adelanto electoral pero sí echo en falta en el canarismo esa perspectiva autocentrada del valencianismo, que exige casi de manera natural construir un marco político propio.
Se recordará que en 2019, el socialista Ximo Puig hizo coincidir las elecciones valencianas con las generales con el fin de aprovechar la marea y dejar que Pedro Sánchez hiciera el resto; por otro lado, Més-Compromís no es precisamente una fuerza que esté en la marginalidad dedicada a la política de ficción. En la segunda edición del Pacto del Botánico, Més-Compromís ostenta, además de una de las vicepresidencias, cuatro consejerías: Igualdad y Políticas Inclusivas, Economía, Educación y Agricultura y Medio Ambiente. Tienen un diputado en Madrid y una nada desdeñable visibilidad a nivel estatal, derivada de, entre otros motivos, su alianza estratégica con Más País. Ambos datos son elocuentes.
En definitiva, nos movamos en el escenario corto (primavera de 2022) o en el largo (primavera de 2023), lo único que se puede afirmar con una certeza casi cartesiana es que cada día que pasa, las elecciones están más cerca. El canarismo, desde su nacimiento en la etapa moderna en 1993, no ha creado think tanks ni institutos de pensamiento estratégico, etc. que puedan apuntalar un discurso coherente y sostenido en el tiempo, para opinar con solidez al respecto de ésta y muchas otras cuestiones. Llegamos tarde a bastantes tareas, no sé si también a la constitución del Frente Amplio Canarista tan necesario para la defensa de los intereses canarios frente a Madrid, como vemos cada semana, Sin embargo, con todos nuestros límites e imperfecciones, parafraseando a Micó, no renunciemos a marcar una agenda política propia en la convicción de que es la mejor manera de centrarnos en nuestros problemas como pueblo.
Es imposible saber cuándo serán las próximas elecciones generales. Sólo Pedro Sánchez lo sabe, al igual que también sabe cuándo serán las canarias. A partir de ahí, todo son conjeturas, las cuales ocupan más a los políticos de lo que les gusta admitir. Hacer pasar actividad política y análisis prospectivo por actividades incompatibles es para mí más una señal de debilidad que una fortaleza. Cuando hay organización, en el sentido más amplio, se puede y se debe poder hacer ambas cosas. Es bien sabido que los objetivos políticos se definen en función de los periodos y, además de para reflejar la voluntad popular en un momento determinado, las elecciones sirven para abrir y cerrar periodos y hasta ciclos: estas próximas elecciones especialmente.
Personalmente pienso que nos movemos en una horquilla que va desde la coincidencia con las próximas elecciones andaluzas -probablemente antes del próximo verano- a la coincidencia con las elecciones autonómicas y locales el último domingo de mayo de 2023. O sea, que más allá de Pablo Iglesias e Iván Redondo, estamos ya de alguna manera en periodo preelectoral. A partir de ahí, todas las opciones posibles (también la de una hipotética “no coincidencia”) tienen ventajas e inconvenientes y serán muchos los factores de todo tipo que acabarán inclinando la balanza de costes y beneficios en un sentido u otro. O sea, un rebumbio en el que es fácil perderse.